"Bruja piruja"
por Carlos Roque Sánchez
Saber popular. Hace unos días, mientras jugaba con mis dos nietos y les contaba no recuerdo qué historieta, solté la expresión de más arriba dotándola de un cierto tono amedrantador. Ellos al oírla me miraron intrigados, pero no dijeron nada, fue su tío que estaba cerca quien me espetó un “Papá, qué antiguo eres”. Una respuesta que me sorprendió tanto, que le pregunté si sabía lo que significaba. Y su respuesta me hizo reflexionar por lo que he investigado algo. Para muchos adultos la expresión está asociada al relato de un cuento infantil, uno de esos que empiezan: “Érase una vez una bruja piruja que, …”. Bien, pero ¿qué significa la palabra ‘piruja’? Pues resulta que, como en los toros, sobre este asunto hay división de opiniones. Verán. Para la mayoría de nosotros y por lo general, la palabra tiene un significado bastante negativo, caracterizando a la bruja como una mujer de nariz aguileña con verruga, muy vieja y fea, peligrosa, malvada y desagradable de ver y soportar. Así ha sido de toda la vida de Dios, de ahí lo de ‘¡Y tú más, bruja piruja!’ o algo así. Es decir, ‘piruja’, entendido como algo peyorativo.
Sin embargo, no faltan quienes ven al adjetivo como una palabra carente de significado, pero con un valor fonético junto a bruja, imprescindible para conformar un juego verbal, una especie de divertido e infantil cascabel sonoro. Algo por cierto muy del gusto de la literatura popular y de los niños, por lo que de gracioso e incluso entrañable puede tener. A vuelatecla se me ocurren otras expresiones semejantes como ‘menda lerenda’, ‘magia potagia’ o ‘luna lunera cascabelera’ y lo dejo ahí, que con esto ocurre como al coger cerezas de un cesto, que nunca viene una sola. Así que ahora tenenos ‘piruja’, como epíteto vacío y sonoro.
Saber académico. Naturalmente he tirado de diccionario por aquello del rigor científico, y en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua (DRAE) encuentro tres acepciones con significados bien diferentes para la palabra ‘pirujo/a’: 1. adj. El Salv. Que no cumple con sus deberes religiosos. 2. f. Mujer joven, libre y desenvuelta. 3. f. Méx. prostituta. Empiezo por la segunda de ellas, que llama mi atención por su aparente y sorprendente carga de supuestas cualidades positivas: juventud, libertad y desenvoltura, unas connotaciones que podrían ser las que reflejan tanto el cine como la televisión. El primero con ‘Me casé con una bruja’ de 1942, protagonizada por la bellísima Veronica Lake, y la segunda con la serie ‘Embrujada’ de 1964 y la simpática brujita que arrugaba la nariz interpretada por Elizabeth Montgomery. Nada por tanto de viejas corcovadas, verrugosas, malignas y astrosas. No. Es como si la gracia de la rima pasara al personaje, de modo que ahora ‘piruja’ es sinónimo de simpática o traviesa.
Pero nada es lo que parece aunque lo parezca. Si bien entre 1914 y 1992, la única definición que aparecía en el diccionario, idéntica además en todas las ediciones, era la de “mujer joven, libre y desenvuelta”, lo que nos podría hacer pensar, sobre todo a luz del siglo XXI que se trata de algo moderno y con un valor a destacar, lo cierto es que nada más lejos de la realidad esta valoración del ‘new look’ de la palabra. Es más que probable que, llamando a las jóvenes “libres y desenvueltas”, en realidad se las estuviera tachando de frescas y libertinas, de mujeres que iban contra las normas de la moral, ya me entienden. Y en este sentido no faltan precedentes. En 1829, Bretón de los Herreros, nos describe en unos versos el peligro que corre un hombre que derrocha sus ahorros en los burdeles y lleva en coche “a una piruja”. Y años después, en 1895, es Juan Valera quien hace que el personaje de don Paco, celoso a causa de la desenvoltura de Juanita la Larga con los hombres, la llame mentalmente “pirujilla”. Lo que faltaba, la palabra ‘piruja’ como eufemismo ¡Piruja la llamaban!
Otras acepciones. Precisamente en ese mismo sentido parecen ir las otras dos acepciones incorporadas más recientemente. La primera, la mexicana de 1992, con su preciso significado de “prostituta”, que también se utiliza en Chile, Guatemala y Venezuela, por citar tres ejemplos. Y la segunda, la salvadoreña de 2014, “que no cumple con sus deberes religiosos”, acepciones que con su permiso no comento. Por cierto que en Centroamérica, durante un tiempo, el término designó a los liberales como encarnación de lo demoniaco. Y en Argentina una piruja es una mujer de baja estofa, vulgar y sin modales. Ya en terreno patrio depende: en Canarias una piruja es como en México, una puta; y en la península, en Castilla para más señas, se entiende por piruja una mujer joven de costumbres deshonestas; y en Écija (Sevilla), un pirujo es alguien que dice tonterías, cotilleos y mentiras. Al respecto de ellos y como antes, solo les digo que tres cuartos de lo mismo. Y hasta aquí buena parte de lo que les quería contar acerca de la bruja piruja. Ni que decirles que nada de esto se lo he contado a mis nietos, con ellos me quedé en los tiempos de Maricastaña.
CONTACTO: [email protected]
FUENTE: Enroque de ciencia


































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