"La noche de las elecciones"
por Balsa Cirrito
Pasé la noche de las elecciones en la sede del PSOE, lo cual, vistos los resultados, era el mejor sitio para pasarla. Lógicamente, había allí bastante alegría. Sin embargo, observé un hecho curioso. A medida que se iban conociendo los resultados, muchos de los presentes, sobre todo los socialistas veteranos, expresaban una singular solidaridad y empatía con los que habían salido peor parados. Lo puedo entender. Un servidor de ustedes, hace algunos años, estuvo envuelto en un par de campañas electorales. Y saboreé las dos caras. La feliz de la victoria y la amarga de la derrota (en nuestro caso, más que derrota, podríamos considerarlo como una victoria no lo suficientemente contundente). Y juro que se trata de una experiencia intensísima y que no se puede comparar con ninguna otra. Recuerdo de aquellos días electorales que yo solía decir: "los que pierden lo pasan muy mal; los que ganan lo pasan mal a secas", y creo que no exageraba demasiado.
El pasado día 26 había nueve sedes de partidos recibiendo los datos de las mesas electorales. En ocho - me puedo imaginar - flotaba la tristeza (quizás en la del PP una tristeza relativa, ya que aunque los resultados no fueron buenos para ellos, muchos los auguraban peores) y en una reinaba la alegría. Como pueden comprender, se trata de un reparto muy desigual. Y es a lo que voy. La dureza de la vida política. Los muchos malos ratos por los que han de pasar quienes a este juego se dedican. Recuerdo haber oído decir a Domingo Sánchez Rizo que casi el único buen momento que vivió en sus cuatro años de alcalde fue el día de la visita del rey, que supuso un feliz paréntesis en la tarea absolutamente demencial que es la de dirigir un ayuntamiento. He oído a Manolo Bravo o a Juan Antonio Liaño, delegados de Hacienda en diferentes épocas, comentar que a partir del día 10 de cada mes comenzaban a dormir mal pensando en cómo iban a pagar la nómina del mes siguiente. He visto a cierto alcalde de Rota tan liado en los asuntos municipales que un hijo suyo tuvo que pedirle cita al secretario para lograr hablar con él. Ya digo, muy duro.
El pasado día 26 el recuento se empleó con refinada crueldad para herir a Roteños Unidos y a Vamos con Rota, partidos que vieron como el escrutinio iba concediéndoles un concejal en una estimación parcial para quitárselo a la siguiente, volvérselo a dar y volvérselo a quitar, y terminar dejándolos a las puertas del ayuntamiento. He estado en trances parecidos y me imagino como se sintieron. O quizás no, porque en esta ocasión el destino se pasó de mala leche. Hablaba antes de aquellas elecciones en las que no alcanzamos la alcaldía pese a ganar por amplísima ventaja. Pues he de decir que si mala fue la noche de las mencionadas elecciones, casi peor fue el día siguiente (al que, por supuesto, llegábamos sin haber dormido apenas). El día siguiente teníamos que ir retirando carteles y banderolas de publicidad. Nos cruzábamos con los de IU, que también habían salido escaldados, y nos pasábamos mutuamente la mano por el lomo. Creo que no hay muchas cosas tan melancólicas como ir retirando propaganda electoral después de una derrota.
He conocido a muchos políticos, los miro y veo que siempre sacrifican cosas. No pocos salen de la vida pública con importantes pérdidas personales. Rara, muy rara vez, terminan satisfechos con tal y como rodaron sus asuntos y su participación. Y uno se pregunta qué les hace estar ahí. Para qué. Por qué. A veces es fácil decir que la gente se mete en política buscando el beneficio personal, pero, hasta donde puedo ver, es algo que ocurre en un número muy pequeño de casos. Es un lugar común la crítica generalizada a quienes se introducen en política, lo cual resulta muy mezquino por nuestra parte. ¿De verdad alguien cree que se trata de un trabajo fácil o agradable? ¿Nos gustaría de veras estar en su lugar?






































Cardenio | Lunes, 03 de Junio de 2019 a las 19:05:59 horas
Eso de que Cirrito sea de izquierda no lo veo yo muy claro
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