El Zaguán III (por Ángela Ortiz Andrade)
Una tarde de verano en el zaguán, Reyes y su madre merendaban en compañía de Maruchi, una de las conocidas del “club de damas”. Vieron pasar a un señor impecablemente vestido al que la invitada llamó –“¡¡Adolfoooo!!”, el señor se paró y se acercó dando las buenas tardes. Se presentó sin dejar de mirar a la madre de Reyes, en ningún momento de la conversación con su amiga lo hizo, era algo descarado que no pasó desapercibido por ninguna de ellas. Cuando se marchó, Maruchi dio todos los detalles sobre él ”¿A que es guapo?”, ambas, madre e hija asintieron despacio boquiabiertas –“Nenas, dejad esas caras de tontas, que parece que no habéis visto nunca un hombre tan arrollador como ese”. Reyes pensó que eso era verdad y recordó a su padre, barrigón, calvo y siempre sudoroso. –“Adolfo es abogado de los caros, se codea con las mejores familias de la provincia, aparte tiene negocios inmobiliarios y lo mejor de todo, no se le conoce pareja. Los que le tienen envidia dicen que es marica, pero os puedo ASEGURAR que no. Y os digo más, si supieran el tamaño de lo que tiene entre las piernas ya sería el colmo de la envidia de ellos y del deseo de ellas”. –“¡Maruchi, por favor! ¿dónde has dejado tus modales?” Dijo su amiga ruborizada sin dejar de abanicarse.
La noche siguiente, a la salida del club, Adolfo la estaba esperando para acompañarla a su casa, Maruchi antes de separarse de ella le apretó el antebrazo y le dijo al oído –“aprovecha reina, que algo como esto no se presenta todos los días”, la madre de Reyes no dijo nada. El portón del zaguán ya estaba cerrado, mientras lo abría, él miró arriba y abajo de la calle para comprobar que estaba vacía, una vez abierto, la empujó hacia dentro y allí mismo ella pudo comprobar con gran regocijo que lo que decía su amiga Maruchi era cierto.
A partir de ese día, la madre de Reyes regresaba a casa de sus reuniones en el “club de damas” mucho más tarde de lo acostumbrado, es más, dijo en casa que las reuniones con sus amigas se habían intensificado porque tenían muchos asuntos que atender, nunca dio detalles de cuáles eran esos asuntos aunque su hija lo adivinaba.
Unas cuantas semanas después, allí en el zaguán, Reyes se encontró a su madre y dos amigas entretenidas preparando una serie de tarjetas. Cuando cogió una pudo leer que se trataba de las invitaciones para su fiesta de cumpleaños, no dio muestras de enfado porque ya se había resignado después de discutir con sus padres una y mil veces su desacuerdo con lo que estaban preparando. Su madre muy contenta empezó a contar todos los pormenores, habían contratado personal para que el evento saliera a las mil maravillas. La anfitriona por descontado, pasaría todo el día acicalándose para la ocasión, incluso se había dirigido a la capital en su nuevo coche para comprarse un modelito de última moda. El coche había sido un regalo de Don Víctor, ya que ésta le había comentado que algunas de sus amigas del club se habían comprado uno y claro, ellos no podían ser menos. A partir de ahora en casa había un coche para él y otro para ella -”Como si el pueblo fuera Madrid, valiente estupidez”, pensaba su hija.
El mismo día del evento Reyes fue a la farmacia que estaba a pocos metros de la casa en la misma calle. Le dijo al farmacéutico que tenía un estreñimiento bastante severo, que hacía muchísimos días que no podía evacuar, así que el boticario le dio el laxante más potente que tenía y le dijo que lo tomara con mucha moderación, que unas cuantas gotas serían suficientes, aprovechando que éste tenía que tomarle la tensión a una anciana, cogió a escondidas varios frascos. Acto seguido se fue a las cocinas del balneario donde se estaba preparando su fiesta y paseó por allí simulando que estaba interesada en el trabajo de los cocineros y sirviéndose de un descuido de éstos, volcó todo el laxante en la masa de la tarta diciendo “se van a enterar” y regresó a casa para prepararse. Su madre le había comprado un vestido muy bonito, tenía un don natural para elegir lo que más le favorecía a cada persona. Unas cuantas horas después, al caer la tarde, Don Víctor fue a buscarla a su habitación para llevarla a la fiesta, quería asegurarse de que la homenajeada no faltaría al evento. La noche transcurrió como era de esperar, música, copas, aperitivos y los grupitos de siempre que tanto detestaba Reyes. Después de la cena, la música paró y entre todos le cantaron el “cumpleaños feliz” de rigor a la vez que la tarta se presentaba delante de ella para soplar las velas; tenía tan buena pinta, que nadie se resistió a probar un trozo, algunos incluso repitieron. Media hora más tarde, la descomposición de los invitados fue algo alarmante, algunos se apresuraban en llegar al cuarto de baño que por supuesto ya estaba ocupado por alguien que había sido más rápido que ellos, entonces se ponían la mano en la tripa y resoplaban sin poder frenar la diarrea que se apoderaba de ellos. Muchos aprovecharon que el lugar estaba ubicado junto a la playa para bajar corriendo y desahogarse allí, el suelo del pasillo que conectaba el salón con las escaleras hacia la playa y hacia los baños se cubrió de una masa marrón pestilente, algunos de los invitados al pisarla con las prisas resbalaban y caían sobre ella y del asco habían comenzado a vomitar. Fue todo un espectáculo desastroso.
Lo acontecido aquella noche fue el tema de conversación y motivo de chufla de todo el pueblo durante mucho tiempo. Solamente dos personas se libraron de tal bochorno, una era Reyes, que se reía a carcajadas y la otra era su madre que con eso de la delgadez, se negó a comer tarta, pero que lo estaba pasando aún peor que los perjudicados. La mayoría se pasó buena parte de la noche en el mar, entrando y saliendo, el anfitrión iba y venía apurado cargado de toallas del balneario intentando ayudar a sus invitados; a esas alturas de la noche, la homenajeada estaba en su alcoba durmiendo tan ricamente a pierna suelta.
Ángela Ortiz Andrade
Ángela Ortiz | Martes, 05 de Mayo de 2020 a las 13:59:06 horas
Estimado "Hermano Lobo", esta es como la "Carrie" de Stephen King, pero en versión escatológica.
Accede para votar (0) (0) Accede para responder