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Redacción 2
Sábado, 09 de Febrero de 2019

"Calle Castelar"

"Historias populares de la villa de Rota", por Prudente Arjona

[Img #107469]En esta sección se ofrecerán fragmentos del libro escrito por el roteño Prudente Arjona, titulado "Historias populares de la villa de Rota", que como su propio nombre indica, refleja buena parte de la historia local.  Aunque el libro está a la venta en papelerías del municipio, el afán del autor nunca fue lucrarse con ello, por eso, permite a Rotaaldia.com compartir algunos de sus capítulos para que el gran público tenga conocimientos de una parte pasada de la villa.

 

 

Os dejamos con el capítulo

 

Dejando atrás las calles Argüelles y San Rafael, desembocamos en la calle Castelar, que discurre desde la plaza de San Roque hasta la calle de Nuestra Señora del Rosario. Hace unos años el trozo existente entre Nuestra Señora del Rosario y Veracruz pertenecía a la misma calle Castelar, pero hace más de quince años dicho trozo se rotuló con el nombre del galardonado poeta roteño y Premio Nacional de Literatura don Felipe Benítez Reyes.

 

Hemos que recordar, no obstante, que el tramo aludido tuvo con anterioridad diversos nombres, como fueron callejuela de Levante, paso de la callejuela, y Fray Pedro de la Concepción en homenaje a un padre mercedario muy querido en Rota, que falleció en 1767 y, por último, para abreviar, calle de la Concepción, nombre que mantuvo  hasta 1938, en que volvió a ser denominada Castelar para pasar posteriormente a denominarse Poeta Felipe Benítez, como ya indicábamos en el párrafo anterior.

 

A mediados del siglo XVI en que comenzaron sus edificaciones, esta calle fue conocida con el nombre de la calle del Barro, seguramente porque en los días de lluvia, y por la depresión que tiene en su cruce con la de Isaac Peral, se convertiría en un verdadero lodazal.

 

También se le conoció con el nombre de Ondulada, y cuando se edificó la capilla de San Roque fue conocida por calle del Capellán, ya que en su última casa, adosada a la ermita, vivía el sacerdote que atendía dicho templo, y en ella vivió muchos años más tarde un personaje muy peculiar, conocido popularmente por maestro Puyana, que  tenía su barbería en la esquina de las calles Blas Infante y Charco, en la mismísima plaza de Andalucía, de cuya barbería ya hemos dado debida cuenta.

 

Otro de los nombres que tuvo esta calle Castelar a finales del XVII fue el de Harina, dado que en el número 23 se instaló un molino dotado de piedra para moler cereales, que surtía de harina, no solamente a Rota, sino a Chipiona y a las familias que vivían en los campos próximos.

 

En 1891 el Ayuntamiento acordó rotularla con el nombre de Castelar en honor del insigne tribuno gaditano don Emilio Cautelar, del que algunos escritores andaluces, como Fernando de los Ríos y de Guzmán, aseguran que nació en Rota.

 

Esta calle permaneció sin pavimentar hasta 1890, en que se le hizo una calzada con lajas o piedras traídas del Salado y colocadas y fijadas al estilo de la época, con arena de la playa.

 

Ya en 1912 se pavimentó con adoquines que se trajeron de Gerena, Sevilla, y cuyo transporte desde aquella capital hasta Rota se hizo en faluchos de la flota roteña.

 

Hoy el trozo comprendido entre la calle Veracruz e Isaac Peral es peatonal, y en la temporada estival el Ayuntamiento coloca toldos que permiten que se pueda transitar por dicha calle aún en los momentos de máxima temperatura veraniega.

 

En la casa número 19 estuvo a principios del siglo XIX la carpintería de los hermanos Raffo, que por cierto eran las máscaras más graciosas y originales de nuestro Carnaval, juntamente con José Luis Rivera Acosta, barbero, que salían en los carnavales.

 

Frente a dicha carpintería se encontraba el horno-tahona de la conocida panadería de Masuerto, y que hasta hace varios años lo han mantenido operativo sus herederos, aunque totalmente  modernizado.

 

Así como antes esta calle era poco transitada, desde que en 1929 se construyó el Mercado de Abastos en el antiguo convento de la Merced se ha hecho bastante comercial, ya que tiene instalados muchos establecimientos y tiendas de todo tipo de productos.

 

Detalle curioso de consignar es que en la casa número 1 hubo en 1914 un fotógrafo llamado Lorenzo Díaz, que anunciaba su trabajo una placa que decía Fotografía Moderna. Se hacen trabajos retratísticos, tanto en bromuro como al citrato de plata.

 

Desde hace bastante años destaca el exorno de los balcones y fachadas de esta calle, adornada con mantones, exornos decorativos y plantas con motivo de la celebración de las festividades del Corpus Christi y de la Patrona, cuyas procesiones pasan por ella, y especialmente en la salida procesional del Corpus, donde previamente la Junta de Gobierno de la Hermandad Sacramental vierte sobre el pavimento plantas aromáticas silvestres cogidas en la sierra, como romero, tomillo, etc., que desprende un aroma extraordinario en ese glorioso amanecer mientras se contempla el paso de la Sagrada Forma.

 

Como anécdota ocurrida en dicha calle, diremos que el día de la Patrona del año 1894, con ocasión de correrse por la mañana el toro del aguardiente, un grupo de jóvenes que corrían delante de la res, al verse muy próximo el toro, se subieron todos a la reja de una ventana, que se desprendió con el peso cayendo sobre el animal, que recibió tal golpe que hubo que apuntillarlo allí mismo. Afortunadamente, a los jóvenes no les ocurrió nada importante, sólo uno de ellos sufrió la fractura de un brazo.

 

Puede que algunas personas mayores, o que sin serlo sepan sobre el particular, piensen que se nos ha olvidado hablar de otro nombre que tuvo la actual calle Castelar, a la que se la conoció durante muchísimos años como calle del Almirante, un personaje roteño que nació en 1622 y murió a la edad de setenta y cinco años, alcanzando el grado de almirante, pero que fue tan peculiar que su calle, al igual que ocurriera en aquella época con otras, como la actual Blas Infante, que se le conocía por calle de la Bejarana, la calle Prim, bautizada como calle Masín, o la de Pedro de la O, que debe su nombre a otro personaje de la historia local, la relevancia y popularidad de algunos de sus vecinos era tanta que eclipsaba con su nombre o título el originario por el que estaba rotulada la calle. Así, ésta de Castelar, que tuvo en la antigüedad diversos nombres, fue conocida popular y oficialmente casi hasta nuestros días como calle del Almirante, en honor del almirante don Bartolomé Gutiérrez de la Herrera, propietario de una hermosa casa en esta calle, más concretamente el número 9, que aún hoy es conocida por algunas personas por Casa del Almirante.

 

Esta casa tiene un bonito y alegre patio porticado con columnas marmóreas y arcos de medio punto. Durante la invasión anglo-holandesa de septiembre de 1702 fue requisada y habitada por el duque de Ormond, jefe de los ejércitos de tierra que ocuparon nuestra villa.  Durante la ocupación francesa fue habitada por los jefes de las tropas invasoras.

 

Centrándonos en el personaje que nos ocupa, era bien poco lo que se conocía de esta figura hasta fechas muy recientes, tan sólo una breve referencia en algún libro escrito sobre la invasión anglo-holandesa de 1702 gracias a la inspirada pluma de nuestro paisano don Francisco Ponce Cordones, o quizás alguna sucinta noticia en las actas capitulares de nuestro Ayuntamiento o en los libros de fábrica de la parroquia de la O, pero gracias al trabajo de nuestro cronista oficial, don José A. Martínez Ramos, hoy podemos conocer  documentalmente algunos datos que nos permiten hacer una reseña, aunque no una biografía detallada del personaje.

 

Así, sabemos que fue bautizado en jueves diez de marzo de 1622 por don Bartolomé Puyana, cura en la Iglesia Mayor de esta villa de Rota; que era hijo legítimo de don Francisco Gutiérrez de Herrera y de doña Quiteria Bernal. Nieto por línea paterna de don Miguel Rodríguez de Herrera y de doña Ginesa Martín. Por la materna de don Bartolomé Martín Curtido e Isabel Martín, todos ellos vecinos y naturales de esta villa de Rota e hijosdalgos a fuero de España, tenidos y reputados como tales, estatus social no desdeñable en un pueblo como Rota, donde no había distinción de estados por ser de behetría, en cuya virtud no se repartían pechos algunos a ningún vecino, por pagarse a S. M. el servicio real y moneda forera de lo que resultaba de la dehesa que llaman El Bercial, propia de esta Villa, práctica que se venía observando desde hacía muchos años, tantos que no se había hallado noticia alguna en los papeles del Ayuntamiento, cuyo cabildo más antiguo databa de 1597, ni más oficios que los de un corregidor, que nombraban los duques, dueños señoriales de la villa; dos alcaldes anuales que elegía el Ayuntamiento y aprobaba el señor, y seis u ocho regidores que el duque nombraba por el tiempo de su voluntad.

 

Respecto a la vida de los roteños, descansaba en la cíclica periodicidad de su actividad agrícola dentro de los sobresaltos y sinsabores que le reportaban el clima, las enfermedades y las frecuentes alarmas militares que sus cada vez más poderosos enemigos acarreaban al ya decadente imperio español de Felipe IV y Carlos II.

 

De lo primero tenemos ya temprana noticia en este año de 1622 con la nevada caída en la villa el jueves 3 de enero entre las dos de la tarde y las doce de la noche, cosa jamás vista en estas partes. De lo demás, terremotos en 1636 y 1680, peste en la comarca en 1645, 1648, 1649 y 1680; ataque inglés sobre la bahía en 1625, nuevos recelos de guerra y temores de invasión en 1629, 1642, 1649 y 1655; alojamientos de tropas y levas militares en 1642, 1645, 1647, 1649 y 1652; sequía y malas cosechas en los años 1648 y 1682, cuyos efectos se prolongarían hasta 1684, con su secuela de hambres y enfermedades, nuevos repartimientos en metálico en 1660, etc., datos todos ellos indicativos de la dureza de la vida en la época, muy alejada del cuadro amable y bucólico que ocasionalmente tratan de presentarnos algunos autores. Como colofón, 1697, año de la muerte de Bartolomé Gutiérrez de Herrera, fue un año de gran escasez, viéndose nuestra villa socorrida con trigo desde Arcos de la Frontera, dando fin de esta manera al siglo XVII que, como a toda España, dejó a Rota despoblada, hambrienta y empobrecida.         

 

Volviendo a nuestro personaje, y según la hoja de servicios plasmada en el expediente formado para su ingreso en la orden de Santiago, fue a servir a Su Majestad en la Armada y Carrera de Indias de veinte años poco más o menos, donde le honró con el puesto de Capitán de ellas y Capitán de Infantería y Almirante General del Mar del Sur y Gobernador de una escuadra que fue al socorro del reino de Tierra Firme, asistiendo ambos servicios hasta el año de setenta y tres, como consta de sus papeles y certificaciones de sus servicios. Hallándose este declarante en el reino del Perú, tratando de tomar estado, fue necesario hacer manifestación de su nobleza.

 

Casado con doña Maríana Páez Fragoso, anotaremos, ya a escala local, que el 2 de julio de este mismo año de 1673 fue propuesto y nombrado alcalde ordinario de esta villa juntamente con Antonio García Pacheco. El 2 de marzo de 1677 fue recibido por alcaide y capitán a guerra del castillo roteño previo pleito homenaje prestado el 17 de diciembre de 1673 como caballero hijodalgo en manos de don Francisco Ponce de León, caballero de la Orden de Calatrava.

 

Como dijimos anteriormente, el almirante don Bartolomé Gutiérrez de Herrera, caballero de la Orden de Santiago, gobernador y capitán de guerra, alcalde que fue del castillo de esta villa y esposo de doña María Páez Fragoso, falleció en 1797, creando su herencia muchos problemas al no dejar descendientes, puesto que su disposición testamentaria fue mayor que su patrimonio, si bien dejó para la memoria de los roteños el recuerdo de nombre en la calle y casa del Almirante. ¡Que Dios lo tenga en su Gloria!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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  • uno del centro

    uno del centro | Sábado, 02 de Marzo de 2019 a las 20:17:53 horas

    Se podria añadir, que gracias a ciertos vecinos la calle se ha echado a perder, dandose a la fuga la mayoria de los comerciantes y personas de bien que en ella vivian. Aun recuerdo de niño la vida que tenia esta calle y los comercios siempre llenos. Hoy se ve a gente teniendo que agarrar sus carteras por si acaso y locales cerrados debido al mal ambiente creado en dicha calle. No acuso a nadie, el que conozca la calle sabrá de lo que estoy hablando.

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  • Hermano Lobo

    Hermano Lobo | Martes, 12 de Febrero de 2019 a las 13:23:54 horas

    Aunque no lo comente por cada entrega, no puedo por menos que agradecer la amenidad y fuente de conocimientos sobre nuestro pueblo que son sus artículos.
    Gracias.

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