¿Y tú qué número haces? (y 2)
por Carlos Roque Sánchez
(Continuación) Por lo general y a medida que más tenemos de ambos, hijos y edad, todo apunta a que nos agobiamos menos y nos relajamos más, en su educación y crianza. A que perdemos intensidad en esa actividad que por otra parte, y en el microcosmos que es la familia, se ve compensado por las relaciones entre hermanos que hacen que cada uno de nosotros desarrollemos una conducta determinada. Sin ánimo de simplificar, pretensión de ser exhaustivo, intención de excluir ni, por supuesto, de estereotipar, el grupo de pedagogos y psicólogos del que les hablaba en la entrega anterior profesionales asignan a cada uno de nosotros unos rasgos distintivos. Ahí van algunos. Aseguran que el papel del primogénito no es sencillo. Si bien son los que más atención han tenido de sus padres por su condición de único, no hay más que ver que es del que normalmente hay más fotos y vídeos (les hablo de antes de la ‘era digital’), no debemos olvidar que un día dejan de serlo. Y su mundo organizado, del que son el centro, experimenta un repentino cambio de eje con la llegada del hermanito que, no sólo le priva de ser el centro de atención de sus padres, sino que le carga de responsabilidades. Y así los primogénitos suelen tener potenciados: el sentido del deber, la estimulación intelectual, el equilibrio emocional, el perfeccionismo y el grado de autoexigencia.
Por su situación de emparedado, los medianos tienen ventajas e inconvenientes, juzguen ustedes cuales son cada cual: no llegan a vivir en sus propias carnes la inexperiencia y novatada de los padres; son pequeños para competir con los mayores y mayores para hacerlo con los pequeños; se les exige menos y sus hermanos mayores les sirven de modelos, lo que les puede permitir afrontar retos mayores en la vida; nunca tendrán los privilegios que tuvo el mayor; heredarán su ropa y juguetes y, por descontado, no se le reirán las gracias como al benjamín. En general, los medianos se caracterizan por ser muy autónomos, populares entre los amigos y personas conciliadoras.
Y quedan los reyes de la casa. A su favor, el estímulo que puede ser para ellos, los caminos abiertos por sus hermanos mayores en todos los campos -escolares, deportivos, sociales, profesionales, etcétera-. Como los benjamines que son, los ven más fuertes e inteligentes, lo que los convierten en sus referentes y eso cuenta en la columna del haber. A cambio, en al del debe, se pueden encontrar con la bajada de guardia de los padres y su sobre proteccionismo, además del de los hermanos. La primera les hará que no capten el pleno significado del respeto a las reglas y normas, el segundo que se muestren como eternos bebés. Por lo general, estos hermanos, suelen ser despiertos, sociables y creativos.
No. No me he olvidado de los hijos únicos ¿Son más consentidos, egoístas y mimados por el hecho de serlos? Afortunadamente, y hasta donde yo he leído, no solo ningún estudio ha demostrado que lo sean, sino que, por el contrario, los muestran tan bien adaptados como los que no lo son. En mi prescindible opinión creo que es una afirmación bastante tranquilizadora porque, según datos del Instituto Nacional de Estadística, INE, el cincuenta por ciento (50 %) de los niños que en la actualidad nacen cada año en España son primogénitos, y tal como va la tasa de natalidad la mayoría serán hijos únicos. Así que. Por cierto, ¿se reconocen en alguno de los descriptores anteriores? Y ya de la que va, ¿usted qué número hace?
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FUENTE: Enroque de ciencia







































José María Pérez | Miércoles, 17 de Julio de 2019 a las 08:32:08 horas
Hoooombreeeeeeee, Carlos, que alegría leerte por estos lares.
He sido alumno tuyo en el IES Hermanos Machado. ¿Ahora eres roteño?.
Un abrazo y a ver si nos cruzamos por las calles de este encantador pueblo gaditano.
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