El dinosaurio
“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Título y contenido del microrrelato que responde a la tercera de las pirandellianas preguntas (‘¿Cuál es el más conocido?’), que hace un par de semanas y en esta misma tribuna le puse negro sobre blanco acerca de los minicuentos. ‘El dinosaurio’, el más famoso del escritor guatemalteco Augusto Monterroso, forma parte del libro ‘Obras completas (y otros cuentos)’ publicado en 1959, y se compone únicamente de una frase con tan solo siete palabras: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Dicen que cuando Monterroso entró en el olimpo de la pluma, gracias al pedigrí de ser el autor del relato más breve de la literatura en español, se jactaba de que éste no era un relato, sino una novela. Qué me dice, nada menos que toda una novela, con el mismo número de palabras que días tiene la semana.
En fin, ver para creer, y le digo esto porque suelo ser escéptico ante la oportunista veracidad de este tipo de ocurrencias verbales. En mi opinión, lo más probable es que el guatemalteco, además de ser un genio literario, fuera también un cachondo mental, algo que por cierto suele ocurrir de vez en cuando. A favor de este argumentario juega el hecho de que no son pocos los exégetas que sostienen una hipótesis según la cual, el peculiar cuento no es más que una tomadura ‘di capello’ por parte del atrevido escritor ¿Genialidad o tomadura?, he ahí el dilema metafísico, que dijo el clásico. Por cierto, ¿quién o qué vio al dinosaurio cuando despertó? ¿Un ser racional o irracional? ¿Pudo ser Chuang Tzu mientras soñaba que era una mariposa? ¿O era la mariposa que soñaba ser Chuang Tzu? Ahí le dejo este otro dilema, ahora físico.
Al margen de dilemas, mariposa y dinosaurio son dos animales con un claro vínculo entre ellos y ubicados en los extremos de un hilo narrativo secular que, en los últimos cincuenta años, ha tomado un cierto ímpetu y vitalidad. Tan cierto que muchos entendidos lo consideran el género literario más representativo del siglo XXI si bien otros ven, como todo un tiro por elevación, el supuesto lugar de honor literario de esta “nueva” forma discursiva. En mi caso no dudo en situarlo en el límite de la expresión narrativa, ‘Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios’, pero qué sabré yo se preguntará usted no falto de cierta razón. Ya.
Otros microrrelatos. Tengo por (casi) seguro, que el del guatemalteco es el relato hiperbreve más celebrado de los escritos en nuestros días, y por seguro (sin casi) que, a pesar de constar con tan solo siete palabras, no por ello es el más breve de los relatos escritos en lengua española. En puridad lo fue hasta 2005 cuando se publicó ‘El Emigrante’ del mexicano Luis Felipe Lomelí, cuyo texto íntegro se compone de cuatro palabras: “- ¿Olvida usted algo?, - ¡Ojalá!”. Sólo cuatro, ni siquiera llegan a una manita. Está visto que también en este mundo de la micro ficción, como en casi todo de esta vida, siempre hay uno que es más que uno, pero a lo que vamos, hasta donde me consta 'El emigrante' es el más corto relato escrito en español. Eso sí, por ahora.
Volviendo al ‘monterrosino’, al parecer su planteamiento onírico y animalario creó escuela y desde entonces ha salido algún que otro remedo fabulero. Éste lo leí hace tiempo, y lamento no poder citar ni título ni autor, venía a decir algo así: “Cuando el gran oso polar se despertó en el círculo polar ártico, vio que vivía en un casquete esférico”. Y con él de nuevo dudo ante mis propias dudas cognitivas, al pensar que quizás sea mucho ver y saber para un simple oso blanco, por muy miembro de la familia de los ‘ursidae’ que fuera. No, bromas aparte, lo cierto es que estoy confuso. Puede que sea cierto, como algunos dicen, que el “chiste de Monterroso” haya hecho mucho daño en general. Visto así puede, máxime si se fija en esta otra magnífica muestra que le ofrezco, titulada ‘El ornitorrinco’ y del que desconozco su autoría: “Cuando abrí el armario me encontré con un ornitorrinco fumando y mirándome ceñudo. Le pedí disculpas y continué buscando el escape del gas”.
¿No le parece extraordinaria esta relación entre mini cuentos y animales? Desde una mariposa -que se acompaña de un hombre, un camaleón y un abejorro-, hasta un dinosaurio al que siguen un oso polar y un ornitorrinco, y, lo que es mejor aún, no acabando aquí esta historia que guarda su propia intrahistoria. Pero me temo que ese es un relato intramuros que deberá ser contado en otra mejor ocasión, ahora lo que toca es despedirme contestando a una de las preguntas que me llegan, vía correo electrónico o comentario al periódico y blog, relacionada con la autoría de la frase de despedida de la semana pasada, “Siento pasos, siento gente...ciento quince, ciento veinte”. Pues bien, su autor es Héctor del Mar, locutor de radio y televisión argentino-español, sí el mítico ‘hombre del gol’. ‘Gol, gol, gol, gol, gooool’.
CONTACTO: [email protected]
FUENTE: Enroque de ciencia
Hermano Lobo | Lunes, 22 de Junio de 2020 a las 21:29:45 horas
" “Siento pasos, siento gente...ciento quince, ciento veinte”, pues bien, me alegra saber que el autor de la frase fue Héctor del Mar, no pongo en duda nada de la que digas; pero a quién se lo oí yo fue a Joaquín Prats.
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