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Sábado, 28 de Abril de 2018

Carlos Roque Sánchez

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SAINT-EUPÉRY Y EL "MAXIM GORKI"

 

 

 


Porque “tienen que ver” les decía en mi anterior ‘Opinión’, refiriéndome al más que sospechoso accidente del avión ruso Maxim Gorki y al autor francés del ‘El Principito’. Empecemos con el hombre.


Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944). Nacido en una familia acomodada, fue el tercero de  cinco hijos del conde Jean de Saint-Exupéry, hizo el servicio militar en aviación y en los años veinte ya era un reputado aviador que había trabajado en varias líneas aéreas, civiles y militares. Sin intención de agotar su biografía sepan que antes de la Segunda Guerra Mundial ya había trabajado para el correo postal francés (1926) en vuelos internacionales; participado en la negociación para el rescate de aviadores caídos y tomados como prisioneros por las fuerzas marroquíes, una labor por la que recibió la medalla de la Legión de Honor ; y había encontrado nuevas rutas aéreas a través de América del Sur, negociados algunos tratados comerciales para Francia y formado parte de misiones de rescate para encontrar pilotos caídos.


Así que, y con motivo de ello, las autoridades soviéticas le invitaron al vuelo inaugural del ‘Maxim Gorki’ en 1935. He aquí el nexo. Además, como escritor, empezaba a gozar de cierto reconocimiento internacional pues tenía publicado entre otros los libros Correo del Sur (1929) y Vuelo nocturno (1931), éste con prefacio del Premio Nobel en Literatura de 1947, André Gide. De ahí que el periódico Le Fígaro le encargara cubrir el acontecimiento para sus lectores. Por cierto que en 1931 Saint-Exupéry se casó con la escritora y artista salvadoreña Consuelo Suncin-Sandoval, considerada como su musa. (“Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección”).


Consuelo Suncin-Sandoval. Por ella sabemos que en esos días de mayo de 1935 se encontraba en París y “una tarde estaba con unos amigos bebiendo ‘Pernó’, cuando escuché los gritos de los vendedores de periódicos: ¡Catástrofe! ¡Se estrelló el gigante ruso ‘Maxim Gorki’! ¡Ninguno de los pasajeros sobrevivió!”. “Ante mis ojos aparecían los titulares de los periódicos que informaban de diferente modo sobre la tragedia aérea”. Una noticia terrible para cualquiera, por forma y fondo, que sin embargo a ella no la descompuso, por la sencilla razón de que presentía que su marido no estaba muerto. Así que se marchó rápidamente para su casa a esperar que Tony, así le llamaba Consuelo, la llamara.


Y la llamó, porque el escritor no iba montado en el avión ese día pero, ¿cómo era eso posible, si estaba allí precisamente para informar del vuelo? En este sentido la misma Consuelo habla de “un milagro más de su vida”. No llego yo a tanto, no alcanza hasta esa cota de credulidad mi fe, pero lo que no se puede negar es que algo de misterioso sí tiene el asunto. Resulta que Saint-Exupéry, a diferencia del resto de invitados, viajó en el ‘Maxim Gorki’ pero en una prueba que se realizó el día anterior a la catástrofe, por invitación expresa del jefe de las Fuerzas Aéreas soviéticas. Lo que nos lleva a preguntarnos:  ¿Por qué él? ¿De quién partió la orden para adelantar su viaje? ¿Con qué motivo se hizo? Lo dicho, es un misterio. (“Para ver claro, basta con cambiar la dirección de la mirada”).


Preguntas en busca de su Pirandello. Hay quienes piensan que, al tanto de la conspiración para provocar el accidente del avión, determinadas personas creyeron conveniente salvar al prestigioso piloto y escritor francés, a fin de no empeorar las relaciones con Francia, dado el rearme y la expansión que ya experimentaba la Alemania nazi. Claro que por otro lado no es que se fiaran del piloto, al fin y al cabo era un corresponsal en la URSS y por tanto un espía en potencia que, además, tenía conocimientos técnicos. De hecho Saint-Exupéry fue vigilado durante toda su estancia por el NKVD, embrión del KGB. O sea, que no está claro el por qué, aunque el escrito tenía su propia hipótesis cuando escribió.: “... Sé que esta tragedia no fue provocada por un error técnico, ni por la ignorancia de los diseñadores o por un error de la tripulación. Esta tragedia no es una de esas que llevan a la gente a dudar de sus posibilidades”. En fin.


En cualquier caso, y fuera el “santo” que fuere, el piloto se salvó y con él el escritor de algunas de las páginas más leídas del siglo XX. Baste recordar entre otras Tierra de hombres (1937), Piloto de guerra (1942), El Principito (1943), Carta a un rehén (1944) o Ciudadela (1948). Lo que sí parece una constante en la vida del escritor es el hecho de que los misterios le acompañaron hasta el final de sus días y lo digo en sentido literal. Su propia desaparición el 31 de julio de 1944 en una misión de reconocimiento relacionada con el desembarco de los aliados -su avión se había adaptado para que pudiera fotografiar las costas del Sur de Francia, ocupadas por los alemanes- es otro misterio.


¿Tuvo un fallo técnico el avión? ¿Fue abatido por el enemigo? ¿Se suicidó? El caso es que Saint-Exupéry no regresó. (“Es mucho más difícil juzgarse uno mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte correctamente serás un verdadero sabio”).

 

CONTACTO : [email protected]
FUENTE: Enroque de ciencia

 

 

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