Carlos Roque Sánchez
LOS MACHADO (y 2)
(Continuación) ‘Demófilo’ murió de tuberculosis a los 47 años en Triana, arrabal de Sevilla, a pesar de hacerlo joven, muy joven, con su influencia marcó a sus dos hijos mayores.
Manuel y Antonio Machado Ruíz, los dos hermanos. En absoluto ajenos y no precisamente por casualidad, al anti flamenquismo finisecular que aparece como trasfondo ambiental en buena parte de sus obras. Obras que bien vistas son iguales pero distintas, como ellos mismos. De un lado Manuel, dicharachero, desenfadado, andaluz y mujeriego. Del otro Antonio, austero, nostálgico, castellano y apocado. (“Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido”). Unas obras que, como sus propias vidas, están inextricablemente vinculadas.
Juntos simbolizaron la tragedia de la Guerra Civil, la de las dos España. Antonio, denodado defensor de la República. Manuel, atrapado en Burgos al principio de la guerra, corifeo de Franco. “El Machado bueno y el Machado malo”, qué le vamos a hacer.
Unas circunstancias externas a ellos que no impidieron que su relación filial fuera, no ya buena, sino muy buena. De hecho Antonio admiraba a Manuel porque era un hombre de mundo, con don de gentes, en realidad todo lo que él nunca fue ni tampoco, por otro lado, quiso. Y frente a la hagiografía y el maniqueísmo “buenista”, la ‘boutade’ a modo de gracieta del malevo Borges, maestro de la ironía.
Ocurrió hace ya unos años en Santander cuando, al ser preguntado por Antonio Machado, se dejó caer con aquello de: “¿Antonio Machado? ¡Ah! No sabía que Manuel tuviera un hermano” (Guerra, Alfonso, claro, dixit). Se trata de una pretendida ignorancia, una maldad sin duda del gran creador argentino que, a pesar de la fama que siempre le envolvió a modo de velo, nunca llegó a fiarse mucho del ensalmo de sus propias palabras. Otros no tan envueltos ni tan creadores, en cambio sí. Para que vea.
Los otros hermanos Machado. No obstante el vibórico Borges se equivocaba. Manuel no tenía sólo un hermano (ahí no se equivocaba, si lo sabría él), sino que tenía cuatro más: José, Joaquín, Francisco y Cipriana. Son los otros hermanos Machado, los otros hijos de ‘Demófilo’.
De ellos, José y Joaquín Machado Ruíz son los más artistas. José se dedicó a la pintura en la que destacó como retratista. Mientras Joaquín, que era tipógrafo y periodista, fue columnista de opinión, con artículos notables por su agilidad e ironía.
José, secretario de su hermano Antonio e ilustrador de muchas de sus obras, le acompañó en el exilio a Francia y estuvo a su lado hasta su muerte. Él fue quien encontró en un bolsillo del viejo gabán, un trozo de papel con tres apuntes. Uno de ellos era el verso alejandrino, “Estos días azules y este sol de la infancia”. Su último verso.
Con inquietudes artísticas, pero sin la calidad de sus hermanos mayores, Francisco Machado Ruíz estudió Derecho y se convirtió en funcionario de prisiones. Fue el más modesto de los hermanos artistas y viene a representar a esa tercera España, formada por personas que quisieron mantenerse al margen de la guerra, pero que sufrieron todas sus consecuencias de igual modo.
Los Machado. Ciencias y Artes. Dos siglos de cultura española. Un símbolo de la historia de España de estos doscientos últimos años.
PD: Esta ‘opinión machadiense’ se me vino a la cabeza hace unos días, al pasear por la roteña calle Antonio Machado, ya saben, perpendicular a Lope de Vega y Calderón de la Barca. O sea, entre dos grandes.
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FUENTE: Enroque de ciencia
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