Ser republicano en el siglo XXI (por Diego Bolaños Luna)
Una vez más llega a nuestro calendario el día 14 de abril, pasando de nuevo prácticamente desapercibido el aniversario de la proclamación de la II República en 1931. A pesar de la compleja situación que estamos viviendo hoy día, nunca es mal momento para echar un vistazo hacia nuestro pasado, reflexionar sobre lo que ocurrió en nuestro país no hace tanto tiempo e intentar buscar los motivos por los que a tantísimos españoles les arrebataron su vida por cometer el “delito” de creer en valores de libertad y democracia, algo que, aunque algunas personalidades o incluso líderes políticos intentan ocultar o silenciar, es irrefutable. Sin embargo, este artículo no trata sobre el periodo de la II República o de la guerra civil, si no sobre la desvirtualización y tergiversación que existe en nuestra sociedad en relación con el concepto de republicanismo.
Me llama la atención que cada vez que nos encontramos en reuniones familiares o encuentros con amigos y comenzamos a debatir sobre Republica vs Monarquía, aquel que se declare abiertamente republicano comienza a recibir respuestas centradas en la historia de España. Entre otras, casi siempre suelen aparecer afirmaciones relacionadas con la inestabilidad política de la II República, la hambruna del momento o las atrocidades que ambos bandos cometieron durante la guerra. Incluso podríamos encontrarnos con algún que otro término famoso entre argumento y argumento, tales como “comunista” o incluso uno, cuyo uso nuestra historia debería lamentar atendiendo a quienes lo emplearon para asesinar, “rojo”. Sin embargo, en pocas ocasiones escuchamos hablar sobre la inviabilidad de una Republica en el siglo XXI, la utilidad que tiene la monarquía para mejorar nuestras condiciones de vida o el motivo por el que la jefatura del Estado debe decidirse en base a una línea sucesoria de la familia real y no mediante elecciones democráticas.
Ser republicano no se trata de ser de izquierdas o derechas, de ser más o menos patriota, de gustarte más o menos la historia de España, o de preferir la tricolor. Se trata de algo tan sencillo como es apoyar que la jefatura del Estado, cuyas funciones gozan de gran relevancia e impunidad legal, sea electa por la ciudadanía y legitimada con el transcurso de varios años al igual que ocurre con otros cargos como la presidencia del Gobierno. Sin embargo, la “amnesia histórica”, promulgada en España desde la Transición Democrática, el escaso estudio sobre nuestra historia reciente, que en su mayoría tan solo se ha realizado desde la idea del “pasado pisado” y el “más vale no reabrir heridas”, los clivajes ideológicos existentes frutos de nuestro pasado, los cuales dan a entender que para ser republicano hay que ser de izquierdas o extrema izquierda y la falta de interés por parte de los políticos de debatir sobre tales temas, ya sea por miedo o por la imposibilidad que se ejerce desde arriba, ha dado lugar a que los españoles demos un erróneo significado al hecho de ser republicano.
En España, nos encontramos ante una actitud de pasividad y aceptación incondicional y acrítica por parte de los españoles respecto al tema de la corona. Los numerosos casos de corrupción vinculados a la Casa Real no han sido suficientes para ni siquiera cuestionar su validez, la presencia de tales noticias en los medios de comunicación es fugaz, los partidos políticos miran hacia otro lado como si nada pasara, y por último, la ciudadanía hace caso omiso. Mientras tanto, aquellos que se identifican con la idea de establecer una República en España se mantienen en su intento de convencer, chocando con argumentos que no se adecuan a la realidad que hoy día vivimos. Y esto se debe en gran parte a la interpretación que se le ha dado y se le da al republicanismo en nuestro país. Ser republicano no es pretender retroceder 89 años en el tiempo, no es querer vengar una guerra, tampoco es intentar instaurar un régimen comunista, incluso se podría decir que no es cambiar una bandera. Es simplemente defender que todo aquel que tenga decisión sobre nosotros y nuestras vidas sea legitimado y elegido por los ciudadanos, así como proteger valores básicos como la democracia, la libertad e igualdad.
Diego Bolaños Luna

































Manuel | Miércoles, 08 de Abril de 2020 a las 17:39:34 horas
El sistema de gobierno republicano no difiere mucho del sistema de monarquía parlamentaria. Lo podemos comprobar en países de la Unión Europea. El nivel de bienestar no depende de la opción República o Monarquía, sino más bien de los gobiernos que tienen. Las monarquías europeas no gobiernan y por lo tanto no está en sus manos que sus países progresen o retrocedan al igual que algunas Repúblicas en las que el Presidente es una figura decorativa, como en la monarquía parlamentaria. Salvo las Repúblicas presidencialistas, como por ejemplo Francia.
Tampoco se puede cuestionar el sistema monárquico parlamentario porque algunos de sus miembros se han corrompido. Si así fuera nuestro sistema democrático tampoco sería válido, todos conocemos las grandes corrupciones en los partidos españoles de los que pocos se libran, ya sean de ámbito estatal o autonómico y nadie cuestiona el sistema.
Ninguna República es garantía de Democracia, Libertad, Igualdad. Tampoco lo es la Monarquía, todos conocemos los ejemplos de Arabia Saudí, como monarquía dictatorial o la República de Corea del Norte, también una dictadura.
De todas formas siempre está la opción de cambiar de régimen, solo es cuestión de llevar la propuesta al Congreso, votarla, cambiar la Constitución y si lo acuerdan hacer un referéndum.
Por último decir que los asesinados en la Guerra Civil lo fueron más por odio o venganza que por ideología. Y los asesinos estuvieron en ambos bandos.
Salud y Libertad
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