Un cuento
¿Nos metemos un poco con los chinos? No estaría mal que lo hiciéramos, digo yo, aunque solo sea ligeramente y para desahogarnos. Si todo este asunto en el que andamos sumidos hubiera tenido como origen los EEUU, le habríamos metido fuego no ya a las embajadas americanas, que también, sino a todos los Mc Donalds del planeta. Sin embargo los chinos, así a lo calladito, parece que se están escapando sin muchas hostias. Es más, cuando, regalan algunas mascarillas siempre encuentran gente que se hagan eco de su “generosidad”. Pues vale.
Pero, en fin, hay que decir que si los chinos comieran paellas, soufflés y tortellini, como hace la gente decente del mundo, estaríamos ahora preocupados por el próximo partido de la Champions League, y no por el número de respiradores de nuestros hospitales. Aunque la cuestión, siendo esa, es otra.
Y es que nos hemos puesto en sus manos. Así, de manera silenciosa, sin que nos quejemos mucho, hemos deslocalizado todas nuestras industrias y las hemos mandado a la otra punta del planeta. Europa está desnuda. ¿He dicho meternos con los chinos? Con quien deberíamos meternos es con nosotros mismos.
Cuesta trabajo creer que los gobiernos europeos se peleen y se enemisten por un avión cargado de mascarillas chinas. ¿Tan bajo hemos caído que no somos capaces de fabricar unas simples mascarillas? No se trata de alta tecnología. Es un trozo de tela con un elástico. Sin embargo Europa, donde nació la industria moderna, parece que tiene que realizar una complicada reconversión para lograrlo.
Y se ven escenas tremendas. Un amigo periodista, con contactos en el gobierno, me contaba que los aeropuertos internacionales se han convertido en una especie de sucursal de los piratas de Somalia. Esto es, un avión llega a un aeropuerto para hacer una escala. El avión viene de China cargado de mascarillas y tiene como destino un país europeo. Pero, casi sobre la misma pista de aterrizaje, aparece un mejor postor, y el avión que se dirigía, pongamos por caso, a Luxemburgo, termina aterrizando con las mascarillas en Irlanda.
Cuando pase esto, que algún día pasará, debemos plantearnos cómo compramos y dónde. Y qué debemos fabricar y qué podemos dejar que fabriquen otros. Muy a menudo vemos que determinados productos de complicada tecnología no se pueden exportar o solo se puede hacer bajo muchas restricciones. Lo mismo tenemos que plantearnos cuáles son de verdad las industrias estratégicas para un país. Las industrias no tienen que estar en China, tienen que estar en Europa.
Todo esto que estoy diciendo, este pensamiento antiglobalizador, curiosamente, sería algo en lo que coincidirían derechas e izquierdas. Sin embargo, no creo muy probable que se vaya a materializar nada parecido. Y es porque hay un elemento, que no es derecha ni izquierda, ni siquiera política, y que es el gran capital. El capital inmenso, cuya voracidad no se mide en beneficios, sino en beneficios desorbitados. Y ese capital prefiere a China.
Fin del cuento. Chino.












Hermano Lobo | Sábado, 18 de Abril de 2020 a las 19:12:40 horas
"El capital inmenso, cuya voracidad no se mide en beneficios, sino en beneficios desorbitados. Y ese capital prefiere a China."
Y porque los chinos prefieren el capital. ¡Eso es comunismo!
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