Quantcast
Redacción
Lunes, 30 de Diciembre de 2019

"La caña del país"

"Historias populares de la villa de Rota", por Prudente Arjona

[Img #127422]En esta sección se ofrecerán fragmentos del libro escrito por el roteño Prudente Arjona, titulado "Historias populares de la villa de Rota", que como su propio nombre indica, refleja buena parte de la historia local.  Aunque el libro está a la venta en papelerías del municipio, el afán del autor nunca fue lucrarse con ello, por eso, permite a Rotaaldia.com compartir algunos de sus capítulos para que el gran público tenga conocimientos de una parte pasada de la villa.

 

 

Os dejamos con el capítulo.

(Dedicado a mi amigo José Antonio Muñoz Márquez “Valiente”, quien solo ambicionó, ser pescador)

 

 

Supongo que habrá muchas personas desconocedoras de lo que encierra este título, mientras que a otros tantos les evocará el pasado. Todo el mundo conoce lo que es una caña de pescar, pero seguro que se la imagina de fibra o de carbono y con carretes de muchos euros. Sin embargo, me refiero a otro tipo de caña, muy sencilla, extraída de un cañaveral y terminada en un carrizo mucho más fino. ¿Qué esto puede parecer una tontería?, vale, está caña artesanal dice mucho de cómo se vivía hace cincuenta años o más, cuando los chavales, y los no tan jóvenes, nos veíamos obligados a fabricar nuestros propios artilugios para pescar, cazar, jugar, etc. También podemos hablar de las pelotas de trapo, de los tiraores (tirachinas), etc., etc. Hoy la juventud puede adquirir lo que se les antoja, pero en aquellos tiempos esto era impensable.

 

Recuerdo que para agenciarnos las cañas recurríamos a los cañaverales, matacañas, de los campos cercanos o lejanos que dispusieran de ejemplares lo más largo posible; luego buscábamos otros lugares donde existieran carrizos machos para terminar la caña, al tiempo que a ésta se le dejaba el último canuto disponible para el encaje del carrizo. Este canuto se reforzaba a todo lo largo con una cuerda fina liada, hilo carta o bramante a modo de muelle  para que éste no se cascara. Luego se pintaba para que la cuerda formara un fuerte protector, de manera que al doblarse el carrizo no se abriera la caña. Por otra parte, al carrizo le hacíamos una anilla de la misma cuerda en el puntero, donde se anudaba el aparejo o sedal provisto de una corchuela bicolor y un champé de trozo de tripa de gato (nylon) de menor grosor, en donde se empataban (ataban) los anzuelos. El hecho de que el champé se confeccionara de un sedal más fino era para que si se enrocaban los anzuelos no se perdiera el sedal, sino que se rompiera por la parte mas fina, perdiéndose solo el champé y no todo el aparejo.

 

Para conseguir una buena caña era menester dejarla en el cañaveral dos años, de manera que fraguara y se fortalecieran las paredes de la caña. Una vez limpia y cortada a la medida deseada se colocaba de pie sobre una pared, de forma que estuviera un poco inclinada para que adquiriera una ligera curvatura mientras se secaba a la sombra. La familia de Antonio Maximiliano Antón, aparte de vender cometas y collares a los veraneantes, preparaba también para la venta cañas del país y sus respectivos aparejos, si bien algunas personas se podían permitir el lujo de encargar a algún estraperlista largas cañas que adquirían en Cádiz y traían en el barco de la hora.

 

Hoy los chavales se distraen de diferente manera, pero creo que lo que ocurre es que desconocen el placer de ver sumergirse la corchuela y tirar de ella hacia arriba con una mojarra, un chapetón o una lisa enganchada. Las lajas situadas detrás del muelle viejo eran lugares maravillosos, donde decenas de niños y jóvenes nos iniciabamos en el arte de la pesca, aunque si cogíamos un ajogagatos ya nos sentíamos dichosos;  lo interesante era pescar y no el tamaño de las piezas. Por ello, le colocábamos anzuelos moscas, que eran los más pequeños, y que adquiríamos en el establecimiento de Manolo, el del Estanco, en la plaza Barroso. Lo cierto es que comprábamos un poco de masa en alguna panadería para usarla de carnada, y que con ella ya teníamos suficiente para echar la mañana, pues la ruamera (peces pequeños en bandadas que se comían rápidamente la carnada) que se sentía atraída por la masa nos hacía estar lanzando una y otra vez el sedal, aunque los espabilados pececillos, cuyas fauces eran aún más pequeñas que los anzuelos, se comían la carnada saliendo ilesos en su festín. En otras ocasiones usábamos como carnada los camarones que nosotros mismos habíamos cogido previamente en las pozas de las piedras en la bajamar de las mareas. Existía un tipo de pesca llamada a robar, para lo que se utilizaba una potera, un anzuelo con cuatro cuerpos en forma de ancla, de manera que, cuando al esparcir enguao en el agua acudían los peces, principalmente lisas mojoneras, ese era el momento de tirar una y otra vez de la potera en medio de la concentración de peces, con lo que casi siempre enganchábamos a alguno.

 

Explico en qué consistía el enguao, del que adquiríamos un cubo por una perra gorda (moneda de diez céntimos de peseta). Se llamaba así a los desperdicios de las caballas de la fábrica de don José León de Carranza. Éstas eran envasadas por un ejército de mujeres durante su época. Este enguao era un magnífico reclamo para atraer peces a mogollón.

 

El Picobarro, el garapé del muelle o la muralla eran lugares privilegiados para pescar con la caña del país. Cuando la marea estaba alta también pescabamos en el ruinoso balneario de Emilita Buada y las piedras de los Calaores, que eran asimismo sitios muy buenos para pescar chapetones. En las noches de temporal se podían coger robalos de buen tamaño, aunque había que tener mucho cuidado, puesto que la gran cantidad de ratas que merodeaban por aquella zona te podía robar sigilosamente las capturas.

 

De entre los expertos aficionados a la pesca con caña del país recuerdo a algunos, como el Brigada, el Valiente, el Chico, el Pelo y quizás el último de los tradicionales pescadores con la caña del país,  que fue el barbero Manuel el Vizcaíno, que disponía de una caja donde guardaba los aparejos y las capturas, y que le servia además de asiento mientras pescaba con una caña muy larga envuelta en cinta aislante negra. Solía guardar sus pertrechos de pesca en la misma barbería, situada en la esquina de la calle Queipo de Llano y Capitán Cortés, hoy Higuereta y Blas Infante. Su lugar preferido era el muelle pesquero, junto a una antigua grúa desaparecida hace una treintena de años.

 

En esta andanza entre los cañaverales de los tiempos pasados, e incluso actuales, hay una persona cuya habilidad no ha sido jamás superada por nadie, pues manejar una caña del país con un sedal tres veces el largo de la pértiga no es capaz de hacerlo todo el mundo. Hablo de Manuel Sosa Martín-Niño, Lolo, de la familia del Colorao, cuyo padre fue uno de los más famosos y expertos capataces de la almadraba de Don León. Es un excelente pescador en el arte de la pesca con muestras, que consiste en lanzar y recoger el sedal de manera insistente, intentando engañar a las astutas bailas con una muestra de aluminio a manera de boquerón que termina en un anzuelo, el cual en más de una ocasión fue capaz de llenar hasta la borda el bote con el que pescaba.

 

Hoy el Lolo no suele utilizar mucho la caña del país, pues según dice, no es que haya perdido la habilidad con la caña, sino que ya no hay bailas como en tiempos pasados.

 

Sirva este artículo de homenaje a todos aquellos jóvenes y mayores que alguna vez disfrutaron de la pesca con la tradicional caña del país, tan unida desde siempre a la historia de nuestro pueblo.

 

Comentarios Comentar esta noticia
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.36

Todavía no hay comentarios

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.