¿Quién fue San Valentín?
El santo que nunca existió. Con la pregunta de más arriba me despedía la semana pasada, y lo cierto es que su identidad permanece en lo más oscuro de la historia, de donde mucho me temo nunca saldrá. No porque, desde el punto de vista eclesiástico, hasta el Concilio Vaticano II (1969), la Iglesia Católica reconocía nada menos que once días de San Valentín, y en concreto, el del 14 de febrero, conmemoraba al menos a tres de ellos: Valentín de Roma y Valentín de Terni, obispos, mártires y sepultados en la Vía Flaminia de Roma y, un tal Valentín, del que sólo se sabe que habría sido torturado y muerto en África. Pero todo esto dicho con la mayor de las reservas pues la propia Enciclopedia Católica afirma que los datos que han llegado hasta nosotros, sobre estos supuestos mártires, “carecen de valor histórico” ya que son escasos, están insuficientemente fundamentados y tienen una fecha muy posterior al tiempo en el que se supone que vivieron. O sea que duda de sus existencias reales.
De ahí que se piense que el San Valentín que ha llegado hasta nosotros, y en cuyo nombre enamorados del mundo entero intercambian millones de regalos, nunca existió. Buena prueba de esto es que el propio Papa Gelasio, en el decreto papal que cristianizaba este día, explicaba que San Valentín era uno de aquellos santos “cuyos nombres son venerados por los hombres, pero cuyos actos sólo Dios los conoce". Vamos que admitía la absoluta carencia de datos verosímiles sobre él, y lo consideraba un personaje fruto de la unificación de, al menos, estos tres varones. Pero he aquí que su historia, a pesar de los pesares, con el paso del tiempo fue creciendo en la memoria popular.
La leyenda de San Valentín. Lo hizo alimentándose con todo tipo de fábulas y cuentos, hasta llegar a ser la leyenda que es hoy día, la de un santo que no tuvo existencia por lo que tampoco tuvo identidad personal y del que, sin embargo, celebramos su onomástica algo que, estará conmigo, es toda una paradoja ¿Qué cómo ha sido posible?, pues muy fácil. La razón se encuentra en una de las numerosas leyendas que han circulado alrededor del personaje, una que es maravillosa y destaca sobre todas las demás.
Según esta versión, Valentín fue un sacerdote cristiano que en el 270 fue detenido y torturado hasta morir por orden del emperador romano Claudio II. Eran unos tiempos en los que los cristianos sufrían persecución en Roma y los soldados tenían una prohibición taxativa: la de no poderse casar.
Una orden que no podían incumplir y su existencia era meramente operativa. Con buen criterio se pensaba que, si permanecían solteros, los soldados combatirían con más fragor en el campo de batalla que si estaban casados. Y la lógica tras tal prohibición era aplastante. Como casados la vinculación sentimental y emocional con sus familias les haría ser más prudentes a la hora de combatir, lo que disminuiría su rendimiento bélico. Algo inaceptable desde el punto de vista militar. Así que no había ningún sacerdote romano autorizado para casarlos, y aquí es donde aparece la figura de San Valentín, que decide casarlos bajo el ritual cristiano, claro, y en secreto. Pero es éste un secreto a voces, que rápido circula de boca en boca por la ciudad, dándole cierta fama al sacerdote casamentero, al menos la suficiente como para que el propio emperador le mande llamar a su presencia y, tras oírle, ordenar que le detengan para ser juzgado. Era el principio del fin. De su fin.
Un milagro por amor y viceversa. La leyenda continúa con la aparición de un nuevo personaje, Asterius, el funcionario encargado de condenarle, que primero se burló de la religión cristiana y después, en una especie de broma, quiso poner a prueba al cristiano. Le preguntó si sería capaz de devolver la vista a una de sus hijas que era ciega de nacimiento y, hete aquí que, al parecer, el sacerdote no solo aceptó, sino que en nombre del Señor obró el milagro. La ciega volvió a ver. Ni que decirle tengo que el hombre y toda su familia se convirtieron ‘ipso facto’ al cristianismo y que, como ya saben, a pesar de su arrepentimiento, no pudo librarle de su ejecución un 14 de febrero.
Pero antes de que ésta tuviera lugar sucedió algo que nos interesa mucho para esta historia. Sigue contando la leyenda que, mientras estuvo encarcelado, su guardián le pidió que le diera clases a su joven hija Julia, a lo que nuestro sacerdote, de buen corazón, accedió.
Y pasó lo que suele pasar en estos casos. Entre lección y lección el maestro se enamoró de la pupila, sabido es que el roce da el cariño, estas cosas pasan. Y aunque la historia no dice si se trató de un amor correspondido, lo que sí cuenta es que la víspera de su ejecución el enamorado profesor envió una apasionada nota de despedida a su pupila, que acababa con las palabras ‘de tu Valentín’. Y aquí parecer ser que está el origen de las cartas de amor, poemas y tarjetas postales entre enamorados. Por supuesto que lo que le cuento es tan solo una historia transmitida oralmente y de la que no hay ningún testimonio escrito, vamos que lo más probable es que tenga poco o nada de cierta, lo que tampoco hace al caso. Para situaciones como éstas, los italianos tienen un proverbio magnifico: ‘Se non e vero, e ben trovato’ que podríamos traducir por “si no es verdad, está bien traído”. Sí, a veces la forma importa más que el fondo y hasta aquí lo que tenía que decirles del amor, Cupido y San Valentín.
CONTACTO: [email protected]
FUENTE: Enroque de ciencia












Hermano Lobo | Lunes, 24 de Febrero de 2020 a las 20:23:27 horas
Además de interesantes, tus dos artículos, distraídos y amenos, acerca de San Valentín son aire fresco en Rotaaldía.
Gracias.
Accede para votar (0) (0) Accede para responder