Música, por favor (por Manuel García Mata)
Desde hace tiempo me está tentando traer a este escaparate algo diferente. A lo largo de más de diez años que vengo publicando en los medios, locales en la mayoría, la temática predominante ha discurrido por asuntos políticos y sociales, casi en exclusiva. No han sido muchas las ocasiones en que he roto con lo habitual, pero he de confesar que, cuando lo hacía, me agradaba la extraña sensación de lo diferente. Es por eso que tengo intención de recuperar estos paréntesis y quisiera inaugurarlo entrando en las audiciones musicales. Como esto no deja de ser una columna de opinión, lo que verá la luz no podrá ser otra cosa que mis preferencias en este apartado.
Empezar a hablar de música me regresa en un viaje hacia el pasado, en mi barrio (de Madrid) y en mi ambiente de la niñez. Son los años 50, ya se sabe que acumulo mucho tiempo encima, y en el barrio donde nací, donde me crié y donde empecé a sentirme yo mismo, se empezaban a oír las primeras notas de la banda sonora de mi vida.
Si esta nueva andadura colateral tiene vocación de dosificar su contenido en marcos definidos por estilos y géneros musicales, en esta primera, rompiendo con el esquema previsible, aparecerá la música como un apéndice de la vida en el barrio. El entorno llevaba consigo sus canciones, sus bailes, sus himnos. Podría decirse que las primeras melodías que escuchaba, que salían de la pequeña radio que teníamos en la cocina la familia, bien pudieron ser las coplas de la llamada, por entonces, canción española: la encumbrada como la mejor, Concha Piquer, que si bien bordaba las canciones para deleite del personal, no acababa de convencerme; otra cosa era la racial Lola Flores o las brillantes Imperio Argentina o Marifé de Triana, entre otras, mujeres de gran personalidad y de bellas y acogedoras voces, estas dos últimas. Todas ellas hacían las delicias de las señoras del suburbio que popularizaban sus coplas con su canturreo. Estas canciones, que entonces me gustaban, al dejar de contar los años con una cifra empecé a olvidar por otros estilos; años después, no sé si la nostalgia o la falta de prejuicios me devolvió a ese mundo cálido y emotivo. Otro protagonista fue el cuplé, que después descubrí sus raíces muchos años atrás, siempre me gustó aunque haya sido un estilo musical que se fue perdiendo; muchas eran las cupletistas en la época, si bien solo recuerdo a Raquel Meller, con su inolvidable “La Violetera” que Charlot utilizó en su película “Luces de la Ciudad”, como tema central, y a Lilian de Celis, con un estilo más próximo a la música de cabaret parisino y a la opereta francesa, siendo “Las Tardes del Ritz” el cuplé que más gustó y que todavía escucho con agrado. Tampoco se puede olvidar lo que muchos de los señores del barrio, hartos de la dura faena y después de su ritual visita a la taberna, buscaban en el dial al llegar a casa, en su mayoría el flamenco que era la música más celebrada en el arrabal madrileño, quizás les faltasen conocimientos profundos, pero sí vibraban sus sentimientos con cantaores como Pepe Marchena, Juanito Valderrama, Rafael Farina, Porrinas de Badajoz o Pepe Pinto, que incluso a los niños, a lo mejor por imitación, también nos enganchaba.
Para dar final a la primera entrega no podremos dejar de citar otros estilos que primaban entonces y que han de tener capítulo aparte, formaban parte de esta banda sonora la canción mexicana, el bolero, el tango y muy especialmente la zarzuela… ¡A finales de la década llegó el rock & roll!
Los recuerdos se mecen en sus melodías.
*Recomendado visitar enlaces que lleven a las referencias musicales.
Manuel García Mata
Justino "Tomasito" | Sábado, 13 de Junio de 2020 a las 11:40:49 horas
Muy bién sr.Mata dedíquese mejor a escribir de música y de cine,porque su cansina defensa a ultranza de los postulados populistas podemitas y ser activista destacado de este partido, sólo le permite tener una visión demasiado partidista de los problemas políticos primero de este pueblo y segundo de este país.
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