Soy tan europeo que hay días que tengo la sensación de que se me está poniendo la cara azul, y los ojos se me imagina que son estrellitas amarillas. Por mucho que me esfuerzo, no recuerdo nada tan positivo para nuestro continente como la Unión Europea. Cuando sale algún antieuropeísta, de estos que pululan por internet, diciendo que ojalá desapareciera la UE, le haría comerse un trocito de los restos del muro de Berlín y un poquito de la hierba que rodea el recinto de Auschwitz.

Los europeos somos la sal del mundo. Quienes hemos hecho la historia del planeta. La mayoría de las ideas interesantes y los hechos importantes de la humanidad, han surgido en Europa. A veces se dice, de forma general, que a los habitantes del Tercer Mundo les gustaría vivir como viven los occidentales, pero no es exactamente cierto. La realidad es que el resto del mundo quiere vivir como vivimos en Europa. Los coreanos, los japoneses o los estadounidenses habitan en países que también gozan de un alto nivel material, pero sus vidas, con todos los respetos, resultan detestables para la mayoría de los europeos. Viven exclusivamente para trabajar, con jornadas laborales kilométricas y con mínimas vacaciones.

No hay nada tan hermoso como Europa. ¿Qué pintores se pueden comparar a los europeos? ¿Qué músicos? ¿Qué escritores? ¿Qué edificios? ¿Qué ciudades? La cocina japonesa o la china tienen su gracia, y, de vez en cuando, se puede uno atrever a comer un burrito mejicano o cosa que se le parezca, pero, ¿qué cocinas existen que se puedan parangonar con esas tres maravillas de la invención humana que son la cocina española, la francesa y la italiana?

Los europeos han colonizado cada punto del planeta por su mayor empuje, cultura, ciencia y valentía. Cierto que el colonialismo tiene puntos oscuros, pero fíjense si han sido o no mucho más oscuros cuando lo han practicado países de fuera de Europa. Y, en todo caso, tener cara y aspecto de Europeo es una buena recomendación en cualquier lugar del mundo. Vaya usted a cualquier punto de África con su cara de europeo, vestido con un elegante traje de Adolfo Domínguez, y será - instintivamente - respetado por los naturales.

Hay que estar orgulloso de ser europeo, y la Unión Europea es nuestro mejor instrumento para tener vidas dignas y felices. Recuerden - lo digo para los antieuropeístas - que en el continente es cierto que somos muy guays, pero nos hemos hartado de guerrear entre nosotros a lo largo de la historia. Con la UE son imposibles las guerras interiores y uno no puede ni imaginarse un conflicto entre dos países miembros. La UE ha proporcionado un largo periodo de paz, estabilidad y prosperidad inaudita a los habitantes de la vieja Europa.

Por supuesto, existen cosas que mejorar - ¿dónde no? - pero  confieso que cada vez que oigo las proclamas nacionalistas de algunos partidos o las antieuropeístas de otros, me echo a temblar. Nadie más español que yo, pero tampoco nadie más europeo. De hecho, hasta hace poco me consideraba un amante de las cosas británicas; desde el Brexit he experimentado un irreprimible rechazo por todo lo relacionado con GB. De hecho, cuando en Netflix aparece una serie o peli inglesa ni siquiera hago el intento de verla. Las elecciones europeas están a la vuelta de la esquina, y hay algo que siempre me ha sorprendido, y es la gran abstención que se se produce en las mismas, como si no tuvieran ninguna importancia. Votemos, votemos en las europeas y hagámoslo con cabeza.

PD. (La semana próxima hablaremos de las locales. (Huy).