"¿Quién mató al Amor?"
por Carlos Roque Sánchez
La cólera de los débiles. O sea, el Odio. De todos los días terribles que en la historia del mundo han sido, uno, especialmente uno, resultó ser el que más. Fue, aquel en el que el Odio, que como bien es sabido reina sobre todos los malos sentimientos y peores defectos que puedan existir, los convocó urgentemente a una reunión, y a ella acudieron prestos, con curiosidad ¿Cuál podía ser la causa?, se preguntaban los deseos más perversos y negros que pueden anidar en el corazón humano. Solo hasta que no estuvieron todos, el taimado Odio no apareció y entonces les espetó: “Los he reunido aquí porque deseo, con todas mis fuerzas, matar a alguien”. A pesar de tan dura afirmación, lo cierto es que los asistentes no se sorprendieron, esa es la verdad. Era el Odio quien hablaba y, al fin y al cabo, él andaba siempre queriendo matar a alguien. Ya, pero no es menos cierto que se extrañaron, preguntándose quién era tan difícil de matar como para que el Odio los necesitara, eso sí era extraño. La respuesta no tardó en llegar: “Quiero que maten al Amor”.
Una maliciosa sonrisa iluminó el rostro de los presentes, dejando ver sus más íntimos y malévolos pensamientos. Todos querían ser el asesino, pero se les adelantó el Mal Carácter: “Yo lo haré, en un año el Amor estará muerto. Le provocaré tanta discordia y rabia que no lo soportará”. De modo que quedaron en reunirse de nuevo al cabo de ese tiempo, pasado el cual, oyeron algo que les dejó tan sorprendidos como decepcionados: “Fracasé. Cada vez que yo sembraba una discordia, el Amor la superaba y salía adelante. Lo intenté todo, todo”. Era increíble, dijeron los malos sentimientos.
Solo frente a todos. Fue entonces cuando, muy diligente, se ofreció la Ambición quien alardeando dijo: “En vista de que el Mal Carácter fracasó, iré yo. Le enseñaré el deseo por la riqueza y el poder, una tentación que no podrá superar. Seguro que no”. Y empezó un duro ataque ante el que el Amor se tambaleó, tal fue su despliegue, y casi terminó sucumbiendo infectado de ambición, pero no se entregó del todo. Después de mucho resistirse se pudo reponer, con la fuerza necesaria y suficiente como para renunciar al deseo desbordado de poder y riqueza. Tras él, y furioso por el fracaso de la Ambición, el Odio envío a los Celos, quienes burlones y perversos, inventaron toda clase de artimañas y situaciones para despistar al Amor, para lastimarlo con dudas y sospechas infundadas. Y por supuesto que, confundido y encelado, sufrió, lloró y pensó, incluso, en morir o en matar, que no es más que otra manera de morir.
Pero lo volvió a pensar, no quería morir, ni matar, ni tener celos así que, con valentía y voluntad se impuso sobre ellos y los venció. Nunca habían visto nada igual los malos sentimientos. Año tras año, siglo tras siglo, milenio tras milenio, el Odio siguió en su lucha enviando a sus más hirientes compañeros: la Frialdad, el Egoísmo, la Indiferencia, la Pobreza, la Enfermedad y a muchos otros más, que fracasaron siempre porque, cada vez que el Amor se sentía desfallecer, tomaba de nuevo fuerzas y se superaba. Al final, convencido de que era invencible, les dijo: “No hay nada que hacer, el Amor puede con todo. Llevamos demasiado tiempo intentándolo. Abandono”. Para todos el Odio estaba acabado, quizás había llegado el momento de elegir otro jefe.
Quien mató al Amor. De pronto, de un oscuro rincón, se levantó un sentimiento. Estaba solo, vestía de negro y un gran sombrero que caía sobre su rostro lo ocultaba a la vista. Nadie parecía conocerlo y todos se estremecieron ante su fúnebre aspecto, que era como el de la muerte o quizás peor. Su voz sonó gélida cuando, con seguridad, dijo: “Yo mataré al Amor”. Incrédulos, todos se preguntaban quién era ese insolente que pretendía triunfar donde otros muchos habían fracasado. Cómo lograría lo que ninguno había conseguido. No, sencillamente, no podría.
Sin embargo, el Odio siempre odioso, no desaprovechó la ocasión: “Ve y hazlo”. Ni que decir tiene que ninguno pensó que lo conseguiría, pero estaban equivocados. A las pocas semanas, el Odio los convocó y todos pensaron que oirían un nuevo fracaso, mas no fue así. Ante todos ellos, el negro sentimiento del gran sombrero habló: “Ahí les entrego al Amor, bien muerto y destrozado”. Y sin decir más se marchó. De modo que era cierto, por fin, el Amor estaba muerto. Una feliz noticia sin duda, pero ¿quién era ese sentimiento? ¿cómo lo había logrado? Fue el Odio quien tomó la palabra por todos: “Espera ¿Qué hiciste? ¿Cómo fue posible en tan poco tiempo? ¿Lo desesperaste? ¿Y no hizo el menor esfuerzo para vivir? ¿Quién eres? El negro sentimiento, sin detenerse, giró su cabeza y levantó por primera vez su horrible rostro, sólo dijo: “Soy la Rutina”. Todos empalidecieron.
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FUENTE: Enroque de ciencia





































El hijo de Rebelde | Jueves, 06 de Febrero de 2020 a las 13:23:19 horas
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