Diario del año del coronavirus
¿Castigo de Dios por comer pringá?
Balsa Cirrito
Hay una versión que podemos llamar ecologista sobre las causas del origen del Coronavirus. Viene a decirnos algo así como que el virus es una especie de venganza de la Tierra contra los humanos, mezclando en los argumentos el calentamiento global, la deforestación y el exceso de consumo de carne de ternera.
Por supuesto, no soy especialista en el tema, pero me huelo que quienes proclaman estas ideas son todavía menos especialistas que yo. En realidad, el ecologismo, como casi todas las causas nobles, es, a la vez que una causa noble, un atractivo irresistible para los gilipollas, que exageran, desvirtúan o convierten en ridículas sus propuestas.
La secuencia viene a ser la siguiente. Nos aseguran que por culpa de la deforestación, los animales cada vez están más en contacto con los humanos, con lo cual aquellos transmiten enfermedades a las personas (lo que se suele llamar zoonosis). Sin embargo, pese a lo que se afirma, no solo no hay deforestación en el conjunto del planeta, sino que la masa de los árboles actual es casi un 10% superior a la de hace 40 años. Y en cuanto a lo de los animales, bueno, yo diría que en cualquier otra época de la historia humana la gente vivía mucho más cercana a las bestias del campo: a los irlandeses que llegaban a EEUU en el siglo XIX, por ejemplo, se les solía acusar de dormir con sus cerdos, que no sé si será cierto, pero desde luego es un indicio. En todo caso, de lo que sí que estoy seguro es que a los irlandeses actuales nadie los acusa de dormir con sus cochinos (como mucho, con una botella de whisky de medio galón).
Lo que quiero decir es que epidemias las ha habido siempre: peste bubónica, cólera morbo o gripe española, y, desde luego, en el siglo XIV el número de industrias contaminantes era de 0, con lo cual el argumento ecologista queda reducido a la nada. Por supuesto, no sería malo que de la actual situación surgiera una conciencia ecológica, pero me temo que no es así, sino que lo que se está gestando es una enorme sensación de abatimiento y de desesperanza, una especie de NO FUTURE masivo. O sea, en el fondo no podemos hacer nada contra el virus, porque es la venganza de la naturaleza.
Es curioso, no obstante, que incluso quienes no se proclaman religiosos terminen inconscientemente adoptando el principio fundamental de la religión judeocristiana. Esto es, el concepto de pecado. La religión suele plantear la mayoría de los placeres como pecaminosos, y cualquier exceso en el placer llevará por tanto aparejado el castigo de Dios. Del mismo modo, el ecologista considera que hemos disfrutado demasiado de la Tierra, y que la Madre Naturaleza, que por lo que se ve tiene muy mala leche, acabará castigándonos. Me temo que la conclusión que nos proponen es que para acabar con el virus tenemos que hacernos vegetarianos. Lamento decir que la pringá de tofu y aguacate no es lo mío.
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