LOS HÉROES AUTÓNOMOS

He leído en algún sitio que el gobierno de Pedro Sánchez va a cobrar a los autónomos impuestos solo en función de lo que ingresen en sus negocios. Cuesta trabajo creerlo, porque los gobiernos, y en esto da igual que sean de izquierdas o de derechas, son básicamente máquinas de extraer dinero de los ciudadanos (la imaginación para crear impuestos es infinita) para después pulírselo alegremente, unas veces con cabeza y otras muchas sin ella. Ojalá sea verdad. En las últimas elecciones Ciudadanos llevaba una propuesta parecida a esta de Pedro Sánchez, pero aún más radical, y hubiera sido estupendo que el PP la hubiera adoptado en su etapa de gobierno, pero, ya digo, el ansia recaudatoria les pudo.

Lo cierto es que los autónomos son los grandes pringados de la economía nacional. Baste decir que un número importante autónomos cotizan más en impuestos de lo que ingresan, lo cual es un disparate se mire por donde se mire. A veces, tiene uno la tentación de considerarlos héroes. Mi padre fue autónomo durante los quince o veinte últimos años de su vida laboral. Pagaba tantos impuestos que parecía de cachondeo, y encima el ayuntamiento de entonces lo puteaba con contribuciones especiales cuya lógica no cabía en cabeza humana. No me voy a extender sobre el asunto porque me enciendo. Pero hay una cosa que recuerdo y que me parecía en cierta forma emocionante. Cuando veía que mi padre charlaba con algún otro empresario autónomo, tenía la sensación de que ellos pertenecían a alguna clase de hermandad secreta. Mi padre y sus colegas se diría que vivían unas experiencias especiales que hacía que todos formaran parte de un extraño club. Vi en decenas de ocasiones como mi padre ayudaba en lo que pudiera a otros autónomos, y viceversa. Además, tenía mi padre un criterio sumamente generoso con respecto a todos ellos: estoy casi seguro de que nunca o muy rara vez le oí decir algo malo de alguien que hubiera montado su propio negocio y consiguiera sacarlo adelante. El hecho de batallar contra los innumerables obstáculos que cualquier autónomo debía sortear, le parecía a mi padre motivo sobrado para respetar a otro hombre. Y creo que era mutuo, porque ese mismo respeto lo observé en muchas ocasiones a esos otros autónomos con respecto a él.
    

Por supuesto, no soy el primero que lo dice, pero los autónomos son la espuma de la economía. Particularmente de las economías locales. Son los que están en la calle buena parte del día, yendo de un lugar a otro, haciendo que las ciudades por las mañanas no parezcan colonias de jubilados. Y su potencial de crear empleo es infinito. Estoy convencido de que si les eliminaran o redujeran sustancialmente las cargas impositivas, acabarían con el paro en España; cargas, que, dicho sea de paso, son muy superiores a la de los países de nuestro entorno.
    

En fin, no sé si la noticia que he leído (al vuelo, como leo casi todas las de información nacional, que suelen ser muy deprimentes) es cierta o simplemente es uno de esos globos que suelen lanzar los gobernantes para ver qué reacciones provoca, aunque la ministra de trabajo se ha expresado con claridad al respecto. Ojalá sea lo primero. Estoy convencido que el país va a salir ganando.