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Redacción
Sábado, 27 de Abril de 2019

"Placita de Méndez Núñez"

"Historias populares de la villa de Rota", por Prudente Arjona

[Img #112290]En esta sección se ofrecerán fragmentos del libro escrito por el roteño Prudente Arjona, titulado "Historias populares de la villa de Rota", que como su propio nombre indica, refleja buena parte de la historia local.  Aunque el libro está a la venta en papelerías del municipio, el afán del autor nunca fue lucrarse con ello, por eso, permite a Rotaaldia.com compartir algunos de sus capítulos para que el gran público tenga conocimientos de una parte pasada de la villa.

 

Os dejamos con el capítulo:

 

 

 

Dejando para más adelante la descripción de edificios emblemáticos y con tanta historia como el antiguo cuartel de la Guardia Civil o el Castillo de Luna, pasaremos desde la calle Fermín Salvochea a una mini-plazoleta, llamada de Méndez Núñez, pomposo nombre para una plaza tan pequeña que sólo cuenta con una casa, y que fue rotulada por el Ayuntamiento de 1866 en recuerdo del insigne marino español don Casto Méndez Núñez, que tanto se distinguió en nuestras viejas colonias de Filipinas. 

 

Esta placita tiene acceso a la plaza Bartolomé Pérez, y da continuación a la calle Gravina en su confluencia con la calle Carmen, con salida por ésta al paseo marítimo de La Costilla, donde se encuentra también la entrada principal del hotel Duque de Nájera. A pesar de que hoy sólo cuenta con una casa, lo que no ocurrió en el pasado, quizás por su antigüedad y el esmero de sus dueños en su conservación, ésta mantiene su estructura de arquitectura roteña antigua, contando además en su planta baja con el bar La Concha. Este bar estuvo regentado durante muchísimos años por Juan, el Gordito, y desde hace unos años lo estuvo también, bajo el mismo nombre, por la empresa belga dueña de la cadena de Hoteles Andaluces con Encanto, a la que pertenecen en nuestra localidad los hoteles Playa de la Luz y el mencionado Duque de Nájera, los cuales mantuvieron dicho negocio con la calidad y servicio a la que nos tiene acostumbrados.

 

Volviendo a nuestra entrañable placita, hemos de comentar que su denominación de forma oficial fue la de plaza del Mesón, y así consta en archivos y documentos públicos debido a encontrarse en ella la única posada o mesón de la localidad, por lo que hasta no hace mucho se conocía a dicha casa como la Posada. Este edificio fue adquirido a mediados del siglo XIX por la familia Fuentes Málaga, conocida por los Malaguitas, y en ella nació el día 25 de julio de 1865 don Antonio Fuentes Pérez, ilustre sacerdote, doctor en Derecho Canónico y Civil, que tuvo bufete abierto en Sevilla durante varios años, alternando su labor de apostolado religioso con sus trabajos de jurisconsulto.

 

Sin solución de continuidad nace en esta placita la calle Gravina, camino del puerto pesquero y deportivo, que fue conocida popularmente como calle del Muelle, y de ésta, a su vez, en su acera izquierda la calle Ignacio Merello.

 

En 1810 el Ayuntamiento acordó rotular esta calle con el nombre de Gravina para honrar la memoria del marino don Federico Carlos Gravina, héroe de la batalla de Trafalgar. La calle en cuestión concluye en el arco del viejo faro, antigua Puerta del Mar, que aún subsiste muy modificada.

 

Según los Annales de la Villa, redactado por nuestro querido cronista oficial de la Villa, José A. Martínez Ramos, a la espalda del castillo discurría la antigua cerca almenada, bordeando el barranco hasta llegar a lo que hoy es Hotel Duque de Nájera. Llegado a este punto torcía el muro en ángulo recto, a cuya vuelta se hallaba la Puerta del Mar, defendida por una buena torre cuadrada, parte de cuyos muros se conservaban hasta no hace mucho en el interior de lo que fue batería del Duque de Nájera, donde hoy el citado hotel. Pasada la puerta descrita, seguía el muro bordeando del barranco hasta llegar a la Puerta de Jerez, cuya disposición desconocemos por no haberse conservado vestigio alguno de ella.

 

Desde allí torcía la muralla, cuyos restos pueden apreciarse entre las casas, hasta llegar a la Puerta de Tierra o Arco de la Villa, formado, a lo que parece de las noticias llegadas hasta nuestros días, por un torreón central que miraba al interior de la población. Por debajo de citado torreón había un pasaje cubierto, a través del que se accedía al espacio que conforma la actual Plaza de España, que se hallaba defendido por el referido torreón…

 

En 1775 don José Iznardi, un importante industrial, que fue diputado del Común, y que disponía de una preciosa finca en la cuesta de San Cayetano, de la que oportunamente dimos cuenta, y que poseía asimismo diferentes negocios en la localidad, envió un escrito al Ayuntamiento ofreciendo trasladar a su costa la Pescadería, que se hallaba situada frente del arco del muelle en su entrada, mudándola y fabricándola de la misma extensión en el sitio inmediato a dicho arco a la espalda de la muralla que hacía frente al muelle, a condición de que se le franquease en propiedad todo el sitio restante en la propia muralla para labrarlo para su propio uso, siguiendo la misma anchura de la pescadería hasta morir en punta con el dicho muro y guardando línea de modo que quedase un cuadro sin rinconada alguna, acordó el Ayuntamiento el 3 de enero acceder lo propuesto siempre que dicha la obra no causase deformidad alguna y fabricase unos poyos o asientos de material en toda la extensión del recinto que labrase, incluido el de la pescadería.

 

En la casa número 1 de la calle Gravina existió hasta hace unos veinte años la fonda Miramar, del industrial Alonso Camacho Cacela, creador del plato culinario conocido internacionalmente como Urta a la Roteña, el cual tenía instalado también dentro de la marina seca del muelle pesquero José María Pemán un restaurante de madera y lona durante la temporada veraniega, lo que hoy llamaríamos un chiringuito, que tuvo una gran fama, y en que se daban cita muchas personalidades importantes que llegaban a Rota en aquellas fechas.

 

La casa en cuestión disponía de un bello patio porticado, con arcos sobre columnas de mármol y gran escudo heráldico sobre sencilla portada. Hay que decir para orgullo de los roteños que, aunque esta finca fue derribada y sobre la parcela se construyó un nuevo edificio, tanto las columnas de mármol, como asimismo el escudo heráldico, que fue restaurado, se encuentran cumpliendo sus funciones como testimonio de la antigüedad y legado de lo que existió en su momento.

 

En la casa número 7 vivió durante muchos años don Francisco Pérez Puyana, conocido en Rota y puertos cercanos por Paco Gabriel. Este señor fue un magnífico carpintero de ribera, constructor de infinidad de botes y barquillas y de varios faluchos y traíñas de pesca, que realizaba con una técnica propia, hasta el punto de que ejecutaba verdaderos trabajos de ingeniería naval artesanal, todo ello al aire libre y sin conocer técnicas de cálculo de ninguna clase puesto que era semi-analfabeto, pero pasado de inteligencia y profesión En ese lugar hoy en día existe un bar de copas, regentado por un irlandés, que lleva bastantes años explotando el negocio, el cual es propiedad de un nieto de Paco Gabriel, y que se llama Enrique Pérez Fernández.

 

Como todo el mundo sabe, en la calle Gravina se encuentra el hotel Duque de Nájera, pero tal vez no todos sepan que el gran espacio que este ocupa fue en la antigüedad una importante batería destinada a la defensa de Rota y de la bahía.

 

La situación de aguas abiertas de nuestra localidad daba lugar a la entrada de barcos tripulados por indeseables, que atracaban a nuestro antiguo puerto o varaban en nuestras playas saqueando todo lo que encontraban por delante. Pero no eran sólo aquellos desalmados dedicados a la piratería, sino que fueron más de uno los países que nos invadieron con sus barcos de guerra, arrasando e incendiando el pueblo y ocasionando auténticos estragos en la población y sus bienes materiales. Ingleses, holandeses, franceses, etc., fueron algunos de aquellos países que enviaron tropas dedicadas a ese tipo de canalladas, que nos causaron cuantiosos daños materiales y humanos.

 

Como venimos repitiendo en distintos capítulos de este libro, Rota era una población desprotegida militarmente, por lo que desde muy antiguo vikingos, moriscos o turcos asaltaban la villa, campando con sus respetos por la bahía sin que nada ni nadie que se lo impidiese, lo que dio lugar a que nuestras tierras y nuestra población quedasen despobladas por temor a los continuos arrasamientos, violaciones, robos y asesinatos a los que eran sometidos los habitantes de nuestro litoral.

 

Con el paso del tiempo se fueron construyendo torres de vigilancia en las costas, desde las que se mantenía una constante vigilancia, y en especial de aquellos barcos que surcaban cerca de las mismas y que resultaban sospechosos, dando la alarma para que la gente corriera a sus respectivos refugios y procurara en lo posible poner a salvo sus ganados y otros bienes materiales. Luego se fue fortificando el pueblo con murallas. Más tarde, tras la introducción de la artillería, se crearon baterías de costa que repelieron en más de una ocasión a los asaltantes, si bien nunca fueron suficientes ni se contaba con el personal adiestrado, ni el armamento o munición requeridas.

 

Una de esas baterías era la llamada de la Culebrina, que cumplió un importante papel en la defensa de la capital y de los pueblos de la bahía, dado que Rota, debido a situación estratégica y tener una parte introducida en el mar, permitía ver con mayor facilidad los barcos enemigos que se aproximaban, dando la alarma a las demás poblaciones a través de un cañonazo de una importante pieza situada en la misma.

 

Sobre este particular podemos leer un acuerdo plenario del año 1527, en cuyo año dispuso el rey Carlos I formar escuadra para perseguir a los corsarios franceses, escribiendo para artillarla a los duques de Arcos y Medinaceli, así como a los marqueses de Tarifa y Ayamonte para que le auxiliaran y prestaran su artillería, ofreciéndose por el duque de Arcos, entre otras, las baterías de Rota.

 

En el año 2000 el coronel de Artillería don Virgilio Calama Rosellón, casado con una roteña, tuvo la feliz idea de publicar a través del Ayuntamiento de Rota y la Fundación Alcalde Zoilo Ruiz-Mateos un importante estudio sobre la Batería Duque de Nájera, que sucedió a la de la Culebrina a principios del siglo XX, bajo el título El Ducado de Nájera y la Villa de Rota, cuya lectura recomendaría a toda persona interesada en la historia, y principalmente en la militar de una época concreta, y en el que se expone detalladamente el proceso de construcción de la expresada batería y la parte que tuvo en la misma de aquel gran militar que fue el duque de Nájera, así como su relación con Rota, sobre cuyo particular manifiesta el general jefe de la Región Militar Sur, don Juan García Martínez, en la presentación del libro lo siguiente: El ducado de Nájera y la Villa de Rota supone un esfuerzo importante realizado por el coronel de Artillería D. Virgilio Calama para rescatar del paso del tiempo la historia de un linaje, los Zavala, cuya vida está entrelazada con el final del siglo XVIII y siglo XIX de la España de siempre.

 

Abarca el trabajo desde la época colonial española, su decadencia y la independencia de nuestros virreinatos americanos, hasta la pérdida de Cuba y Filipinas, sirviendo de nexo de unión la historia de tres generaciones de la familia Zabala, abuelo, hijo y nieto, que vivieron con intensidad momentos ilusionantes y atormentados de nuestra historia y que el coronel Calama ha sabido hacer brillar de forma destacada.

 

En esta obra nos habla don Virgilio Calama, a través del cúmulo fechas, acontecimientos y demás datos recopilados, de la construcción de esta batería, que fue bautizada con el nombre de su fundador, don Juan Evangelista de Zavala y de Guzmán, duque de Nájera, gobernador militar de Cádiz,  responsable del artillado de la bahía de Cádiz y, por tanto, de Rota. En mérito a su labor el Ayuntamiento de Cádiz lo nombró hijo adoptivo, y el de Rota solicitó del Gobierno que la batería recién construida llevase su nombre, a más de rotular con el nombre de Duque de Nájera la actual calle Fermín Salvochea.

 

Como es natural, las nuevas armas bélicas dejaron obsoleta a la vieja batería y sus antiguos cañones. En su lugar se crearon unas dependencias navales denominadas Defensas Submarinas, cuyo mantenimiento corría a cargo de la Marina de Guerra española, que fue pertrechando y acondicionando el lugar con material USA procedente de instrumental técnico utilizado por los norteamericanos en la guerra de Corea.

 

Posteriormente, cuando el avance tecnológico dejó nuevamente caducas las citadas instalaciones, éstas quedaron prácticamente abandonadas, instalándose entonces en un pequeño recinto la Comandancia Militar de Marina, que hasta aquel momento se hallaba ubicada en el tramo de la actual calle Blas Infante que lleva a la playa de la Costilla, en una casa situada junto a lo que fuera Cine Playa.

 

No obstante, en el mismo lugar el Ejército de Tierra mantenía unos pabellones donde vivían varias familias de  militares, que poco a poco fueron quedando deshabitadas, hasta que todo el perímetro que ocupaba la mencionada batería fue cedido al Ayuntamiento, y posteriormente adquirido por la empresa Hoteles Andaluces con Encanto, que instaló el precioso hotel que hoy podemos ver, al que bautizó con buen criterio con el nombre del Duque de Nájera.

 

Según los vestigios que se encontraron a la hora de excavar en la tierra para hacer la cimentación, en ese mismo lugar existieron edificaciones muy antiguas procedentes de la etapa islámica de nuestra villa, aunque de escasa entidad e importancia aparte del conocimiento que su estudio, efectuado por la Delegación Provincial de Cultura, pudo aportar, por lo que se autorizó la continuación de la obra, y hoy sólo nos queda el expediente como vestigio escrito de lo que allí existió.

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