"Historias populares de la villa de Rota", por Prudente Arjona
En esta sección se ofrecerán fragmentos del libro escrito por el roteño Prudente Arjona, titulado "Historias populares de la villa de Rota", que como su propio nombre indica, refleja buena parte de la historia local. Aunque el libro está a la venta en papelerías del municipio, el afán del autor nunca fue lucrarse con ello, por eso, permite a Rotaaldia.com compartir algunos de sus capítulos para que el gran público tenga conocimientos de una parte pasada de la villa.
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CALLE CALVARIO
(Dedicado a mi hermano David, todo un auténtico deportista y artista nato)
El primer nombre que tuvo esta calle fue el de camino del Humilladero, ya que al final de la misma, aproximadamente a la altura del desaparecido paso a nivel del ferrocarril, existía una cruz de piedra en la que solía finalizar el Vía Crucis que salía de la ermita de la Veracruz, sobre cuyo particular hemos de hacer una puntualización, pues si bien don Ignacio Liaño sitúa aquí la ubicación de la última cruz del Vía Crucis, don Antonio García de Quirós recoge en sus libros que la decimocuarta cruz del citado Vía Crucis se encontraba frente a la ermita del desaparecido cementerio del Calvario.
A mediados del siglo XVIII, y más concretamente en el año 1747, el Ayuntamiento comenzó a dar licencias para edificar casas en esta calle, si bien anteriormente se habían ya construido algunas, siendo tal la demanda de permisos que fue una de las calles que se formó con mayor rapidez, recibiendo en 1765 el nombre de Calvario para que no se perdiera la memoria del fin para el que había sido utilizada cuando era camino.
Las casas que se construían eran todas de una sola planta y de una construcción simple de cal y adobe con tejados, todas con su cuadra o corral incluidos, que les daba cierta uniformidad. No obstante, había también magníficos, aunque muy pocos, edificios de cantería, como el de Aspillaga, antiguas casas-bodegas concluidas a finales del siglo XVIII y conocidas hasta hace pocos años por el corralón de González y plaza de toros, por el uso que últimamente tuvo hasta que se vino abajo en 1952. Hay que aclarar que los muros exteriores de la plaza estaban construidos de piedra y argamasa, permaneciendo en pie al igual que el resto del edificio, que llegaba desde la plaza del Triunfo hasta la calle San Antonio, por lo que sólo se cayeron los graderíos, que estaban construidos de madera.
Continuamos diciendo que la Casa Aspillaga, que comenzaba en la calle San Antonio, frente al desaparecido bar del Leñero, llegando hasta la misma plaza del Triunfo, como ya mencionamos, disponía en la época que tratamos sólo de los muros exteriores y centrales, siendo utilizada para guardar piaras de cabras y vaquerizas. Si bien tradicionalmente se ha puesto en cuestión si dicha finca llegó alguna vez a finalizar su obra, lo cierto es que con motivo de la invasión francesa fue propuesta como prisión de los soldados cautivos en Bailén, alojados finalmente en el castillo de Luna, pasando el edificio luego a manos del clero por donación de sus propietarios y posteriormente a administraciones judiciales, para que al final ser adquirida en mil novecientos por don José María González Arjona, que fue el promotor y constructor de la aludida plaza de toros.
Frente a este edificio, y adosado a la ermita del Calvario, se había construido un pequeño cementerio, ampliado y habilitado luego para servicio del pueblo a raíz de la epidemia de cólera de 1800, en cuya puerta había una lápida que rezaba: Dormitio nostra, memoria vestra (Nuestro sueño, vuestro recuerdo) Este cementerio quedó clausurado en enero de 1937 tras la inauguración y consagración del situado en el solar del actual Parque del Mayeto hasta 1983.
Por los años cincuenta el mecánico de máquinas-herramientas agrícolas don Antonio Avecilla disponía de parte del solar del ya abandonado cementerio del Calvario como taller abierto al público, sito frente al bar del Leñero, hasta que el Ayuntamiento le vendió una parte del mismo para la construcción del taller, dándose el caso de que cuando los albañiles comenzaron a excavar la tierra para hacer los cimientos comenzaron a aparecer huesos y calaveras, cosa por lo demás lógica al tratarse de un antiguo cementerio. La cuestión fue, sin embargo, que al hallarse presente en la excavación una serie de chiquillos, entre los que me encontraba yo, aquella noche tuve que acostarme en la cama de mis padres, llorando y tiritando de frío, con mucho miedo y tremendamente asustado por pesadillas, en las que creía ver cómo los huesos que los albañiles habían sacado durante el día se unían y corrían tras de mí. Aquella fue una de las peores noches de mi vida.
Volviendo al tema del cementerio, hemos de añadir que en su emplazamiento se había construido en el siglo XVII una ermita a expensas de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, ermita a la que se le llamó del Calvario y que fue utilizada como capilla del cementerio hasta su extinción. Esta ermita tenía una sola nave, a la que se le hizo posteriormente una renovación que fue costeada por don José Felipe Azpillaga, propietario del amplio edificio situado frente al cementerio, que ya hemos mencionado. Sobre la mesa del nuevo retablo fue colocada en una urna la imagen de un Cristo Yacente que tenía los brazos movibles y servía para representar la escena del descendimiento en la plaza de la iglesia, luego de Bartolomé Pérez. Esta imagen es hoy titular de la Hermandad de Penitencia del Santo Entierro de Cristo.
Aunque es poca la historia escrita que contiene esta calle y la importancia que ha podido tener por ser la vía principal de acceso al pueblo de toda la vida, la calle Calvario puede parecernos una vía urbana sin mayor trascendencia, pues no es ni siquiera bonita, a pesar del arreglo del acerado y de la colocación de tiestos de flores realizado en últimas legislaturas. Asimismo el firme, cuya colocación llevará a cabo la empresa Redolat hace más de cincuenta años, y que conste que no he conocido mejor adoquinado realizado en calle alguna, ha ido degradándose poco a poco debido a los continuos cortes y posteriores chapuzas llevadas a cabo para la instalación de acometidas del alcantarillado, soterramientos de cableados y otros trabajos que lo han dejado tristemente deteriorado y que puede ocasionar accidentes a los ciclistas y motociclistas ¿Quiénes son los que supervisan la finalización y entrega de esas obras que afectan al municipio?.
No voy, sin embargo, a referirme aquí al firme, el acerado o el mobiliario urbano, sino a lo que esta calle era hace cincuenta años, y en la que personas, negocios y establecimientos que han ido desapareciendo en el transcurso del tiempo. Recuerdo, por ejemplo, que en la plazoleta había una serie de establecimientos, algunos pertenecientes a la calle de la Veracruz, como fueron el de Magdalena, tía-abuela de los hermanos Caballero Sosa, a continuación del cual se hallaba el de María Patino. Luego el estanco del Santo, que fue asesinado junto a su hermana, crimen que permanece impune, la carpintería de Cayetano Cortés, la gasolinera de Joselito el 13 y la perfumería de Carmen la del Pipa.
En la acera de enfrente podríamos hablar de los bares de Vilela, de Patino, con sus mesas de billar, y de la carpintería de el Pili en la esquina, donde Vicente Carmona, el de Tomelloso, fabricaba los ataúdes. A continuación, en la otra esquina, el establecimiento de María Vicente, el bazar de su hermano, de Paco Vicente, la carbonería de Benito, las oficinas de Transportes Hermanos Márquez, encargados de llevar las hortalizas a las lonjas de Cádiz y Jerez en sus camiones, seguidas de la panadería de Francisco Armario; luego la tasca de el Temprano, la casa de Pepe el del Árbol, que montaba unos maravillosos belenes y Cruces de Mayo, y frente a éste, un poco más abajo, la albardería de Pilongo, mi tío político, y la popular Josefa la Panadera, con más de cien años, y que falleció hace unos cuantos, así como mi prima Josefa la Pilonga, con cien años a sus espaldas..
Subimos, y nos hallamos a media calle con la casa de Cositas Buenas, que tenía en ella su horno para elaborar su exquisita repostería, entre cuyos elaborados se encontraban los polvorones y mantecados y los corrucos de canela. Su hijo fue también brutalmente asesinado, y como el de los estanqueros, otro caso jamás aclarado, según parece.
Un par de casas más adelante, Miguel el Estraperlista, hombre popular, dedicado a servir de mensajero entre Cádiz y Rota, llevando productos roteños como, por ejemplo, huevos, y trayéndose quincallas, telas, documentos, etc. Este buen señor utilizaba el barco de la hora y, posteriormente el tren de la costa, ambos desaparecidos.
Más arriba, en la acera de enfrente, tenía su negocio Ana la del Cojo y unas casas más arriba, donde hace muchísimos años tuvo su taller de bicicletas un roteño que se le conocía por el Zorrito, vivía también el único basurero que había en Rota. Un par de casas más arriba tenía su residencia Francisco Caballero, conocido por Currito el Sillero, un gran profesional de la carpintería que trabajó muchos años para mi padre, y varias casas más arriba, otro personaje influyente conocido por el Tontón, que aparte de tener una vaqueriza se dedicaba al corretaje y venta de animales y fincas, se aposentaba en una amplia casapuerta, donde había un organillo, y allí se pasaba las horas muertas viendo pasar a la gente. Algo más arriba vivía Manuel Laynez, hombre serio y culto, que se dedicaba al negocio de la venta de gallos de pelea, que exportaba a países sudamericanos, principalmente, Venezuela, Puerto Rico, Costa Rica, etc. Más adelante, en la acera de enfrente, el yerno de Manuel Laynez, Manolo Rodríguez, que regentaba el bar El Gallo, y que también se dedicó muchos años a exportar gallos ingleses, en principio junto con su suegro, y posteriormente en solitario y por su propia cuenta, además de disponer de gallera propia.
Seguidamente, la actual parroquia del Carmen, antigua casa de la Cilla, que fue bodega, propiedad de don José González Arjona y, posteriormente, fábrica de envasado de tomates y de sogas, cabos y estachas para los barcos de la flota pesquera de don José León de Carranza, siendo el encargado de la empresa un hombre procedente de Huelva y casado con una roteña, conocido por Juanito el Jilaó, que vivía en la casa de Cositabuena, y que posteriormente se mudó a la calle Sagrado Corazón de Jesús, en el pago del Molino.
Frente a la parroquia del Carmen había un bar, hoy desaparecido, que fue habilitado como almacén del Servicio Oficial del Trigo, donde los agricultores en época de cosecha, en la posguerra, entregaban obligatoriamente sus áridos al Gobierno. El trigo lo traían a Rota una vez a la semana, llenándose la calle del Calvario de arriba abajo de carros, carretas, mulos, bueyes, etc. Recuerdo el nombre de tres de los estibadores encargados de descargar el trigo, como fueron el Telera, Expedito y el Catalán. Quiero contar dos curiosidades al respecto, una, que previamente a la cosecha, técnicos políticos visitaban los campos y aforaban el número de fanegas de trigo que el agricultor iba a cosechar, y que era el que tenía que entregar sin menoscabo de que, debido a las inclemencias del tiempo, dicha valoración esquilmara la cosecha prevista, y la otra, que los sacos de trigos entregados llevaban 500 gramos más, o sea, que en vez de 50 kilos éstos llevaban un suplemento de medio kilo más que no le contaba en el peso, ya que se sobreentendía que pertenecía a los empleados que controlaban el pesaje, ¿un impuesto revolucionario?.
A continuación de la iglesia se encontraba el garaje donde los Hermanos Márquez y los hermanos Carrero guardaban sus camiones, cuyo edificio se conserva todavía, dedicado hasta hace poco a la venta de puertas de madera. En la siguiente casa vivía Diego Sacalejo, un buen ciclista y mejor trompeta de la Hermandad del Nazareno, junto con el Contento; en esta misma vivienda habitaba Juan Santamaría, Mindundi, hombre cabal y buscavidas. A continuación, el taller de bicicletas de Rafael Marrufo, y por la misma acera la tienda de ultramarinos de José Bonhomo, el Muchachito, conocido así porque cuando abrió el establecimiento, situado en la acera de enfrente, en la entradita de una sala y alcoba de sus padres, era muy joven, y que hubo de dejar el campo por problemas de salud. Enfrente del establecimiento de José Bonhomo vivía y tenía la cuadra para sus mulos y almacén de sal marina José Pacheco, y en la misma acera José Rizo, Cumbrera, quien disponía de bodega y también de un camión Mercedes, dedicándose al mismo tiempo al transporte y a las haciendas, o sea, a llevar a la lonja de Jerez los frutos del campo de Rota.
En la acera de enfrente, a unos cincuenta metros, se encontraba una de las casas de vecinos más populares de Rota, conocida por casa de la Cogetera, donde, además de otras muchas personas, vivía una familia que ocupaba casi toda la parte baja de la finca, conocida por las Moras, excelentes trabajadores, campesinos en su mayoría. Esta casa tenía un amplio patio, que era asimismo un aljibe, con su brocal en el centro, cuyo patio disponían de una serie de arcadas a modo de claustro, conformando un espacio dedicado por los vecinos a sus trajines de la casa y del campo. Recuerdo con mucho cariño la celebración de las tradicionales zambombas. También quiero recordar cómo en las vigas de la casapuerta y de la arquería los vecinos colgaban los racimos de uva, melones, sandías de invierno, tomates de cuelga, ristras de ajos y cebollas, etc. Frente a esta casa ha venido dando Nuestro Padre Jesús Nazareno las tres caídas en la madrugada del Viernes Santo desde tiempos inmemoriales. Frente a dicha casa tenía su carpintería de carros y accesorios de labranza Rafael Carrión, hombre serio, gran profesional y muy aficionado a la caza.












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