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Sábado, 17 de Noviembre de 2018

"Historias populares de la villa de Rota", por Prudente Arjona

En esta sección se ofrecerán fragmentos del libro escrito por el roteño Prudente Arjona, titulado "Historias populares de la villa de Rota", que como su propio nombre indica, refleja buena parte de la historia local.  Aunque el libro está a la venta en papelerías del municipio, el afán del autor nunca fue lucrarse con ello, por eso, permite a Rotaaldia.com compartir algunos de sus capítulos para que el gran público tenga conocimientos de una parte pasada de la villa.

 

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PATIO DE SANTA CRUZ

 

 

 

 

Voy a tratar aquí de una de las placitas más pintorescas de Rota, tanto que me atrevería a asegurar sin miedo a equivocarme que existe en la localidad muchas personas que ignoran el lugar, y otras muchas que desconocen sus orígenes, e incluso me aventuraría a afirmar que no todos sus vecinos saben su verdadera historia, aunque fuesen los primeros que ocuparon las viviendas construidas en las parcelas que conformaron dicho patio.

 

Lo cierto es que el espacio que ocupa el referido patio pertenecía a una gran extensión de terreno que comenzaba en la calle Calvario, donde se inicia la calle Nuestra Señora de los Remedios, y finalizaba en el callejón de la Presa, hoy calle Amapolas. Todas esas tierras eran, como he dicho en otras ocasiones, propiedad de mi padre, Juan Arjona, quien creó y bautizó la calle Nuestra Señora de los Remedios, cuya advocación a esta Virgen tenía siempre presente, hasta el punto de hacer una pequeña hornacina al comienzo de la calle, otra que se situaba al final de la misma, en la fachada de su calería, y otra al final de la calle Nardos, todas ellas desaparecidas a excepción de esta última, que le fue regalada a Juan Santamaría, Mindundi.

 

Por otra parte, he de decir que mi padre era un enamorado de Sevilla, de la que decía reunir todos los encantos y suponía para él una fuente inagotable de inspiración. Cuando tenía que acometer proyectos, sobre todo relacionados con remates, capiteles, celosías, cornisas, balaustradas, vallas, ventanales y cualquier tipo de diseño con cierta inspiración andalusí, recorría los barrios antiguos de la capital sevillana para encontrar edificaciones que contuvieran diseños que le dieran ideas sobre lo que buscaba, todo ello relacionado con ese estilo arabesco tan particular que de hecho le encantaba. Lo curioso de mi padre que nunca llevaba una cámara fotográfica, ni tomaba apuntes, ni tan siquiera me comentaba nada sobre sus proyectos, andaba y andaba, se paraba, volvía al mismo sitio, tomaba a ojo de buen cubero lo que le interesaba y se marchaba. Luego veía yo plasmado en papel barba lo que pretendía fabricar, con sus diseños para los moldes, etc. En verdad mi padre era único, con todos sus fallos y desaciertos humanos.

 

Lo cierto es que cuando viajaba a Sevilla no se perdía ni una vez visitar el Patio de Santa Cruz -que ahí a donde quería llegar- porque este patio sevillano tenía un encanto y un embrujo especial para él. En más de una ocasión lo acompañé y puedo dar fe de lo que cuento. Un día me confesó que le gustaría trasladar ese patio a Rota. Así que pasaron los años, y comenzó a diseñar un plano donde aparecía el actual Patio, rodeado de casas bajas y pintorescas. Nunca decía nada a nadie sobre sus proyectos, como buen artista que era.

 

De inmediato intuí que se trataba del proyecto que había estado gestando durante tantos años. Cuando se lo pregunté, me contestó que le gustaría hacer ese patio y que nosotros, los ocho hermanos, cuando fuésemos mayores y nos casáramos, viviésemos en el mismo, cada cual en una de las casas que compondrían dicho patio, al que por supuesto bautizaría con el nombre de Patio de Santa Cruz.

 

Pasó el tiempo, y unas circunstancias arrastraron a otras, hasta desembocar en que fue vendiendo las parcelas dispuestas para construir los hogares de todos mis hermanos hasta quedarse sin ninguna para su plan inicial.

 

En el centro del patio existía un caudaloso pozo que suministraba el líquido elemento a nuestro taller de prefabricados de hormigón, donde confeccionábamos bovedillas, bloques, viguetas de hormigón, peldaños de granito artificial, balaustradas, celosías, etc., etc., ya que mi padre era todo un genio, que no sólo acometía cualquier proyecto, sino que era capaz de fabricar sus propios moldes, e incluso modelaba objetos en marmolina como, por ejemplo, unas enormes conchas que donó a la Iglesia del Carmen para pilas del agua bendita. Aprovecho también para decir que mi primo Manolo Arjona González, su mejor alumno y artista consumado, fabricó para la misma parroquia la pila bautismal. Y ya que estamos metidos en el diseño y en la familia, tengo que añadir que mi hermano David Arjona, a petición del cura-párroco, don Juan Gonzalez Lagomazzini, de la Iglesia de Ntra. Sra. del Carmen, en la calle del Calvario, modeló un Crucificado a tamaño natural, que bautizó con el nombre de Cristo del Molino, el cual  donó a dicha iglesia del Carmen, en cuyo altar mayor se encuentra hoy. Esto ya lo he referido en otro capítulo, pero es tan importante el recuerdo que tengo en mi corazón a estos acontecimientos tan sentimentales, que por mucho que lo repita no es suficiente para mí.

 

Un día vi trabajando a mi padre en un diseño cuyo destino desconocía. Mi padre raramente comentaba nada antes de finalizar sus genialidades. Luego me di cuenta por un dibujo a escala de que se trataba de una cruz, que es precisamente la que se encuentra en el centro de la plaza.

 

Esta cruz hay que observarla con detenimiento para encontrarle una serie de detalles que se pueden escapar a cualquier. En su base, donde se puede leer la fecha, 1968, tiene un par de pisos a manera de escalones hexagonales sobre ladrillos a manera de tizón, fabricados en piezas de granito artificial que personalmente pulimenté. En la peana superior existe un cilindro, que si se observa bien, se puede ver un tornillo con su correspondiente tuerca y arandelas en la base. Este cilindro estaba recubierto con óxido, creo que mi padre se equivocó (o no) al colocarlo, puesto que la lluvia manchó las diferentes terrazas o plateas. Hay que puntualizar que en aquella época había que recurrir a inventos propios, pues no existía la inmensidad de productos, herramientas y máquinas que existen hoy en el mercado para acometer cualquier tipo de iniciativa artística.

 

Sobre el tornillo en cuestión descansa una gran bola de cemento, que no es otra cosa que un globo terráqueo, cuyos continentes y mares están trabajados con pequeños trocitos de cristales de colores, conseguidos tras molerlos con un pisón de hierro que iba triturando los diferentes vidrios procedentes de botellas de cervezas y otros envases de cristal de colores.

 

Culminando la esfera terráquea se encuentra una cruz de unos sesenta centímetros fabricada en cemento con árbol y brazos de perfil romboidal, ya que sus aristas aparecen donde tradicionalmente debería estar el plano de sus caras, la cual está de igual manera recubierta con pequeños trocitos de vidrios.

 

En conjunto se trata de un verdadero conjunto escultórico que, desgraciadamente, pasa desapercibido, dado que la gente en general no se da cuenta del valor que tiene ni del tiempo que mi padre se llevó para realizar su obra.

 

Con esa misma técnica, compuesta en este caso por hexágonos de escayola, con incrustaciones de cristal triturado de diferentes colores, bordeados con molduras en forma de “S”, construyó el bar que en su día fue El Meteoro, situado al final de la calle Nuestra Señora de los Remedios, cuya plazoleta debería ser bautizada con el nombre de mi padre. Este bar, de forma curva, está rodeado de una preciosa celosía de precioso diseño, cuyo molde lo fabricó mi padre con cemento, siguiendo un diseño existente en los Reales Alcázares de Sevilla.

 

Los vecinos del Patio de Santa Cruz pueden sentirse orgullosos de tener ante sí al levantarse cada mañana una Santa Cruz donde santiguarse, obra de un gran artista desparecido, al que sólo unos pocos recordaremos por siempre jamás, con todo su genio y figura, su genialidad y un dominio completísimo de todas las ramas del arte. Tengo que aprovechar para felicitar a los vecinos del Patio de Santa Cruz, por su cuidado y esmero en embellecer con flores el mismo, particularmente a mi amigo Salas.

 

 

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  • Raúl

    Raúl | Martes, 27 de Noviembre de 2018 a las 09:18:18 horas

    Me podría usted indicar donde está el patio Santa Cruz en Sevilla?

    Accede para responder

  • Javieres

    Javieres | Lunes, 26 de Noviembre de 2018 a las 00:02:38 horas

    Buena oportunidad para ensalzar la figura de su padre, el Patio Santa Cruz ha sido una mera excusa, ya que ha olvidado usted hablar de lo mas importante, los vecinos que allí viven. Modestia aparte.

    Accede para responder

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