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Redacción
Viernes, 01 de Noviembre de 2019

"La bahía, un mar de velas"

"Historias populares de la villa de Rota", por Prudente Arjona

[Img #124316]En esta sección se ofrecerán fragmentos del libro escrito por el roteño Prudente Arjona, titulado "Historias populares de la villa de Rota", que como su propio nombre indica, refleja buena parte de la historia local.  Aunque el libro está a la venta en papelerías del municipio, el afán del autor nunca fue lucrarse con ello, por eso, permite a Rotaaldia.com compartir algunos de sus capítulos para que el gran público tenga conocimientos de una parte pasada de la villa.

 

 

Os dejamos con el capítulo.

(Dedicado a mi amigo, buen deportista y Juez de Regata, Juan García Fénix)

 

 

 

Se me apareció de pronto como noche estrellada al medio día. Sobre el añil bruñido del cielo-mar de la bahía, cientos de puntos blancos cruzaban inquietos cual estrellas fugaces, copando la atención de mis pupilas, que ambicionaba abarcar el extenso panorama en movimiento de embarcaciones níveas entre estelas de redes, de inmaculadas espumas, mientras cientos de gaviotas, equivocadas cual palomas de Alberti, confundían los velámenes preñados de poniente con competidoras aves planeadoras que amenazaban robarles los plateados boquerones al socaire de las olas, en medio de un mar de velas zigzagueantes entre nebulosas de perlas etéreas, mitad sal, mitad espuma, mientras la luz solar, reverberando sobre los diminutos espejos destellantes diseminados a lo largo y ancho de la bahía, se quebraba una y mil veces ante los hachazos constantes de las rodas de los barcos, que multiplicaban por mil los desdibujados prismas reflectantes sobre el vaivén de  las olas empujadas por el húmedo céfiro del atlántico.

 

Mientras oteaba desde el barco visor la perpendicular del viento con el mástil del velero que servía de jurado de la regata, me vinieron en aluviones recuerdos del pasado de esta bahía gaditana que se abría a mis ojos y a mi mente: gente de mar roteña que marcaron estelas imborrables en los anales náuticos de nuestra villa, hombres marineros y nombres de barcos, faluchos propulsados por sus velas latinas y marineros guiados por su experiencia y los astros que le acompañaban en sus viajes con la Divina Providencia como seguro de vida. Lejos quedaban los motores diesel, los sextantes y, mas aún los GPS, los teléfonos móviles o el Internet. Cada viaje era una aventura de retorno incierto. ¿Cómo olvidar aquí la figura de Bartolomé Pérez, orgullo roteño de la navegación a vela de todos los tiempos, que navegó como marinero en su primer viaje del Descubrimiento de las Américas y a quién Cristóbal Colón confió su nao en su segundo viaje a las Indias, mientras que en su localidad natal lo tenemos olvidado, arrinconado y atado de por vida a la caña de granito de una carabela imaginaria? ¡Así semos sus paisanos!

 

Valga como muestra lo plasmado en sus libros por el roteño de pro, magnífico investigador, escritor y mejor roteño don Francisco Ponce Cordones, quién escribió sobre la última flota del novecientos en uno de sus múltiples libros, SPECULUM ROTAE, editado por la Fundación Alcalde Zoilo Ruiz-Mateos en 1981: faluchos, laúdes, golondrinas, escampavías y clíperes, encargados de transportar cereales, frutas, verdura, hortalizas y todos aquellos productos de las huertas de secano que dieron fama internacional a nuestra población, con mucha importancia y significación para la economía local, transportando a la capital los frutos de la huerta roteña, bien merecen nuestro recuerdo  por mucho que los mencionemos en nuestros pasajes marineros y que hacían sus travesías nocturnas para llegar a buena hora a la lonja de Cádiz, barcos de la hora y de la carga, que transportaban pasajeros y mercancías. Se llamaron así en referencia al tiempo que tardaban en hacer el recorrido entre ambas poblaciones y a los que se les recuerda por sus nombres de El Abanico, Isabel, El Gallo ó Paco Gabriel, propiedad de Francisco Pérez.

 

También hubo barcos que hacían la línea entre Rota y Huelva, Ayamonte, Tarifa, Portugal, y con la costa del Moro, refiriéndome a las poblaciones africanas de la zona del Protectorado, así como otras muchas embarcaciones a vela utilizadas para las faenas pesqueras, tanto faluchos que iban a las pesquerías en pareja, como las propias traíñas dedicadas a la pesca de la caballa y a la captura del atún en la almadraba roteña, pesca muy arraigada en nuestro pueblo desde tiempos inmemoriales.

 

Son también significativos, me viene a la mente por lo leído y escuchado, aquellos barcos que también venían de otras latitudes en busca de nuestros productos, incluso de Lepe, Huelva o Sanlúcar, de donde arribaba el San Francisco que tenía al mando a Francisco Guillén, en cuya embarcación, antiguo barco para la pesca en pareja, acostumbraba traer a bordo a su mujer, su chico y un cochino. Por su singularidad menciono los barcos portugueses Felicidade y O que Deus quera, (Lo que Dios quiera), que venían a este puerto a cargar piedras de molino, una industria importante en nuestra localidad con fama por ser de materia dura y de excelente calidad.

 

Súbitamente, la voz del oficial de a bordo reclamándome la dirección del viento y la deriva minutos antes de comenzar la salida de la segunda manga color amarillo masculino de 470, me despertó de mi ancestral abstracción y volver en mí de mi letargo. No obstante, mientras le respondía mecánicamente lo de viento 150º con 9 nudos y 60º de demora, mi mente contemplaba tras la línea imaginaria del campo de regatas, difuminadas como nubes de algodón entre los veleros en competición, los faluchos, laúdes, pailebotes, golondrinas, clíperes y traíñas con sus velas latinas que no querían perderse tan importante competición, y que como barcos fantasmas regateaban al pairo errantes por la Bahía..

 

 

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