Hoy de verdad voy a ser breve.

Y les voy a contar una historia, a ver si pillan cacho. En 1917, en plena Guerra Mundial, Lenin andaba exiliado en Suiza. Era el líder revolucionario más dotado, el más capaz de organizar un levantamiento contra el régimen zarista. En una jugada que quería ser maestra, los alemanes, enemigos de Rusia en la guerra, ponían a disposición de Lenin un tren sellado para que el político pudiera regresar a su patria. Resultado: Lenin se hace con el poder y saca a Rusia de la contienda mundial, firmando un tratado con Alemania que equivalía en principio a una rendición. Pero los germanos habían enviado a Rusia a todo un líder, y era algo que a algunos alemanes más perspicaces ponía nerviosos, porque pensaban que sus enemigos podían fortalecerse, a la vez que introducir en Europa el peligroso virus del comunismo. Treinta años más tarde los soviéticos ocupaban Berlín.  ¿Se han quedado con el espíritu del chascarrillo?

Lo digo porque Vox y el PP a quien están haciendo el juego es, sobre todo, a los independentistas catalanes. Observen cómo la retórica apocalíptica, sobre todo de VOX, es seguida casi al pie de la letra por los talibanes de Catalunya, que parece que están esperando a ver qué sueltan para repetirlo con peor baba. ¿Estoy diciendo acaso que no se puede o que no se debe criticar al gobierno? Ni de coña. Pero por mucho que le doy vueltas no le veo la utilidad al uso de ese lenguaje incendiario o al tono Deep Impact de las intervenciones de estos partidos. Ni tampoco veo la utilidad al uso sistemático del bulo y de los trols de internet como hace el partido de Abascal (y no infrecuentemente el de Casado). O a citar a un inexistente estudio científico australiano para humillar a España en el Congreso.

Bien, en los crímenes siempre hay una pregunta clave para encontrar al culpable: cui prodest? ¿A quién beneficia?

Piensen, piensen, cui prodest?