Emergencia Climática (por Manuel García Mata)
Se apagan los ecos de la Cumbre del Clima, la COP25, entre el ilusionante despertar de las conciencias de tanta juventud y el sabor agridulce de la inoperancia de la política para dar pasos para afrontar con decisión el mandato social. Si alguien soñaba que después de esta cumbre de Chile, celebrada en Madrid, se iban a abordar medidas decididas en favor del clima y, por ende, de nuestra supervivencia, está pronto a llevarse una tremenda desilusión. Así de cruel.
Europa, que frente al egoísmo y/o la necesidad de los países que obstaculizan la voluntad de actuar, quiere abordar decididamente el liderazgo de la lucha por salvar al planeta, encuentra dentro de sus filas las reticencias de países insensibles a las urgencias expuestas en la Cumbre; ya no son sólo Trump o Bolsonaro. Los países que se oponen frontalmente, USA, Brasil, India y China, representan la mitad de la población del planeta, que desoirán el clamor de la gente, pues entre quienes se apuntan al carro de la imprescindible regeneración ecológica, cuántos habrá que en su mezquina conciencia primarán antes sus intereses particulares que los de la humanidad en gravísimo riesgo de supervivencia.
Es posible que la exposición anterior traduzca una bipolaridad maniquea, pero no es cuestión de buenos y malos, sino que el problema es mucho más complicado. En absoluto esta afirmación pretende manipular el argumento manoseado de que la izquierda es la abanderada del movimiento, quizás lo pueda parecer por su mayor implicación hasta el momento, pero dentro de cualquier ideología puede hallarse suficiente sensibilidad y criterio para aceptar la inevitable exigencia de proteger a un mundo que, si nadie lo remedia, va de cabeza al abismo.
Pero si observamos cuáles son todos esos cambios, que aparecen como imprescindibles para revertir la situación, comprobaremos que atentan directamente contra nuestra manera de vivir. Disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero, que sirva para controlar al menos en parte la subida de la temperatura terrestre, se relaciona con reducir los desplazamientos, con limitar el uso de los coches, en especial los vehículos privados; con aprovechar las ropas que, con tanta alegría, desechamos para cambiar el fondo de armario; con cambiar los hábitos de alimentación, dejar de tirar comida; con gastar menos energía, no solo para viajar, somos especialistas en derrochar; con realizar compras de cosas más necesarias, eliminando en lo posible las superfluas; tomarnos mucho más en serio el reciclado; entre otras muchísimas medidas más; ya que somos conscientes de que el despilfarro es directamente proporcional a la hecatombe climática. ¿Nos hemos puesto a pensar lo que significa que la actividad productiva de todos estos sectores se reduzca de forma tan notoria? ¿Hemos calculado los millones de puestos de trabajo que están en peligro? ¿Es que quienes gozan de una situación privilegiada, dueños de empresas, miembros de consejos de administración, si ven flaquear sus fuentes de ingresos de manera tan sensible se van a quedar quietos? ¿Acaso estos van a cedernos generosamente los medios necesarios al resto para tener la posibilidad de seguir viviendo con la dignidad que el ser humano se merece?
Está claro que si se implementaran cuantas medidas se consensuan en estas conferencias internacionales, el desastre se podría paliar o al menos retrasarlo en el tiempo mientras todo el mundo toma conciencia. La duda reside en saber quiénes van a dar los pasos necesarios para que se hagan realidad los buenos propósitos.
En resumen, si de verdad queremos salvar la Tierra, aparte de imponer de manera contundente cuantas decisiones aceptadas en estos encuentros, habría que mejorar la obtención de recursos de forma sostenible, y esto pasa por la asunción de un cambio de forma de vida totalmente distinto de lo que tenemos hoy en día.
Si todo se reduce en pedirle a los políticos, que no son otra cosa que los servidores de los poderosos, verdaderos responsables, todo quedará en folclore y lamentaciones, programas de televisión, manifestaciones, acciones simbólicas y más conferencias internacionales, que nadie respeta, lo llevaremos crudo.
Visto lo visto, mucho me temo que, desgraciadamente, la mayor parte de la humanidad, y en poco tiempo, vivirá el apocalipsis.
Manuel García Mata

































Rebelderota | Martes, 24 de Diciembre de 2019 a las 12:43:26 horas
No hay más tonto que el no quiere ver y en eso se ve el comentario estupido me han hecho. La realidad es que hay superpoblación y los recursos del planeta se agotan. Pero algunos la emergencia climática es el CO2, pero si te das cuenta la sobre explotacion delos mares , el tráfico incesante aéreo o marítimo , la búsqueda de materias prima no solo lo hacen los países ricos sino los países pobres también. Y cuando un país pobre destruye su medio ambiente , está contribuyendo también al cambio climático y no es culpa de su población de ser pobre sino de unos dirigentes y políticos que tanto allí como aquí en España solo mira por ganar dinero para ellos. En Rota se ve conlos macrofestivales que destruyen la zona de punta candor y quien lo permite los políticos que tenemos y porque ahhh vete tú a saber , pero me gustaría saber el patrimonio de ellos antes y el de ahora . Eso si siempre habrá sectarios de izquierdas quelos defiendan como el tonto útil frau merkel.
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