"¿Tenemos que dejar propina?"
por Carlos Roque Sánchez
Fue el pequeño debate que se abrió en la sobremesa de una de las últimas comidas que disfruté este verano con familiares, amigos y conocidos. Y como en botica, ante este asunto pecuniario hubo todo tipo de respuestas que se las agrupo: algunos estaban a favor, otros tantos en contra y por supuesto, estaban los ‘no saben / no contestan’, que nunca pueden faltar en toda pregunta que se precie.
Al principio -estábamos ya con los postres, creo recordar- se habló de la propina como gratificación en diversas actividades profesionales y en diferentes países de todo el mundo mundial. Entre las primeras estaban taxistas, peluqueros, conductores de VTC, repartidores a domicilio o botones de hotel sí, de hecho, algunos recordaron las ya casi extintas gratificaciones a médicos y enfermeras en clínicas y hospitales, y a los acomodadores en el cine, el teatro y los toros. Sin duda había edad, entre los que estábamos sentados a la mesa. Y entre los segundos, no les exagero ni un ápice con lo del ‘todo el mundo mundial’ pues, de los cinco continentes más aceptados que existen en el planeta, salieron bastantes y remotos países a la palestra. Sí, los comensales, no solo habían nacido ya a mediados del siglo pasado, sino que era gente que había viajado mucho y a lugares muy lejanos.
Pero esa línea extensiva “propinera”, laboral y geográfica, fue sólo al principio, después y más bien pronto que tarde, la vía práctica de los hechos se impuso y la conversación quedó reducida a la propina en el servicio de restauración (bares y restaurantes) y en el suelo patrio (patria chica). Ni que decirles tengo que cada uno de los grupos se atrincheró en sus posiciones y expuso buena parte de su argumentario en la defensa. Veamos si se las puedo resumir.
Detractores. Los que se decantaban por no dejar propina en ningún caso, argüían sobre todo razones de principios. La mayoría manifestaba que ellos, en el ejercicio de sus trabajos, no reciben ninguna clase de gratificación extra por realizar bien su trabajo, y que por tanto no ven justo que la reciban otros. Lo llamaban igualdad retributiva. Pero sobre todo insistían en otra vertiente más interesante quizás: les resultaría ofensivo y denigrante como trabajador, si alguien se la llegara a ofrecer. Hablaban ahora de dignidad personal. De ahí que no se sintieran en absoluto obligados a dejar propina cuando le sirven un café, un aperitivo o una cena, por muy correcta y amablemente que lo hagan, ya que el precio incluye un buen servicio que se supone va con él, como el valor acompaña al soldado.
Es evidente que para ellos la propina, lejos de ser una muestra de gratitud, lo es de caridad o compasión mal entendidas y una especie de deshonra a la que se ve sometido el trabajador que así, por otro lado y supuestamente, puede completar con este extra su bajo sueldo en la hostelería. Una injusta situación laboral que, es evidente, estos comensales no tienen la menor intención ni de propiciar ni de mantener en el tiempo, máxime cuando no siempre está claro que la propina, además, llegue al trabajador.
Me viene a la memoria la conocida y ocurrente frase a propósito, “A veces sucede así en la vida: cuando son los caballos los que han trabajado, es el cochero el que recibe la propina”, de la escritora británica Daphne du Maurier, que vino hace algo más de un año a este negro sobre blanco a propósito de la versión cinematográfica de su novela ‘Rebeca’. Una maravilla la citada obra, literaria y cinematográfica, y por supuesto un rotundo “no” por parte de los detractores a esta vieja costumbre, que en su opinión rebaja tanto a quien la recibe como a quien la da. No. La propina es facha, como dijo alguien que decía entender de la cosa ésta. (Continuará)
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FUENTE: Enroque de ciencia





































Hermano Lobo | Lunes, 09 de Septiembre de 2019 a las 22:46:50 horas
También espero el siguiente artículo para opinar al respecto.
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