Balsa Cirrito
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SED BUENOS
Por simples razones de higiene mental, no tengo Twitter, pero un amigo me refiere el siguiente mensaje que leyó hace poco en tal plataforma: "a ver si encontráis una cosa que os parezca buena y ponéis algo bonito en Twitter por una vez, que sois muy cansinos". En realidad, casi resume el mundo, al menos nuestro mundo.
Con frecuencia se tiene la sensación de que somos una especie de horda de ciudadanos cabreados (de hecho, observen como la propia palabra "ciudadanos" ya incluye ciertas dosis de cabreo; si hubiera escrito "personas cabreadas" el cabreo parecería menor) ciudadanos digo, descontentos con todo lo que se mueve. No creo estar exagerando si señalo que nos hallamos en un periodo dorado de la humanidad. El bienestar económico es el más alto de la historia, y, lo más importante, no solo ha mejorado la situación en Europa o Norteamérica, sino, en general, en todo el mundo. Cierto que queda mucho por hacer y que hay muchos lugares de insoportable pobreza, pero a veces hay que mirar lo que se ha hecho, no lo que falta. La democracia se halla extendida como nunca. La ciencia avanza de tal suerte que comienza a hablarse de vencer a la propia muerte. Las personas recorren y conocen el mundo hasta el punto que el turismo, en muchos lugares, comienza a ser un problema, más que un negocio.
Sin embargo, el grado de irritación generalizado es inmenso. Redes, foros y programas de TV habitados por individuos en estado de mala leche perpetuo. Me sorprenden sobre todo dos cosas. La primera, la falta de aguante. Nadie pasa ni una, nadie admite críticas. Especialmente, los colectivos, ya sean geográficos, profesionales, ideológicos o de lo que se les ocurra. Cualquier cosa que se diga contra, es un decir, los asturianos, los budistas o los enfermeros provoca un principio del cataclismo: al parecer es imposible que tanto los asturianos como los enfermeros o los budistas hagan nada reprobable como colectivo; supongo que por eso todo el mundo despotrica tan a gusto contra los políticos: son los únicos que no se quejan. El otro gran damnificado es el sentido del humor. Puedo entender perfectamente que haya gente que descarta cualquier clase de humor que resulte realmente ofensivo; lo que considero más complicado de admitir es que se busquen ofensas en cualquier frase que nos haga reír. No creo que haga falta poner ejemplos. Y esto se ve especialmente en lo que hace referencia a cada uno, si no, observen, qué pocas personas vemos capaces de reírse de sí mismos, y, desde luego, qué pocos personajes públicos.
Y en el periodismo esto ya llega al límite. Fíjense como, con escasas excepciones, los periodistas de referencia son los más hijoputas. Los más admirados son los más cabrones. Y todo aquel que no vaya a saco resulta que es un vendido o un paniaguado. Hay que tener valor no para criticar, sino para soltar alabanzas. De lo que sea.
Es muy probable que usted que está leyendo esto se halle de acuerdo conmigo; lo digo porque cada vez que suelto este rollo todo el mundo me da la razón. Pero me temo que es una razón teórica, abstracta. Cuando se transforma en asuntos concretos, se pierde, digo mejor, perdemos ese deseo de ser buenos y de no irritarnos con todo y volvemos a ponernos en posición de cuidaditoquealaprimeratecomodeunbocao.
Aunque donde creo que la tendencia hace más daño es en el mundo de la política. Hasta hace no demasiado tiempo, los estudios indicaban que el candidato que enviaba mayor número de señales positivas a los electores era el que ganaba unas votaciones. No hace falta decir que esto ha cambiado. En la actualidad, el candidato más bocazas, más borde, más beligerante, más extremista y más chulo es el que se lleva el gato al agua. Cuesta trabajo creer que un individuo como Trump (en cuyas ideas ahora no entro ni salgo) haya podido llegar a la presidencia de los EEUU con un estilo tan barriobajero y tan charrán, soltando todos los días vía Twitter - no podía ser de otro modo - toda la basura y las descalificaciones, a veces increíblemente injuriosas, que le pasan por su teñida cabeza.
Todo esto podría quedarse en simple mala leche coyuntural, pero me temo que es algo más profundo. Puedo citar hasta media docena de países occidentales que están llegando a un nivel de división nacional intolerable, empezando por los mentados EEUU, siguiendo por el Reino Unido e Italia, pasando por Holanda, Hungría y Polonia, y sin perder de vista a Alemania y a Francia que van camino de lo mismo. No hace falta decir que estas cosas acaban mal o muy mal.
Pero saben que es lo peor, lo más peor de todo, lo completamente peor del asunto. Pues que la mayoría de las veces estamos cabreados por cosas que, en el fondo, nos importan un pito.












Descartes | Viernes, 02 de Noviembre de 2018 a las 21:10:31 horas
Grandilocuente será en todo caso Donald Trump, que le pierde la bocaza, estos señores eran uno de los escritores más importante de la literatura mundial, el padre del teatro moderno y uno de los filosofos más brillantes del siglo XIX, entre otros. Una patria y unos patriotas como los que describen algunos es lo que podría producir una masacre en la frontera si el presidente USA cumple su amenaza de disparar contra una caravana con mujeres y niños en ella. El tipo de patriotas que algunos enaltecen son precisamente los culpables de que la mayoria de pueblos y naciones africanas y americanas vivan en la miseria y con sus fuentes de riqueza saqueadas por potencias coloniales de las muy patrioticas. Para muchos tener una patria digna se basa en colonizar, saquear, masacrar y esclavizar a otros pueblos. Y luego presumir de patria izando banderas llenas de sangre y podredumbre.
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