Balsa Cirrito
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¿QUIÉN SE PARECE A JUDAS?
A veces uno no comprende nada. No ve lógica en los hechos. Y cuando eso ocurre, sospecha. Uno observa a Pablo Iglesias, y, como decían las antiguas series americanas dobladas en Puerto Rico, que me aspen si lo entiendo. ¿Cómo el líder de un partido político que aspira a gobernar España puede despreciar de tal manera a esa misma España? Es la esquizofrenia absoluta. No sé; por muchas vueltas que le doy no acabo de pillar que un tipo que se dice de izquierdas pueda apoyar un movimiento abiertamente racista, xenófobo e insolidario como es el independentismo catalán. ¿En qué piensa? ¿Qué pasa por su cabeza? ¿Se la lava con un champú caducado (según tengo entendido, esto último puede producir graves perturbaciones)?
Por eso uno sospecha. Pero no hay que sospechar, solo hay que retratar. Pablo Iglesias, en fechas tan tempranas como 2008 ya recibía financiación de Venezuela (o, al menos, su fundación). Poco después empezó a recaudar dinero de un gobierno tan simpático y tan enrollado como el de la República Islámica de Irán, conocido como todo el mundo sabe por su intenso feminismo. La presencia de don Pablos (lo de don es un recuerdo a Quevedo) en los medios de comunicación se inicia en El gato al agua, programa de la cadena de extrema derecha Radio Intereconomía. De ahí pasa, casi como invitado fijo, a la Sexta. Curiosamente, esta cadena es propiedad de Jaume Roura, individuo que se define a sí mismo como troskista, catalanista y autodeterminacionista. Y me voy a detener un poco aquí, porque lo de Pablo Iglesias y la Sexta supera a ratos la categoría de cadena televisiva del partido. Pablo Iglesias, en la TV del troskista-catalanista Roures aparecía al principio tanto como Belén esteban en Tele 5 (además, con un estilo bastante parecido para debatir). Luego, empezaron a espaciar las apariciones, pero siempre siempre siempre, cuando le venía bien a Iglesias. Sobre todo si le habían dado alguna de las muchas palizas dialécticas que ha recibido en el parlamento (se ve que no es lo mismo discutir con Marhuenda y con Inda que con primeros espadas del congreso) (no quiero ni imaginarme lo que podrían haber hecho Alfonso Guerra o Felipe González con Pablo Iglesias desde la tribuna). En esas circunstancias, cuando durante la semana Pablo Pablito Pablete había hecho algún ridículo, el programa La sexta noche salía al rescate para que el faro de los podemitas pudiera defender como tertuliano lo que no había sabido defender como diputado. Pobrecillo.
Hemos visto a Pablo no solo jalear a los independentetas catalanes, sino que lo hemos contemplado en algún vídeo haciendo lo propio con etarroides vascos. Como lo definió alguna vez un batasuno: "Este es como nosotros". Lo que no lo hemos visto nunca al bueno de Pablo es decir nada bueno sobre España. Lo repito por si no oyen los del fondo: nunca jamás hemos oído a Pablo Iglesias decir algo bueno de España. Bueno, ni a Pablo ni a ningún podemita (salvo, y muy levemente, a Íñigo Errejón). El comparsista que gobierna Cádiz, por ejemplo, suele aprovechar el 12 de octubre para lanzar algunos improperios contra España, en los que exhibe su profunda incultura, agravada porque acostumbra a tener relación con la especialidad que supuestamente estudió en la universidad. Esta gente odia España. La odia profundamente. En estas semanas pasadas me he quedado perplejo observando como la práctica totalidad del podemismo se mostraba esperanzada e ilusionada de que Cataluña se independizara de España, en contra, por supuesto, de cualquier idea que uno supone que debería tener un izquierdista. Por los cojones (y perdonen el exabrupto) iba a reírle Santiago Carrillo las gracias a la gente de la CUP.
Por supuesto, cada uno está en su derecho a odiar a España. Lo que no me vale es que no lo reconozcan. Por lo menos que tengan la dignidad de decir: "odiamos España y queremos cargárnosla, y hacemos todo lo posible para ello". Pero no tienen narices. ¿Creen de verdad que toda la matraca sobre la corrupción y la denuncia de la pobreza de los últimos años tenía algo que ver con la ética o con la honradez o con la justicia social? Ni de coña. La intención era lisa y llanamente desacreditar al país. Un par de ejemplitos. Según las encuestas realizadas por institutos internacionales, en España la percepción de la corrupción es muy superior a la corrupción real. Dicho de otra manera, estamos convencidos de que hay más corrupción de la que realmente hay (que no es poca, pero no sustancialmente diferente de la de países de nuestro entorno). Otro ejemplo, este sobre la pobreza. Recuerdo hace tres o cuatro años un discurso apocalíptico de una dirigente podemita, creo que era Becansa, pero no estoy seguro. En él, la dirigente aseguraba, con esa modestia con la que suelen decir las cosas los podemosos, que en España "el 30% de la población infantil estaba en riesgo de inanición", o sea, de morir de hambre. Han pasado los años y no ha muerto ningún niño, para fastidio de la señora, entonces, ¿qué pretendía milady Becansa con tan aterrador discurso? Muy sencillo: enmierdar el país. Que despreciemos nuestra nación. Que detestemos España.
Insisto: no lo entiendo. A un podemita le parece normal que un italiano ame Italia (y les espantan, por ejemplo, los secesionistas de la Liga Norte), que un francés ame Francia o un holandés Holanda (no digamos nada de un cubano o un Venezolano, en cuyos países los eslóganes patrióticos son extraordinariamente ridículos y constantes, sin embargo, encantadores para el podemita). ¿Por qué les parece, entonces, anormal que un español ame España, por qué no la aman ellos?
Por supuesto, cuando se le dicen a un podemita estas cosas, su respuesta es siempre la misma, ya que, al parecer, una de las condiciones del buen podemita es ser cansino, muy cansino. Responden algo así como: "¿es que el patriota es el que lleva la banderita de España en del jersey y luego defrauda y es corrupto y se lleva el dinero del pueblo". Por lo visto esta gente no se ha enterado que la inmensa mayoría de los españoles que aman a su patria no llevan banderitas en el Lacoste ni defrauda ni se corrompe. Y que incluso aquellos que defraudan serán unos sinvergüenzas, unos corruptos, unos caraduras y unos individuos despreciables, pero todo eso no le va a quitar al podemita su condición de antiespañol.
Pienso en Francia. Me ha encantado el titular de la mítica revista francesa Charlie Hebdó: "Los catalanes son más tontos que los corsos", refiriéndose a los independentistas de Córcega. En España, nadie parece, desde el bando progresista, capaz de decir algo semejante. Así nos va.
Y que no se piense que mantengo un odio primario contra Podemos. Quien quiera molestarse en acudir a la hemeroteca de esta publicación puede observar como mis dos o tres primeros artículos sobre el partido morado (no es indirecta, es el color que usan) eran sumamente elogiosos. Es más, estoy dispuesto a rectificar todo lo dicho en este artículo, a cantar la palinodia, a retractarme, a echarme atrás, a confesar que solo soy un bocazas. Bastaría con una cosa. Una cosa muy pequeñita. Hemos escuchado a Pablo Iglesias decir: Viva Venezuela y Visca Catalunya; muy probablemente haya dicho en más de una ocasión Gora Euskadi y Viva Cuba. Solo quiero escucharle decir: ¡Viva España!. Fíjense que sencillo. Incluso me conformo, siendo un servidor monárquico, con oírle gritar un ¡Viva la República Española! Ya ven que poco pido, tan solo que un individuo que se harta de jalear países extranjeros aprecie el suyo. Supongo que no es pedirle demasiado a quien pretende presidirnos.
Empezaría a dejar de parecerme Judas.












Manuel | Viernes, 27 de Octubre de 2017 a las 16:31:54 horas
Reconócelo Cirrito, con Bufón has fracasado. Leyendo sus comentarios no me creo que haya sido alumno tuyo. Destila odio intolerancia y todo lo que hace de él un buen nazi. Aquí tu trabajo no fue satisfactorio.
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