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Sábado, 09 de Abril de 2011

Balsa Cirrito

[Img #6263]

ROTA, PROVINCIA DE GALILEA

   
  
   

   

Hace poco, según leo en el periódico Noticias locales, se han rotulado dos nuevas calles en Rota. Con pompa, circunstancia y acompañamiento de autoridades. Excelente. Una dedicada a Santa María Mazzarello, y la otra a la virgen que acompaña al Nazareno. Como debe ser. Y es que, pese a lo que afirmen algunos descreídos, en Rota todavía no se le han tributado los debidos homenajes a Jesús Nazareno. Es verdad que ya tiene una plaza, que tiene la calle Calvario, y que se le ha nombrado Señor de Rota. Pero, digan lo que digan, eso es muy poco. Casi nada. De hecho, el nombre de nuestro pueblo es tan soso que no indica siquiera nuestra devoción por él, como ocurre en El Puerto de Santa María, o  El Ferrol del Caudillo, lugares que, como se ve, sí que reverencian a quienes se lo merecen. De hecho, me ha venido el runrún de que se quiere cambiar el nombre a nuestra villa, que pasaría a llamarse Rota Nazarena. Me sigue pareciendo muy poco. ¿Por qué no llamamos a Rota Nazareth de una vez por todas y nos dejamos de medias tintas, eh? Así todos los roteños, incluso los perdidos agnósticos, serían nazarenos, quisieran o no, y acabarían morados de rabia, nunca mejor dicho.

¿Y qué decir de Santa María Mazarello, salesiana de pro? Cierto es que en nuestro pueblo ya les tenemos adjudicadas a los salesianos varias estatuas y unas cuantas vías, alguna plaza y una avenida. Calderilla. Y que varios directores del Colegio Salesiano ya tienen su calle. Minucias. Porque el hecho cierto es que al que fuera famoso director de esa institución a principios de los años setenta todavía no se le ha dedicado nada. ¿Por qué, eh, por qué? Con lo bueno que era.


Nos hallamos en unos días de perdición y desenfreno, y uno no puede sino echar de menos otras épocas, cuando las cosas se hacían como Dios manda. El padre de un amigo mío me ha contado una bonita anécdota, reflejo de unos tiempos más nobles, cuando los hombres eran hombres, las mujeres mujeres y los curas las dos cosas, porque su grandeza de espíritu era tan enorme que todo cabía en ellos. Y es la historia la siguiente. En los años sesenta, y en el transcurso de una procesión del Corpus Christi, al paso del Santísimo, hubo un espectador que no sólo no se arrodilló, sino que tuvo la osadía de permanecer con la gorra puesta. ¿Creerán ustedes que el honrado sacerdote que presidía la procesión se quedó de brazos cruzados como haría cualquier chiquilicuatro eclesiástico de nuestros días? Por los cojones. Aquel buen padre se salió de la procesión, se acercó al hombre y le arreó una bofetada. Con dos casullas. Y el público, ah, el público. El público de entonces aplaudió la valiente acción de aquel cura, cuyo nombre, para desgracia, no consta en los anales. Una pena, porque, sin duda, también podríamos dedicarle ahora una calle. Historias de este tipo, le alegran a uno el corazón.

Por eso, se agradecen noticias como la que señalábamos al principio. Así que ya sabemos. A seguir así. Y a quien no le guste, que no pase por esas calles. Aunque pensándolo bien, para no pasar por todas esas benditas arterias urbanas y tan devotas, en Rota (llamémosla así hasta que logramos que sea Nazareth) habría que pasar volando. Pues que aprendan a volar.

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