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Redacción 1
Sábado, 03 de Agosto de 2019

"Los cabreos, para las grandes ocasiones"

por Balsa Cirrito

 [Img #119452]Por lo general, los políticos arrastran muy malos modos. Siempre me he preguntado por qué razón cuando alguien entra en política pierde todo atisbo de educación, y se dirige casi siempre a sus adversarios con el mismo tono que si le hubieran robado el rancho en una partida de póker fraudulenta. Observen que los partidos políticos nunca solicitan o piden, sino que exigen, preferentemente de forma inmediata y siempre con cara de mala uva. Todavía más sorprendente (y descojonante) me parece la actitud de ciertas asociaciones con media docena de miembros y que cuando se trata cualquier asunto que les afecta sacan su correspondiente nota de prensa con una agresividad digna de Otto von Bismarck. Se supone que es una actitud "firme", pero me temo que la mayor parte de las veces con las actitudes firmes no se va a ningún lado.

          

¿Alguien de verdad cree que se puede acceder a algo cuando se pide con cólera y provocaciones? Imaginemos que cualquiera nos dice: exijo esto o lo otro o lo de más allá, y si no te vas a enterar, cacho de capullo; ¿aceptaríamos tan amables peticiones? Lo dudo.

          

Creo que el que puso de moda las formas agresivas permanentes en la política española fue José María Aznar, y hay que concederle que tuvo bastante éxito: su estilo se ha extendido por doquier. A decir verdad, casi todo el mundo le copia. Aunque, probablemente, no se trate solo de una anomalía española. Rodríguez Zapatero, junto con Ruiz Gallardón casi los únicos políticos de los últimos 25 años que han tratado de no comportarse como energúmenos, cuando ha querido mediar en un conflicto extranjero, el de Venezuela, ha recibido numerosísimas leches dialécticas por parte de los venezolanos. Es cierto que la situación venezolana es tan grave que muchos piensan que el buen rollo está de más, pero visto lo que vemos, yo diría que el método Zapatero, de escasa agresividad y proclamando que to el mundo es güeno, es el menos malo para acabar con la situación y con el insoportable bocachanclas de Maduro: a las pruebas me remito.

           

Hace ya mucho tiempo, un servidor de ustedes, que Dios guarde muchos años, no era solo articulista, sino también y sobre todo periodista de calle. En la TV local. En la radio. En la prensa. Un pluriempleado que cobraba poco y con fama de cabroncete, según diversos gobiernos municipales. Sin embargo, yo era más bien devoto del soft power, y si los gobiernos municipales hubieran sabido cuántos marrones les evité hubieran tenido mejor opinión de mí. Con mucha, con muchísima frecuencia me llegaban personas con algún problema con el ayuntamiento. Personas que estaban cabreadas y que tenían ganas de montar un pollo en los medios de comunicación. Por supuesto, a mí, como a todo periodista, me encantaba un buen cacao, cualquier tipo de conflicto con mucha gente echando fuego por las narices para subir audiencias. Sin embargo, mi consejo a los cabreados era siempre el mismo: "mejor por las buenas", o "antes de montar un pollo agota los medios pacíficos". Me costaba trabajo convencer a quienes venían a mí, que a menudo me acusaban sutilmente de haberme acoquinado, que el mejor sistema era el que yo les proponía. "Salir a la prensa dando caña solo es el último recurso", les aseguraba yo, y mis visitantes me miraban como a alguien a quien se le había ocurrido una extravagancia y meneaban la cabeza poco convencidos. Debo decir con agrado que la mayoría de las veces tuve razón, y que muchos de los que llegaban para formar la zapatiesta no habrían conseguido nada si la hubiesen formado; en cambio, con mi sistema, alcanzaron lo que pretendían en no pocas ocasiones.

           

En realidad, la mayor parte de las personas trata de hacer las cosas bien. Por supuesto, hay muchas, muchísimas que no saben y que se equivocan,  pero la mejor manera de evitar que acierten es precisamente recriminarle sus fallos con dureza, sean ciertos o no. Cada día me aburro más de la figura del ciudadano indignado, del político intransigente y del activista exaltado. Cuando alguien está siempre de mal humor, sus enfados nos resbalan. En cambio, cuando alguien habitualmente cortés y educado se pone on fire, sí que se lo tomamos en cuenta. Dicho de otra manera. Reservemos los cabreos para las grandes ocasiones. Cuando se está todo el día con la espada desenvainada termina pareciendo cachondeo. Y el mundo político español, me temo, tiene ya demasiado cachondeo.

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  • Hermano Lobo

    Hermano Lobo | Martes, 06 de Agosto de 2019 a las 10:19:08 horas

    Dice un viejo refrán que... "se logra más con una gota de miel que con un barril de vinagre"
    Además, el cabreo mata porque puede llegar a provocar infartos.
    Cierto, hay políticos, algunos locales, que viven en permanente estado de guerra; aún pretenden ganar una que acabó, y perdieron, hace 80 años.
    Cualquier comentario, aunque sea jocoso o irónico les enfada muchísimo, porque confunden rivalidad con enemistad.

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