"Se grita para que nadie oiga"
Balsa Cirrito
Seguramente, lo que voy a decir resultará un tanto extraño en la sección de opinión, pero una de los grandes paradojas del mundo es el exceso de opiniones, de voces valorando esto y lo otro. Tengo la suficiente edad para haber conocido aquella España de hace unos años donde solo existían dos canales de televisión, esto es la 1 y la 2. Recuerdo que, por aquel entonces, cuando se hablaba de que algún día se abriría la espita a las televisiones privadas, se preveía un futuro luminoso de un mando a distancia que pudiera manejar numerosas cadenas con elegantes programaciones, llenas de cultura y urbanidad, cadenas que propulsarían el nivel intelectual de nuestro país. No creo que sea necesario explicar en qué hemos quedado.
Pues con las opiniones ocurre algo parecido. Aparte del número casi infinito de medios de comunicación, tenemos otro número igualmente infinito de blogs y páginas webs donde pulula otro número infinito de opinadores. Sumemos las terribles redes sociales, encabezadas por tres jinetes del Apocalipsis: Twitter, Facebook e Instagram, acompañadas muy de cerca por el cuarto jinete, que es Youtube, y tenemos un panorama indeciblemente caótico, un barullo donde nada se escucha.
Somos tan ingenuos que creemos que esto es una absoluta libertad de expresión, cuando, en realidad, es exactamente lo contrario. Hablamos tanto y tanta gente que nada importa, porque nadie atiende a nadie. Da igual lo que se diga porque no se oye. Podemos gritar que nuestras palabras no tendrán eco. Y es lo mismo que nuestro twitter o nuestro blog sea reproducido cien mil veces o cincuenta, porque el eco, el efecto, se evaporará a los cinco minutos.
Uno de los sistemas más inteligentes para que nadie se entere de nada es ahogarnos en información. A Mariano Rajoy, a quien muchos con gran ingenuidad catalogaron en su momento como un tipo mediocre, le recuerdo una de las más brillantes exhibiciones de esto que digo. Era entonces don Mariano ministro de no sé qué bajo el gobierno de José María Aznar. Se había producido el hundimiento del Prestige y Rajoy daba una rueda de prensa para justificar al Ejecutivo. La estrategia que utilizó, sin duda maquiavélica, en vez de hacerse el remolón y el ocultista guardándose datos, fue la de inundar a la prensa de referencias. Recuerdo que su presencia ante los medios fue algo así como: "A las ocho y un minuto, se recibe una llamada de socorro en la comandancia de Marina; a las ocho y tres minutos se traslada esa información al Centro de Rescate; a las ocho y cuatro minutos se produce una llamada de teléfono... ", y así recorriendo el reloj minuto a minuto, de tal manera que ningún periodista o ciudadano que escuchara la rueda de prensa lograra enterarse de nada, consiguiendo que el escándalo, al menos durante unos días, derivara hacia otros aspectos del asunto.
Más o menos ahí estamos, hablando todos a la vez sin que nadie escuche realmente. Un cabreo en Instagram que es trendic topic y que dura lo que duran dos cubos de hielo en un whisky on the rocks, que diría Sabina. Al día siguiente, un comentario que se viraliza, pero que, por lo que se ve, se trata de un virus muy inofensivo, porque no deja huella alguna. Un post que alcanza cincuenta mil me gusta y que no se recuerda diez segundos después de haber sido clickeado. Una canción en youtube que oímos y no sabemos quién la ha cantado. Un meme que reproducimos un millón de veces y que en ocasiones ni siquiera hemos entendido, pese a que casi siempre no haya nada que entender... A menudo me pregunto si no es la estrategia contemporánea para mantenernos agilipollados, algo así como: "decid lo que queráis, cuanto más digáis menos importa". Empiezo a pensar si los dictadores que ponen cortapisas a la libertad de expresión no son tontos del haba, porque deberían de hacer exactamente lo contrario, que todo el mundo dijera lo que le diera la gana, y cuanto más a menudo, mejor.
Digo esto desde las páginas de Opinión, que tiene plan, y me imagino que sería lícito que alguien me preguntara: ¿Y tiene usted una alternativa mejor?. Y mi respuesta sería bien sencilla: no.





































Pio Pio Moa | Miércoles, 13 de Febrero de 2019 a las 21:13:54 horas
Me llena de orgullo ver como mis libros revisionistas blanqueadores del regimen franquista, cual detergente de lavadoras, hayan calado tan hondo entre las buenas gentes patriotas nazionalcatolicas y defensores de la familia y la Iglesia catolica. O dicho de otro modo, me pirra que todavia haya incautos que se traguen mis revisiones historicas sin anestesia. Que más dá que los hechos a los que se les achaca los motivos del levantamiento y el golpe de estado fuesen posteriores a estos, para los lectores sin criterio no tiene importancia, lo basico es repetir las mismas mentiras para que parezca que son verdad y se tienen argumentos. Me enorgullece haber lobotomizado a tantos incautos admiradores del regimen franquista y que aún hoy en dia sigan pensando que ellos estan en el bando ganador. Ilusos, fanaticos y simples que no saben que solo son carne de cañón y que los autenticos vencedores son las familias que forjaron una fortuna gracias al rebaño que aceptaba y aplaudia.
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