La peligrosidad de los protestones (por José Alberto Niño Fernández)
Desconcertados, aquellos que esperábamos una oposición a la altura de las circunstancias, asistimos a dos tipos principales de protestones en estos tiempos convulsos e imprevistos, para los que no hay manual de instrucciones o situación similar previa con la que compararse.
El tercer grupo en discordia, me temo, es el menor, por su reducido número de participantes y por su duración.
La protesta es fundamental. La protesta es democrática y legítima. La protesta debe poner sobre la mesa aquello que no debe permitirse, lo inadmisible, lo que no funciona, lo que no se quiere en la sociedad, lo que los gobernantes deben ver y solucionar.
Son este tercer grupo, clasificado en última posición pero los primeros en ser analizados, como aquel justiciero refrán popular que afirma que los últimos serán los primeros, los que entienden y canalizan la protesta de forma lógica y comprensible. Pertenecen a él los colectivos que se están quedando fuera de las medidas sociales que el gobierno actual pone en marcha.
Su efímera existencia se debe a que, cuando se les atiende como es debido, dan por satisfechas sus reivindicaciones y abandonan la protesta, vacía ya de razones para persistir. Ha sido el caso, por poner un ejemplo, de las empleadas domésticas, que quedaron fuera en los primeros paquetes sociales y ahora han sido atendidas por el gobierno.
Los otros dos grupos, me temo, son más peligrosos e insistentes.
Tenemos al segundo, por aquello de seguir un orden ascendiente, compuesto por un perfil cotidiano: el ciudadano de Schrodinger. Ni de derechas ni de izquierdas, se autodefine apolítico pero resulta monotemático en sus ataque; afirma no entender de política pero te arregla el país, la raja que ha salido en la pared del dormitorio, la economía mundial, el ruidito raro del coche, la estrategia que habría que seguir para ganar un mundial de futbol, o la gestión de una pandemia en un santiamén. Culpa al gobierno estatal de todo, sin abrir su mente ni salir del nacionalismo español, sin comparar la situación con otros países y verificar que gobiernos de izquierdas, centro y derecha están igual de desnortados ante el enemigo quasi invisible que nos confina en los hogares. Ese Schrodinger-Maestroliendre que te da las soluciones para acabar con la crisis y, a la vez, se encomienda al Señor para que todo pase. Ese que se queja de que están prometiendo el oro y el moro y van a arruinar el país, pero rabia porque las medidas le resultan insuficientes. Esos, por su prolijidad numérica, que dicen que los ministros no están haciendo nada y, cuando les explicas las medidas, rebaten que algo tramarán para que no sea tan bonito. Esos que quieren que las medidas que se van aprobando y adaptando, según la amplitud de la crisis y según llegan las críticas constructivas del tercer grupo anteriormente mencionado, se las explique el presidente una por una, en el salón de sus casas, pues se niegan a seguir una comparecencia en directo o leer con detalle el BOE, a disposición de la ciudadanía, y conocer los trámites que deben realizar para beneficiarse de ellas. Esos ciudagatos de Schrodinger que igual piden un ERTE al senado pero tildan de populista que Adelante Andalucía haya pedido bajar los sueldos de los diputados andaluces un 60% (propuesta rechazada por PP, PSOE,CS y Vox). Los desnortados, los perdidos, los acostumbrados a que Mahoma venga a la montaña y la esposa/madre les traiga la cerveza. Sin esfuerzos por su parte. Criticar sin saber y sin querer entender.
El primer grupo, la guinda del pastel, son los tuertos entre los ciegos. Los lúcidos. Los pescadores de aguas revueltas. Los que saben que la pandemia (del griego: enfermedad epidémica que se extiende a muchos países) afecta a la que ya sí es la primera guerra mundial, no habiendo país neutro y no afectado por la misma, pero aprovechan la situación para restringirla a un debate a escala nacional y derribar a un gobierno que jamás aceptaron. Los que saben que la UE (ay, la desUnión Europea) permite hacer lo contrario que en 2008: dar barra libre al déficit y usar el importe que se precise en aras de acabar pronto con la crisis que acecha al final de la cuarentena, y tiemblan al imaginar que la ciudadanía salga en mejores condiciones y en menor tiempo que en 2008. Alarmistas sin piedad, creadores de bulos que acojonen al personal, sin miramientos por el sufrimiento que pueden crear. Fascistas, antidemócratas, jaleadores profesionales sin solución clara, que un día piden dureza y al siguiente la critican. Que un día piden un confinamiento total y al siguiente que abran las mercerías. Que se autoproclaman los únicos patriotas pero callan ante los alemanes y holandeses que nos desprecian y quieren quitarnos la oportunidad de salir, unidos, de esta. Patriotas de pulsera que permiten la evasión fiscal, financiación perdida que tanto bien habría hecho a la maltrecha sanidad pública, vapuleada por años de recortes sin piedad ni descanso.
Porque esta situación, en cierta medida, sí tiene un precedente: la crisis originada en 2008 por el sistema financiero. Y la actual oposición y sus palmeros, que la gestionaron entonces, durante varios años, no salen bien parados. Desahucios, paro, precariedad laboral, emigración en masa de nuestros diplomados (incluyendo investigadores, esos que ahora buscan una ansiada vacuna, y personal sanitario entre otros) y muchos, muchos recortes (¿entendemos ahora porqué la sanidad pública está desbordada?) fueron sus banderas.
Todos vamos a perder dinero. El autónomo que cobrará subsidio (por primera vez) de apenas 700 euros; el del ERTE que cobrará un porcentaje inferior a su salario mensual; y familias como la mía, en la que mi mujer, a punto de ser llamada como maestra, perderán esa esperada inyección de dinero mensual que tanto aliviarían las cuentas domésticas.
Negarse a reconocer que, por primera vez en décadas, el gobierno tiene miembros partiéndose la cara para que los más vulnerables tengan una mano estatal a la que agarrarse para no caer, es propio de ciudadanos del segundo grupo, del tercero, o de necios.
Me temo que no lograré, mediante mis análisis, que pasen de la agresión dislocada a un debate sereno, con soluciones a largo plazo que ayuden a reconstruir un país que ha debido confinarse para vencer. Al menos, por solidaridad social, hazte, haznos un favor: quédate en casa (y lee).
José Alberto Niño Fernández

































Da cadi cadi | Martes, 07 de Abril de 2020 a las 21:54:30 horas
Me dan gana preguntarte
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