"En este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira", ya lo dijo Don Ramón de Campoamor dejando sentada la relatividad de la realidad en cuanto a la opinión. Muy triste, ciertamente.

El 15 de Diciembre de 2019 se jugaba el Rayo-Albacete de la Liga SmartBank (Nombre lapidario de la Segunda División del Fútbol Español de toda la vida, por mor de la publicidad, gran diosa de la época). Desde días antes se esperaba cierta tensión, ya que el jugador ucraniano Román Zozulya estaba previsto que formara parte del equipo visitante. Desde el club se inistió en los días previos en pedir respeto antes del partido. El rechazo a Zozulya por parte de la afición rayista viene de su posible paso desde el Betis, su anterior equipo, al cuadro de Vallecas en el verano de 2017. Era conocido de los seguidores del equipo vallecano la vinculación a la ideología nazi del futbolista, expresa en imágenes por él mismo, que se conoció con motivo de la Guerra de 2014 en Ucrania, entre las tropas gubernamentales y las fuerzas simpatizantes de Rusia del este del país. En estas imágenes aparecía Zozulya con símbolos fascistas, apoyando a grupos ultras ucranios. El paso de Zozulya al Rayo se frustró por este motivo, respetando el sentir mayoritario de la hinchada, y desde entonces no apareció este jugador en Vallecas hasta el citado 15 de Diciembre pasado.

Los insultos de "nazi", "puto nazi", "fuera de Vallecas", por parte de un zona del estadio, ocasionaron la suspensión del partido al final de los primeros 45 minutos por decisión del colegiado del encuentro, José Antonio López Teca. El Comité de Competición sancionó al Rayo con 180.000 € de multa, la clausura parcial del estadio para dos partidos y determinó continuar el partido a puerta cerrada más adelante. Las reacciones a la sanción, que en principio extrañó en muchos ámbitos, hicieron creer, sobre todo por la dureza, que era un punto de inflexión en la permisividad y en la tolerancia con estas actitudes y se esperaba con ello que este tipo de conductas delictivas consiguieran, a partir de entonces, la respuesta enérgica que se aplicó al Rayo Vallecano.

Apenas un mes después, en el partido jugado este sábado 25 de Enero, entre el Espanyol y el Athletic, en el Estadio de Cornellá-El Prat, los continuos insultos racistas de la afición "perica" al jugador vasco, Iñaki Williams, no tuvieron, en ningún caso, reacción alguna por parte del colegiado José María Sánchez Martínez, que ni siquiera lo reflejó en el acta, a pesar de las quejas continuas del jugador y del conjunto vasco. Sin ningún género de dudas estamos ante la incongruencia supina de que se trate con diferencia tan escandalosa unas actitudes, cuando menos tan graves como las del caso Zozulya. Pero todo tiene su explicación si ahondamos en la ideología ultra del presidente de la Liga de Fútbol Profesional y, por ende, en función de la diferente vara de medir por parte de los árbitros, del aparato organizativo del fútbol español.

Se es consciente de que la violencia en el fútbol es un problema cada vez más preocupante, que semana tras semana se supera el salvajismo de la anterior. Si no se hace nada por atajarla ésta volverá a traer como consecuencias escenas luctuosas como las de la famosa batalla del Manzanares entre los ultras del Frente Atlético y los Riazor Blues, que acabaron con la vida del radical del Depor, Francisco Javier Sánchez Taboada, "Jimmy". Además, y mucho más grave que lo anterior, es que si las autoridades responsables toman partido por una de las corrientes, mucho mayor ha de ser el riesgo. Queda claro quiénes son los responsables de la violencia, pero no están muy lejos quienes lo están fomentando con su postura, no diré irresponsable, pues se trata de algo peor, sino partidista en esta escala intolerable de violencia gratuita.

Si el fútbol, para bien o para mal, tiene el poder que tiene, solo con gente decente, responsable y seria, podrá reconducirse. Ya está bien de que algo de tanto peso para mucha gente, esté en manos de gentuza indeseable que pone la mecha en la hoguera con su actitud.

Manuel García Mata