Historias populares de la villa de Rota, por Prudente Arjona
En esta sección se ofrecerán fragmentos del libro escrito por el roteño Prudente Arjona, titulado "Historias populares de la villa de Rota", que como su propio nombre indica, refleja buena parte de la historia local. Aunque el libro está a la venta en papelerías del municipio, el afán del autor nunca fue lucrarse con ello, por eso, permite a Rotaaldia.com compartir algunos de sus capítulos para que el gran público tenga conocimientos de una parte pasada de la villa.
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CAZA NOCTURNA DE GORRIONES
Pues bien, en una ocasión en que mi tío Carlos le dijo a Juanito que le gustaría acompañarlo un día de caza, le contestó éste que pensaba ir aquella misma semana y que el lugar era cerquita, aunque iba a ser de noche, pues se trataba de cazar gorriones, muchos de los cuales se refugiaban por las noches en una parcela que tenía innumerables eucaliptos y que se encontraba al final de la calle Crucero Baleares, lindando con la Base Aeronaval. Mi tío se puso muy contento y pensó decírmelo a mí para que le acompañara también, ya que el sabía que yo era muy aficionado a cazar con tiraó (tirachinas), a pescar con caña del país, y a mariscar, tanto de día como de noche. Así que Juanito organizó el safari para la noche “A”, y a la hora “B” nos encaminamos, entrada y bien cerrada la noche,por cierto, hacia el lugar de caza, todos pertrechados con sendas escopetas de plomillo y sus respectivas linternas adosadas a las mismas.
Lo cierto es que no tuvimos mayor inconveniente en cruzar la cancela, ya que sólo tenía un cerrojo de fácil apertura. Nos adentramos sigilosamente en la jungla, alumbrando con nuestras linternas la copa de los árboles centenarios. Lo cierto fue que Juanito, como era de esperar, cobró la primera pieza, pero la cosa se complicó. El ruido del disparo en el silencio de la noche despertó a varios mastines que el americano que vivía en la finca tenía como guardaespaldas caninos, que inmediatamente comenzaron a ladrar, y nos entró una jindama que nos preparamos para salir corriendo, pero Juanito, hombre experimentado, nos dijo con la cachaza que le caracterizaba, -No preocuparse, esos bichos están amarrao´. Pero los mastines, como leones rampantes ladraban y saltaban a punto de romper sus cadenas. Juanito seguía su cacería como si nada, pero tanto a mi tío como a mí se no quitó la ilusión de cazar; en cambio, de lo que teníamos ganas era de salir corriendo.
La cosa empeoró cuando las luces del chalet comenzaron a encenderse, apareciendo recortado en el marco de la puerta, junto a los gigantes caninos, un americano en pijamas, que a mí me pareció tener tres metros, o tal vez esa era la sombra estilizada que se abría paso entre las luces encendidas de la entrada de la casa, armada con un bate de béisbol en una mano, y de una linterna como el reflector de guardacostas en la otra, mientras gritaba en un spanglish mal pronunciado: ¿¡¡¡Quien aquí, en my home!!!?, get out, sons of putos!!!?, ¡¡¡Yo call a the police !!!. Los perros ladraban aún más, y nosotros temíamos que los soltara, porque seguro que nos devorarían en menos tiempo de lo que tardarían en comerse una hamburguesa, pensaba yo, ¡con la boca que tienen esos bichos! Mientras tanto, nosotros, temblando como flanes, nos habíamos escondido en sendos eucaliptos. ¡Madre, en qué lío nos habíamos metío!
En eso que el americano entró en la casa, seguro que para llamar a la policía, para agenciarse una metralleta o que se yo para qué. Lo cierto es que Juanito aprovechó la ocasión para comunicarnos la retirada a toa´leche, y a trompicones dejamos atrás a los eucaliptos, a los perros y al americano, aunque el miedo nos lo llevamos encima por lo menos una semana. Por fin llegamos a la calle, y continuamos corriendo por el Callejón de la Presa hasta la casa de Juanito. A mi tío Carlos por poco le da un infarto entre la carrera y el susto que pasamos. Aquello pasó, pero a ninguno de los tres se nos olvidó tan terrible aventura, aunque Juanito continuó como siempre, con sus líos de la caza y sus bromas, y a veces, para oír a mi tío Carlos, le preguntaba: ¿Carlos, vienes esta noche a cazar gorriones?, a lo que mi tío respondía c... en la madre de Juanito.












Hermano Lobo | Lunes, 23 de Julio de 2018 a las 20:59:09 horas
Menos mal que hay leyes que no tienen efecto retroactivo, pues, tras esta confesión, ahora se os caería el pelo.
Gracias por el relato de la anécdota. No hay muchas cosas en Rotaaldia que te puedan provocar una sonrisa.
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