Elda V (por Ángela Ortiz Andrade)
Salió de la bañera y aún con una toalla enrollada en el pelo, se dispuso a pintarse las uñas de los pies. Llamaron a la puerta y Elda fue a abrir apoyando los talones descalzos, era su amiga. Venía cargada con grandes carpetas de documentos y tubos portaplanos; entró, miró a su alrededor y abrió los brazos dando una vuelta: -“¡pero qué maravilla has hecho aquí, niña. Lo has puesto todo precioso!” Isabela le había prestado a su compañera su casa de soltera para que viviera allí el tiempo que le hiciera falta. Pero estaba vieja y descuidada, así que le dijo a su nueva inquilina que pusiera de nuevo en marcha sus dotes de interiorista y reformara la casa para poder alquilarla el día en que se quedara de nuevo vacía. Con el consejo y la ayuda de Isabela y Pablo, Elda tomó la decisión de terminar su último año de arquitectura. Quedaban muy pocos exámenes para obtener su título por fin.
-“¿Y eso?” Le preguntó a Isabela señalando lo que portaba en las manos. –“Mira chica, llevo años en la empresa viendo cómo ascienden a mucha gente (casualmente todos hombres) y a mí no. Ahora hay una vacante que quiero que sea para mí, así que estoy volcada con el proyecto que tengo que entregar a finales de este mes, los quiero dejar impresionados. Tú tienes un don natural para esto, siempre se te ha dado bien, mucho mejor que a mí, así que quiero que lo supervises para que me aconsejes; oye, a propósito ¿cuándo me ibas a decir que la reforma había terminado?, tenemos que hacer una gran fiesta de inauguración, no vamos a escatimar en nada, sobre todo para callar muchas bocas, la de Cuca en especial”.
-“Nena, no te he dicho nada porque aún estoy ultimando algunos detalles; hay que ver que siempre estás con tus inseguridades, seguro que lo que me traes está perfecto, pero no te preocupes que te lo iré mirando en estas semanas, espera que termine de prepararme y nos vamos”.
Isabela dejó el proyecto en el dormitorio de su amiga, sabía de sobra que a Elda le encantaba sentarse allí, sobre la alfombra con el PC y algo de lectura antes de dormir, ahora estaría muy entretenida. Cuando iban saliendo acordaron que la fiesta tendría lugar a finales de mes; ellas mismas prepararían las invitaciones.
La celebración fue, bajo el punto de vista de Elda, demasiado ostentosa, rozando o más bien sobrepasando el despilfarro, algo obsceno según su punto de vista; justo lo que su amiga se proponía. Pero tenía que reconocer que la casa estaba preciosa: decorada de manera exquisita, tenía todas las luces encendidas y las ventanas abiertas de par en par asomadas al patio, de ellas se escapaba el murmullo de los invitados solapado por la música de un saxo. Los camareros movían sus bandejas de Moët Chandon con parsimonia entre el pequeño y selecto grupo de amigos, donde no podía faltar Cuca que no dejaba de comentar con sus amigas cada detalle que encontraban en la casa, ni su marido, que junto a otros hombres fumaban en los escalones de la entrada. Era una noche idílica.
En mitad de la velada, Elda se dirigió al cuarto de baño que tenía en su dormitorio. Para su sorpresa de ahí vio salir a Cuca, cuando le dio alcance, ésta le comentó que como el baño de la casa estaba ocupado, había optado por usar el que tenía en su habitación. –“A propósito, ¿quién te ha hecho la reforma?, está preciosa y la decoración todo un primor”. La “dueña ficticia” de la casa contestó: –“Oh, muchas gracias, pero no he tenido que recurrir a nadie, lo he hecho todo yo misma. Sabes que trabajé unos cuantos años de interiorista y que dentro de unas semanas me gradúo como arquitecta”. –“Ah, es verdad, pues enhorabuena, oye, una pregunta: ¿esto lo has pagado al contado o te has hipotecado? ¿te ha salido muy caro? Es que yo quiero también hacer reformas y me estoy informando, ¿sabes?, no es por entrometerme, es que necesito saber por cuánto me puede salir, quiero tener una idea, nada más”. Elda la iba a mandar a paseo, pero el sonido del teléfono dentro del dormitorio la salvó, -“perdona, pero tengo que contestar al teléfono, te tengo que dejar”. –“Oh, sí claro, querida. No te preocupes”. Una vez sola en su habitación, echó una mirada rápida; encima de la alfombra estaban esparcidos todos los planos de su amiga tal y como ella los dejó con anterioridad, comprobó que cada cosa estaba en su sitio y que no faltaba nada, se quedó más tranquila. Salió del cuarto y se sumó a la velada hasta bien entrada la madrugada. La fiesta había sido un éxito.
Ángela Ortiz Andrade

































Ángela | Martes, 28 de Mayo de 2019 a las 21:53:53 horas
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