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Sábado, 03 de Febrero de 2018

Balsa Cirrito

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LA MALDICIÓN DEL CHÁNDAL

 

 

 

 

Sin duda alguna es la ropa preferida de la humanidad, lo cual nos hace ver que, lamentablemente, la humanidad no tiene futuro. Dice la leyenda que el chándal nació como una prenda de ropa deportiva, pero me parece evidente que nos han contado una trola inmensa, y que se trata de eso, de una leyenda, porque prácticamente nunca se ve a nadie haciendo deporte con uno puesto.
    

El problema - y por eso hablo - es que el chandalismo crece como una epidemia desbocada, se impone, destierra al resto de las vestimentas. Hasta hace unos años el chándal estaba reducido a un atuendo dominguero de maduritos con ansias juveniles. Más o menos la contrapartida de lo que con anterioridad era la llamada ropa de los domingos, pero ahora en plan informal (para entendernos, no precisamente el traje con el que se va  escuchar la misa). Ahora es como una mancha de aceite derramado que atraviesa edades y clases sociales.
    

Porque esto de los chándales es más grave de lo que parece. Indica un adormecimiento del sector del cerebro que reconoce la belleza. Es más, sospecho que debe existir un elemento sobrenatural en su éxito. Desde luego no se entiende que una prenda que le sienta mal absolutamente a todo dios triunfe de esta manera. He visto a tíos cachas, bien formados, dignos de figurar de modelos para un pase de Dolce y Gabbanna, y en el momento de colocarse el chándal convertirse en fardos o en sacos de patatas. Con las mujeres ocurre casi lo mismo (salvo el sector que lleva mallas ajustadas por pantalones, que tiene un pase), con lo cual sospecho que el logotipo de Nike tiene esa forma por algún extraño efecto hipnótico que vuelve a la gente carajota, que la ciencia desconoce, y que más que logotipo es un mandala.
    

No es broma. Últimamente me dedico - cada vez que me encuentro en situación de observar a los que me rodean - a calcular el tanto por ciento de la humanidad que usa chándal, y los resultados son preocupantes. Si no me creen fíjense cuando estén en la cola del Hipersol o del Mercadona. O en la consulta del médico. Incluso cuando esperan para entrar en el cine. Gran parte de la raza humana, según se ve, ha desterrado cualquier ilusión de elegancia (Después de escribir este párrafo he ido una tarde a IKEA y, ¡Horror! ¡En la cola solo había chándales!)
    

En cierto sentido durante los últimos dos o tres siglos, la historia de la vestimenta es un continuo descenso a los infiernos, detalle que se comprueba si pensamos que quienes hoy marcan tendencia estética son Ice Cube y Kase-O: hemos cambiado la elegancia por la comodidad; o dicho de otra manera, más cómodos pero también más desastrados. No sé si es un adelanto social.
   

Personalmente no soy un apóstol de la elegancia antigua ni mucho menos, pero me niego a caer bajo las garras del chandalismo. Creo que no me he puesto un chándal en mi vida, y espero no caer nunca en el pecado, salvo que algún carnaval me disfrace de Star Trek, que tampoco creo. Para estas cosas una, Antes muerta que con chándal.

 

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  • Marta

    Marta | Domingo, 04 de Febrero de 2018 a las 23:38:49 horas

    ¡Qué razón tiene en que es una prenda que sienta fatal!

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  • Justino

    Justino"Tomasito" | Sábado, 03 de Febrero de 2018 a las 14:21:47 horas

    No podría estar más de acuerdo con el articulista.Su escrito me ha retrollevado hasta mis años de niño-adolescente cuando mi madre preparando la maleta, camino del nuevo curso en aquellos colegios internos me recordaba,"ahí llevas dos chandals,para los días que te toque deporte".Después de tanto tiempo,aún sigo su consejo,pero como ya no tengo esa clase deportiva,me lo pongo sólo frente a la tele cuando de "higos a brevas" tengo la ocasión de ver a mi equipo de fútbol preferido.

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