Brilla con todo su esplendor la capital que eligió Felipe II para ser el centro de todos sus territorios peninsulares, continentales y ultramarinos; exhibe con orgullo toda su belleza que multiplica la Navidad sobre estas privilegiadas tierras mesetarias, donde indígenas y foráneos conviven con alegría durante las fiestas que ponen el broche al año en curso. El ajetreo compulsivo de las compras protagoniza con descaro los momentos más intensos de los días madrileños en su ya histórico centro neurálgico ciudadano. Y mientras, la vida sigue impertérrita con sus luces y sus sombras, con sus dulzuras y amarguras, con sus glorias y sus miserias, con su tránsito inevitable.

Todos los años, la más grande de las villas españolas, ofrece un variado catálogo de actividades de todo tipo para deleite de quienes tenemos la oportunidad y el placer de disfrutarlas. Mucha es la oferta, muy variada y dirigida a toda clase de público. Hay quienes por razones de costumbres, aficiones, intereses o gustos, nos encaminamos a la interesantísima oferta cultural; pero imposible sería que se limitase solo a ese campo.

Entre el amplio elenco de exposiciones que ofrece Madrid, CaixaForum luce de nuevo con una excelsa muestra de arte egipcio faraónico, que mantiene muy alto el listón que año tras año esta empresa se exige, que incluso cuando uno como yo, cliente de la misma, invita a pensarse, si seguir o abandonar sus servicios y decide continuar por motivos como estos: En resumen, alta calidad recomendable con completa garantía.

Otra de las entidades privadas que se suele descolgar con actividades exhibitorias de altísimo nivel es el Palacio de Gaviria. Situado en la calle del Arenal a menos de 100 metros de la Plaza de la Puerta del Sol, el lugar más emblemático de la ciudad, y quizás de toda la península, sin pretensión de entrar en polémicas innecesarias, y no solo por su enorme atractivo actual, sino también por los momentos épicos allí vividos. No solo es el lugar recurrente que la españolidad asocia con las campanadas de fin de año; también tuvo significado especial en Mayo de 1808, en la insurrección que dio lugar a la Guerra de la Independencia; años antes, en 1766, se abrió la espoleta que dio lugar al Motín de Esquilache; aquí se proclamó la Segunda República, en 1931; en 2011 se produjo el despertar del Movimiento 15-M, conmemorado con una placa recién estrenada en una de sus emblemáticas fachadas.

Volviendo a la actualidad, Arthemisia, primera y mayor empresa italiana dedicada a la exposiciones de arte, nos ofrece en el citado Palacio de Gaviria, una muestra extraordinaria de una de las artistas más relevantes de la época contemporánea. Tamara de Lempicka, pintora modernista, considerada como la reina del art déco, que no dudó en sumergirse en muchas de las corrientes artísticas de su época, desde el cubismo o el futurismo, en que se enraizó su producción. Paleta de colores luminosos, trazado de líneas marcadas, formas rotundas y composiciones clásicas y atrevidas crea unos cuadros de una belleza deliciosa, acompañado de dibujos delicados y perfeccionistas, con una temática valiente y desinhibida, todo ello encuadrado en un marco perfecto que completa con objetos modernistas que recrean un ambiente ideal. Hablar de su obra y de su vida es hablar sobre todo de la actualidad de más de la mitad del siglo XX, con todos los sucesos que convulsionaron esta época, como convulsa fue la vida de esta persona excepcional, que se bebió la vida a sorbos largos, que estuvo relacionada con grandes figuras del momento como Jean Cocteau, James Joyce, Colette o Isadora Duncan, que viajó por Polonia, Rusia, Suiza, Italia, Francia, España, EEUU... y México, donde permaneció hasta su muerte en 1980. Con esta exposición el Palacio de Gaviria sigue siendo un máximo exponente cultural de la capital, con todo merecimiento.

Seguro que quienes aprovechen esta oportunidad sabrán valorarla en su justa medida. Si pueden no se la pierdan. Dejemos por el momento aquí esta reseña, seguir sería muy largo.

Manuel García Mata