Ayuso, esa mujer (por Manuel García Mata)
Que el Partido Popular da protagonismo a la mujer en la vida pública, queda fuera de toda duda. A pesar de que, con uno u otro enfoque, los partidos progresistas defienden de forma inequívoca las políticas feministas no se puede negar que la lista de mujeres que ha situado el PP en puestos de relevancia creo que supera a cualquier otra formación. Tampoco es que por ello vayamos a considerar al partido conservador como ejemplo de feminismo, ¡hasta ahí podíamos llegar!, pero si recordamos algunas de sus figuras observamos la importancia que han conseguido: Soledad Becerril, Ana Pastor, Soraya Sáenz de Santamaría, Luisa Fernanda Rudí, son excepcionales ejemplos de una lista que podría ser muy larga. Lo que también podríamos advertir que solo en la época actual hayamos conocido a dos de las más controvertidas, la actual portavoz parlamentaria, Cayetana Álvarez de Toledo, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Tampoco se nos puede olvidar a otras dirigentes madrileñas, las también presidentas, Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes, pero ya se sabe que Madrid es Madrid, y en política, y no solo en el PP sino en todos los partidos, siempre da la nota convirtiéndose frecuentemente en un grano en semejante parte. No hay más que hacer breve memoria.
A propósito de la presidenta madrileña, esa muñeca de película de animación, mezcla de la Maléfica de Disney y la Betty Boop con la personalidad traviesa de Pippi Langstrump, su desparpajo, su picardía, su fingida inocencia y su desvergüenza, asoman de manera indiscriminada en su quehacer institucional. Son conocidas sus salidas de tono, sus ocurrencias y sus desplantes, que si bien parecen inocuos, porque los adorna con esa carita de María Magdalena, como la que exhibió el periódico El Mundo en su portada, se convierten en material de guerra.
Es indudable que doña Isabel es mujer de armas tomar, pero esa prepotencia que le acompaña a veces le desmorona la credibilidad cuando se mete en muchos de los charcos en que acostumbra. Últimamente da la impresión que los colecciona.
La extrema derecha oficial y la otra extrema derecha vocacional, están apoyando, como era de esperar, las movilizaciones de la “jet society” madrileña en la calle Núñez de Balboa. Sería hipócrita que alguien como yo las criticara, tienen todo el derecho, no faltaría más. La cuestión reside en la importancia de los matices. No se puede calificar de aceptable que estas gentes se salten las normas del confinamiento que determina el Estado de Alarma, declarado ante los terribles efectos de la pandemia, y con ello pongan en riesgo la salud de todo el país. La ley debe ser igual para todas y para todos, pero estas personas acostumbran a saltársela a la torera. Cabe recordar que para poder ejercer el derecho de manifestación hay que cumplir con los trámites informando a las autoridades correspondientes dentro de los plazos establecidos. Estas condiciones, a las que nos sometemos el resto, no las han respetado nunca y menos ahora.
Pues bien a doña Isabel le ha faltado tiempo para salir a defender las manifestaciones ilegales de la clase alta madrileña, a sabiendas del incumplimiento de la legalidad que supone y se atreve todavía a amenazar al Gobierno de la nación con lo que le puede venir, si no accede a lo que reclaman. Por si alguien tuviese dudas, lo de la chulería madrileña le viene de serie, que es de todo menos un tópico.
Pero también el diario.es, como se diría en el argó chulesco, “le ha pillao con el carrito los helaos”. Resulta que la doña está viviendo desde antes de comenzar el estado de alarma, en un apartamento de superlujo con una terraza descomunal, como residencia temporal, y que además utiliza otro en el mismo edificio como lugar de trabajo, situados en la Plaza de España, por el módico precio de 80€, deferencia de Kike Sarasola, su propietario. Lo que le encantaría a cualquiera que vaya a Madrid encontrar un chollo por el estilo. Pero no todo el mundo es presidenta de la comunidad de Madrid. En torno a ello, se ha sucedido una cascada de mentiras, justificaciones, desmentidos y otras argucias retóricas, que no aclaran para nada el embrollado asunto, que arrastra más enjundia que la que señalo. Eso sí, seguro es que ya habrá la cabeza de turco que pague el pato, porque si alguien hay quien le replica se va a la calle, como le pasó a la Directora General de Salud Púbica de la Comunidad que tuvo que dimitir por negarse a cumplir las exigencias impuestas.
Mientras tanto Madrid sigue sufriendo el confinamiento cuando casi todo el resto del país ha salido, y las cayetanas y los borjamaris, como decía mi amigo Eugenio Ponce en su genial artículo “Los Ataques de los Borjamaris”, pasean sus reivindicaciones de terciopelo por el Barrio de Salamanca.
Hubo quien dijo, ni sé quién, ni me importa, que “cada uno tiene el gobierno que se merece”. ¡Pobre Madrid!
Manuel García Mata
Rosalía | Sábado, 23 de Mayo de 2020 a las 12:07:13 horas
Hay que tener poco tacto,por no decir cara,para que este asiduo remitente de cartas "al director",nos regale semejante escrito cuando el número dos de su partifo de Podemos va de denuncia en denuncia porque al menos en dos ocasiones ha tenido problemas serios:uno cuando no declaró a la Seguridad Social al trabajador que había contratado(paró porque lo trincaron que sino todavía estaría en ello) y otra más reciente denunciado por el Ayuntamiento de Madrid,estando Carmena,por hacer dos obras clandestinas sin pedir permisos de obras en el barrio de Salamanca,donde sólo viven los del PP o los de VOX.Lo único que le faltaba a este hombre,es haberse venido desde su país Argentina ilegalmente...señor Mata,por no seguir hablando de los fundadores de Podemos,Monedero,Errejón,Bescansa,y alumos muy aventajados como Iglesias y su compañera sentimental,ahora coloquialmente llamados"marqueses de Galapagar",Espinar el revendedor de viviendas protegidas,etc,etc,etc...todo un rosario de caraduras o jetas,no mejores que cuaquier político que usted nombra en su redacción.Creo que usted se está haciendo mayor y ya no distingue más lo que desea distinguir.
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