Diario del año del coronavirus
Seremos inmortales
Balsa Cirrito
Hace años leí una novela de ciencia ficción llamada Estación de tránsito, del escritor Clifford D. Simak. La idea era muy interesante.
Resulta que el protagonista, no recuerdo exactamente cómo, contactaba con los extraterrestres, y estos lo contrataban para que fuera algo así como su representante en la Tierra. El tipo tenía en su casa una habitación donde de vez en cuando recibía a marcianos descarriados que andaban de viaje por el espacio, según lo cual su casa se convertía en lo que dice el título, una estación de tránsito.
Aunque lo interesante era otra cosa. El tipo tiene relación con los extraterrestres, y su vida está dedicada casi íntegramente a servir a los hombres del espacio. Entonces, claro, el chavalote anda solo, porque los extraterrestres le dicen que nada de novia (ni siquiera de novio) (que también habrían podido ser los extraterrestres más generosos y haberle dejado una buena robota bien plantada, pero en fin). A cambio, los visitantes de las estrellas le ofrecen algo parecido a la inmortalidad. Mientras el prota esté en casa, el tiempo no pasa por él. Solo envejece si sale de su domicilio. El hombre quiere seguir siendo joven, desde luego, pero diariamente da un paseo de una hora por el campo que rodea su vivienda para no oxidarse, armado con una escopeta (no hace falta decir que la acción transcurre en EEUU) y acompañado de su perro. No se trata prácticamente con nadie, porque la gente, claro está, se mosquearía demasiado con un tipo que no cambia de aspecto. Porque, hagan cuentas. Una hora de envejecimiento al día significa que cuando pasa un siglo para el resto del mundo son apenas cuatro años para nuestro amigo.
Es una idea que siempre me pareció increíblemente chula. Fíjense, dividir nuestra edad por 24... Lo que nunca se me ocurrió es que pudiera convertirse en realidad. Porque, no sé ustedes, pero durante estos días tengo la sensación de que el tiempo es algo que no nos afecta, que vivimos en una burbuja de colágeno donde estamos protegidos de la decadencia. Tengo el sentimiento de que mientras permanezcamos recluidos no envejeceremos, que de algún modo hemos salido de la línea del tiempo y viajamos hibernados como los pasajeros de la Nostromo. ¿Cuánto llevamos recluidos? ¿Quince días? ¿Un mes? ¿Un año? ¿Qué hacía yo antes de quedarme encerrado en casa? ¿Dónde trabajaba? ¿En qué división estaba el Cádiz? ¿Me gustaba el arroz con tagarninas?
De tal manera que la otra noche soñé con algo que me dio un poco de miedo. Soñé que me convertía en una especie de Rip Van Winkle o en uno de los siete durmientes de Éfeso. De tal manera que cuando salía a la calle después del confinamiento, nadie me conocía. Los lugares estaban cambiados y ningún rostro me era familiar. Era Rota, pero al mismo tiempo no era Rota... Yo, desesperado, acudía al juzgado, al registro, y preguntaba por mí mismo.
- ¿Cómo dice que se llama la persona que busca? – me inquiría el funcionario.
_ José... José Balsa Cirrito- respondía yo -, aunque Cirrito se pronuncia Chirrito, porque es un apellido italiano y...
- Aquí está – decía ignorando mi retahíla el hombre del registro – Balsa Cirrito... ¿Para qué quiere saber de esta persona?
- Bueno... yo...
- Lo digo porque este Balsa Cirrito vivió aquí hace tiempo – ahora el funcionario parecía divertirse.
- ¿Hace tiempo? ¿Cuánto? – pregunté espantado.
- Ciento veinte años...
Este sueño me da miedo. Cuando salgamos, cuando salgamos de aquí habrán pasado...
Manuel | Lunes, 06 de Abril de 2020 a las 14:08:27 horas
El tiempo, inexorable, va fluyendo ¿qué ha sido
de Bagdad y de Balk? Un leve roce puede
matar la rosa. Bebe , y al mirar las estrellas
medita en las culturas que se tragó el desierto.
¿Qué es el mundo? Una parte pequeña del espacio.
¿Qué es la ciencia? Palabras. ¿Y qué son las naciones,
las flores y las bestias? Sombras. ¿Y tus continuos
tus inquietos cuidados? Sólo nada en la nada.
Si dejaste pasar tus días a la vera
de tu amor; si de todos los placeres del mundo
gozaste, puedes irte. Comprenderás entonces
que toda tu existencia ha sido sólo un sueño.
Rubayats. Omar Khayham.
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