Diario del año del coronavirus
El mundo después del coronavirus (Primera parte)
Balsa Cirrito
Yo diría que, por supuesto, algunas cosas van a cambiar cuando salgamos de nuestro encierro, o que van a resultar marcadas por el coronavirus. Unas banales y otras no tanto. Apunto una cuantas.
Por ejemplo, si tiene usted una casa con jardín no la venda de inmediato, porque los precios van a subir sin dar siquiera un jadeíto, como si en vez de cuesta arriba fuera cuesta abajo. Viene a ser como los refugios antinucleares que bastante gente se construyó durante la Guerra Fría y que hoy en día se siguen construyendo en buen número en lugares como, por ejemplo, Israel. Se entiende que el refugio nuclear contra un confinamiento es un jardín. En el próximo futuro, por tanto, es lógico pensar que van a estar muy cotizadas estas viviendas (y no solo para alquilarlas a los residentes americanos).
Un cambio muy probable será que desarrollaremos cierta repugnancia o rechazo al contacto físico (espero que no a todos). En general españoles e italianos (lo mismo no es casualidad) tendemos a tocarnos mucho los unos a los otros. Siempre me flipa ese tipo de escena de las películas guiris en las que un hijo se despide de su padre para irse a la guerra (en las pelis suele ser la II Guerra Mundial) estrechándole sencillamente la mano con expresión de cierto estreñimiento. En España o en Italia tal cosa sería absolutamente impensable, y el recluta que partiera para el frente sería besado por padre, madre, hermanos, primos, novia, mejores amigos y vecinos del mismo rellano de la escalera.
Otra cuestión es que el retiro del coronavirus (llamémoslo a partir de ahora La Gran Reclusión) va a suponer una marca en la vida, una especie de mojón (kilométrico) en el transcurso de la existencia, sobre todo en la de los más jóvenes. Con eso no me refiero a que se trata de un hecho que todos recordaremos, que eso se supone, sino que servirá para delimitar los tiempos. Será el equivalente al antes de la guerra, que utilizaban nuestros abuelos. Un ejemplo muy concreto. Imaginemos un chico o una chica de doce o trece años. Este chico dentro de un par de décadas sabrá perfectamente cuando termina su infancia. Y sabrá que todo lo que le pasó antes de La Gran Reclusión corresponde a su niñez y todo lo de después a su primera juventud.
La agorafobia. Me huelo que mucha gente va a desarrollar cierto nivel de agorafobia, o cuando menos de cocoonismo (por cocoonismo entendemos el deseo intenso de quedarse siempre en casa). Pasadas las primeras expansiones que nos echarán a todos a la calle cuando se pueda salir, sospecho habrá un número elevado de personas que instintivamente considerarán la casa como el refugio esencial. Nos dicen tan a menudo que nos quedemos en casa que vamos a tener muy grabado eso de que el monstruo está en la calle. Y del monstruo, lo normal es huir.
Se me ocurre un cambio muy grande, el mayor. Pero ese lo dejo para mañana.
Justino "Tomasito" | Martes, 07 de Abril de 2020 a las 10:47:45 horas
Viene muy bién leer cada día, y aún más confinados,artículos sencillos,amenos y con mucha dosis de realidad cotidiana.Enhorabuena.
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