Quantcast
Sábado, 16 de Abril de 2011

Balsa Cirrito

[Img #6393]

DEMASIADA CERA


 
 
Y miren que lo intento, pero no me gusta la Semana Santa. Por triste que parezca, así, es. Sin ánimo de ofender (como ven, tomo muchas precauciones, no quiero que me pase lo que a ese grupo de madrileños, a quienes las críticas a la Semana Santa les ha valido una denuncia “por genocidio”, que además ha sido admitida por un honorable juez), pues como decía, sin ánimo de ofender, y con todo el respeto de este mundo y del otro, se podría afirmar que la mencionada Semana me resulta intensamente antievangélica, estéticamente espeluznante, cívicamente insoportable.

    Por supuesto, con el debido respeto. Y con ese mismo respeto me gustaría señalar que resulta una celebración en extremo molesta. No se trata de un día de cabalgata como en los Carnavales, las fiestas del Rosario o los Reyes Magos. Son ocho días (a menudo con sus noches) con las calles tomadas por las brigadas cofradiles. Estamos acostumbrados y casi no lo echamos en cuenta pero, y esto sea dicho con un poco menos de respeto, lo lógico sería que hermandades y cofradías adoptaran ante esta invasión una actitud humilde. Algo así como: “le agradecemos al pueblo que nos dejen utilizar las calles durante tanto tiempo, pedimos perdón por las muchas molestias que ocasionamos, y prometemos trabajar para que éstas sean cada vez menores”. Sin embargo, no es así. Más bien funcionan de otra manera. Si hay que talar unos árboles para que quepan los pasos pues se talan. Si los bares tienen que quitar las mesas de la calle y perder de negocio uno de los mejores días del año pues se quitan. Etcétera. Como no soy árbol ni bar, no me quejo.

    Sin embargo, hay un asunto del que sí me quejo. Y aquí, me temo, la cantidad de respeto con la que lo digo ha disminuido bastante. Hablo de la cera. La peligrosa cera de los cirios.
Trabajo en un instituto, y todos los años sin excepción, después de la Semana Santa, aparecen varios alumnos escayolados. La causa, fácilmente evitable, es que las calzadas, tras el paso de las procesiones, se convierten en pistas deslizantes, lo cual, sobre un ciclomotor, resulta muy poco práctico. Por mucho que lo considere, no soy capaz de encontrar una razón que justifique que tantos jóvenes acaben con un brazo o una pierna rota, o que se abran la crisma, que es algo que a nadie le gusta abrirse. Las procesiones, claro está, resultan más bonitas con cirios que con velones eléctricos, pero también las cabezas están mejor en su sitio que fuera de él.
Si hay algo que caracteriza a las hermandades es su impermeabilidad a las críticas. Cualquier cosa que se les reproche la interpretan como que la ha pronunciado el mismísimo Satanás, así que esto viene a ser como tirar monedas a la fontana de Trevi: inútil. Sin embargo, deberían reflexionar. Hace cincuenta años el papa salía a la plaza de San Pedro subido a una silla de mano sostenida por unos cuantos bigardos de la Guardia Suiza. Ahora lo hace en papamóvil. Para decirlo en italiano, esto se llama aggiornamento. Podrían practicarlo.







Comentarios Comentar esta noticia
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.27

Todavía no hay comentarios

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.