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Redacción
Sábado, 14 de Septiembre de 2019

"¿Por qué y cómo dejar propina?"

por Carlos Roque Sánchez

[Img #121079](Continuación) Siguiendo con la cuita que les planteaba la semana pasada en la línea de ¿propinas sí o propinas no?, y tras hablarles de los detractores de la misma, paso al segundo de los grupos de respuestas.
Panegiristas. Frente a los que ideológicamente estaban en contra de la propina se encontraban sentados, físicamente en la misma mesa y en clara concordia dialéctica, los proclives a dejar propina en determinados servicios. Por supuesto que en ningún caso lo consideraban una obligación o costumbre cuasi obligatoria, pero sí pensaban que en España este acto forma parte de la cultura social y viene a ser una manera cortés de agradecer un buen servicio. Una forma pues de expresar gratitud mediante la que valoramos la calidad, atención, amabilidad, educación y profesionalidad con la que hemos sido atendido.


Aunque eso sí, lo cortés no quita lo valiente, también explicitaban que si en un bar o restaurante la atención o el servicio no había sido bueno, entonces no se cortaban un pelo y por supuesto no dejaban ni un céntimo de euro de reconocimiento económico. No, para ellos está bien claro que, en ningún momento, la propina denigra ni a quien la da ni a quien la recibe. Un gesto, el de dejar propina si se está satisfecho, que planteado así en principio resulta loable si bien habría que tener en consideración el fondo y la forma del acto. Porque claro, aceptada la mayor y en puridad, uno no puede dejar de plantearse cuestiones como: ¿qué razón última nos motiva a dejar propina en un establecimiento?, ¿de qué forma lo hacemos?, ¿qué importe dejamos? Son como preguntas en busca de respuestas al estilo pirandelliano, en realidad la mitad misma que personajes en busca de autor del escritor italiano Nobel de Literatura en 1934, del que estamos en su octogésimo quinto (85.º) aniversario, una de esas efemérides que llamamos “redonda”.


Preguntas en busca de respuestas. Por lo que pude oír en la mesa, la de mostrar gratitud por un buen servicio mediante una gratificación económica, no es el único motivo que justifica su existencia. No porque, por suerte o desgracia, los hay de toda clase de naturaleza y condición humana, vean si no: interesada, para asegurarse un buen servicio la próxima vez; vanidosa, para así ser reconocido socialmente; solidaria, por mejorar el sueldo del trabajador; psicológica, por una vergüenza mal entendida, por mera costumbre o por monotonía. En este sentido algún comensal precisó que él sólo dejaba propinas cuando comía o cenaba en un restaurante de cierta categoría y coste elevado, pero nunca si lo hacía en uno barato o en un bar ¿Qué les parece? Humano, ¿verdad? Demasiado humano quizás, como nos dice el filósofo alemán.


Claro que, y tanto como el fondo por el que se deja una propina, importa también y no menos la forma con la que este gesto se ejecuta. Ante todo, por educación y protocolo, el de la gratificación debe ser discreto y carente tanto, de todo exhibicionismo prepotente, como, de cualquier atisbo de rácana cutrería. Y así no es de recibo por poco elegante, dejar a la vista la cantidad si ésta es alta, como tampoco lo es por inapropiado, utilizar la propina para liberar nuestros bolsillos de monedas de pequeño importe. No, no está bien, pero a veces estas cosas ocurren. Y por supuesto está la cantidad que dejamos de propina. Resulta evidente que no se debe ofender con la forma de darla, pero tampoco con el importe de la misma, que no debe ser tan irrisorio como para que resulte molesto, incluso ofensivo, a quien la recibe ¿Cuánto debemos dejar de propina? ¿Qué importe se considera adecuado socialmente? (Continuará)

 

CONTACTO: [email protected]
FUENTE: Enroque de ciencia

 

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