"Una mentira repetida mil veces"
por Carlos Roque Sánchez
Cualquier persona que por motivos profesionales, religiosos, deportivos realice o haya realizado una actividad pública o con efectos públicos sabe que, más bien antes que después, en el ejercicio de esa actividad y precisamente por esa exposición, su comportamiento personal será enjuiciado tanto por desconocidos particulares como por colectivos conocidos. Todos pueden, podemos, hacerlo y nadie está libre de ser diana de esos disparos, nadie. Desde el Papa que renuncia a seguir calzándose las sandalias del pescador, hasta el profesor que suspende al alumno, no confundir con el estudiante, pasando por el presidente de gobierno que toma medidas que nos afectan y el periodista que las critica (o no). Todos sin excepción estamos a un lado o a otro (o en los dos) de este campo de tiro. Y no es que piense que este juicio esté mal, al fin y al cabo somos humanos, no me malinterpreten. Por supuesto que todo el mundo tiene derecho a emitir su opinión en libertad, aunque no por ello todas las formas de hacerlo sean aceptables, ni todas las opiniones, por su fondo, respetables, ni, por supuesto, compartibles. Pero en nombre de esa libertad, lo que sí es irrenunciable y exigible al opinador, es que sea fiel a la verdad, que no emita una mentira.
Ése es un requisito ‘sine qua non’ en el ejercicio democrático, y aquí es donde engancho con el título que encabeza esta entrada y que ahora completo: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una gran verdad”. Una frase que, probablemente, le resultará familiar como atribuida al que fue ministro de la propaganda del gobierno de Adolf Hitler en la Alemania nazi, Joseph Goebbels (1897-1945), quien con el ‘Reich’ en llamas y la ‘Wehrmacht’ retrocediendo en todos los frentes, aún así lograba que amplios sectores del pueblo alemán pensara que la victoria era posible. Es el poder de la palabra, a veces tan maldito. Nos resulta familiar con el fascista nazi, lo que no significa que sea suya pues, no faltan quienes se la atribuyen al comunista Lenin, seudónimo del dirigente revolucionario ruso Vladímir Ilich Uliánov (1870-1924). De modo que a saber dónde está la verdad. Una frase que, en cualquier caso, tanto está en un bando como en otro, lo que prueba que la doblez no tiene signo político pues lo mismo hace a derecha que a izquierda, igual sirve para un roto que para un descosido. Vaya con la astuta hipocresía de la maledicencia, que no olvidemos viene a ser como la hermana tímida de la calumnia. Tal para cual.
Verdad y mentira, dos extremos bien diferenciados pues, mientras gritar en alto la verdad puede convertirse en la justicia de los valientes, sembrar la mentira no es más que la diversión de los resentidos, ya saben, miente que algo queda. El único consuelo es, como bien dicen los árabes, que solo se tiran piedras al árbol cargado de frutos, y eso por algo será. Ya, lo sé, pero las pedradas le duelen al árbol. Volviendo a lo que nos trae, lo único cierto con lo que me quedo sobre la verdad de la atribución de la susodicha frase es que “es una mentira repetida mil veces”. Y puesto a escoger una cita que mezcle los términos mentira y verdad, verdad y mentira, permítanme que me quede con el artista Sabina, al que solemos ver por este litoral gaditano, y su canción ‘Es mentira’ perteneciente al álbum de 1996 ‘Yo, mí, me, contigo’, donde nos deja perlas como ésta: ‘Es mentira que nunca te he mentido, / es mentira que no te mienta más; / es mentira que un bulo repetido / merezca ser verdad’. Gran verdad lo de la mentira, maestro.
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FUENTE: Enroque de ciencia





































Hermano Lobo | Martes, 22 de Octubre de 2019 a las 14:13:00 horas
Lo clavas con la frase "...sembrar la mentira no es más que la diversión de los resentidos, ya saben, miente que algo queda..."
Muestras palpables tenemos desde hace unos años, por culpa de un innombrable, de que a base de mentiras y calumnias algunos pretenden cambiar hasta nuestra historia.
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