Carlos Roque Sánchez
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CAMINOS Y CAMINANTES (1)
Les dejo con tres lecturas sobre los hombres y algunos de sus pensamientos. Dos son como una especie de historieta, de nombres sobrevenidos "Cómo se abrió el camino" y "Vasijas y jardín", y la tercera es un poema, "Caminante no hay camino". Espero que les guste.
"Cómo se abrió el camino". Es el título de un cuento que leí hace bastante tiempo no recuerdo dónde, y que habla de esas cosas que los humanos no solo hacemos sin pensar sino, y lo que es peor, sin tener ni idea de porqué las elegimos. Más o menos decía así: “Un día un becerro tuvo que atravesar un bosque virgen para volver al prado y claro, siendo animal irracional, abrió un sendero tortuoso y lleno de curvas que subían y bajaban colinas. Lo que se dice un tormento de sendero.
Lo que no fue óbice para que poco después un perro lo usara también, exactamente lo mismo que el carnero jefe de un rebaño, que viéndolo ya trazado lo hizo seguir e incluso más tarde, hasta los mismos hombres comenzaron a usar. Ellos, el animal racional de la naturaleza.
Gracias a él entraban y salían del bosque aunque eso sí, tenían que girar a derecha e izquierda una y otra vez, descender, subir, desviarse en fin, lo que antes les dije que era antes una tortura y ahora añado, acaso evitable. Ya, puede que lo fuera, pero ellos solo se quejaban y maldecían, con razón sí, pero es que sólo hacían eso y nada para crear una vía nueva más cómoda. Así que tenían razón pero no la poseían, algo que suele sucederle al hombre.
El caso es que después de tanto uso el sendero acabó convertido en un amplio camino, y por él los animales transitaban portando pesadas y agotadoras cargas, obligados como estaban a recorrer en horas, lo que por otro sendero podría hacerse en unos minutos. Un cansancio más que excesivo y quizás prescindible, pero era el único camino que había, el abierto hacía mucho tiempo por el becerro. Y así pasaron muchos años durante los cuales el camino terminó por convertirse en la calle principal de un pueblo, posteriormente en la avenida principal de una ciudad y, eso sí, todos seguían quejándose de su tránsito porque veían que era el peor posible, pero como era el único camino...”.
A todo esto dice la historia que el bosque, que todo lo veía y desde siempre, se sonreía. Y que lo hacía al ver cómo los hombres solemos seguir el camino ya trazado por otros, no preguntándonos nunca si es la mejor elección. Resulta que somos así, humanos demasiado humanos, y es lo que hay. De modo que quizás tuviera razón el bosque al sonreírse, claro que pensar así por su parte es fácil, como él no se tiene que mover a ningún sitio, ya puede. De estar en su lugar, yo también sonreiría. Ah, ahora lo recuerdo, la historia es lusa, más en concreto del Algarve.
‘Vasija y jardín’. “Cuenta una leyenda india que un hombre transportaba agua todos los días a su casa, usando dos vasijas que llevaba sujetas en los extremos de un palo y que cargaba sobre sus hombros. Como una era muy vieja y tenía pequeñas grietas, cada vez que el hombre recorría el camino de vuelta, la mitad del agua se salía por ellas perdiéndose al caer al suelo.
Y así sucedió durante años, en los que el hombre hizo siempre el mismo recorrido y la vasija más joven aprovechaba para mostrarse orgullosa de su trabajo, segura de estar a la altura de la misión para la cual había sido creada. Orgullo de vasija, que lo llamaría alguien. (Continuará)
Para contacto personal: [email protected]
FUENTE: Enroque de ciencia












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