AGRADABLES MOLESTIAS

Cuando yo era niño o adolescente casi nadie salía de Rota en verano. Si alguien se iba de vacaciones fuera (normalmente para ver a la familia en Asturias o en Galicia o en algún lugar de la provincia de Burgos), los amigos mirábamos al pobre infeliz con algo de conmiseración: ¡aquel tonto del haba se largaba de Rota en el mes de julio! Es cierto que entonces en España se viajaba mucho menos, pero también que todavía no se había instaurado ese continuo campeonato del mundo de a ver quién hace las mejores vacaciones. Lo digo porque, en la actualidad, no importa lo exótico que sea un destino, siempre hay alguien que ya ha estado allí. Estás en una conversación y un conocido comenta, como quien no quiere la cosa, que acaba de venir de la isla de Bali. Inevitablemente, salta otro de los presentes preguntando al primero si estuvo en la playa de Jimbaran, y si la respuesta es afirmativa, por supuesto, se añade una frase del tipo: "pero las calas de Padang Padang son mucho más chulas". Quiero decir que ningún viaje resulta lo suficientemente raro. Mi historia favorita es la de un compañero mío de trabajo que se fue a pasar una semana a Vietnam. Paseando por Hanoi mi amigo descubrió deambulando por la misma calle ¡a otra compañera de trabajo! ¡Irse uno a la otra punta del planeta para toparse allí con alguien a quien se ve todos los días!
    

Pero vuelvo al inicio. A menudo los nativos de la villa escuchamos comentarios de gente quejándose de las molestias de nuestra ciudad durante el verano. El tráfico. Las colas en el supermercado. La baja presión del agua. La terrible odisea para encontrar un aparcamiento. El ruido. La masificación playera... De hecho, hay un grupo de roteños que todos los años organiza una fiesta en el mes de septiembre celebrando la marcha de los sevillanos. Puede ser una manera de ver las cosas. Sin embargo, en mi opinión, todas esas molestias juntas no alcanzan para rebajar el esplendor de nuestra ciudad durante el estío. Creo que no hay lugar que me guste más que Rota en verano. La animación, la alegría, el bullicio, las calles ocupadas por las mesas  de los bares, las hermosas jóvenes con ropa vaporosa luciendo la piel oscurecida por el sol, las cervezas como un ejército en alguna de mis terrazas favoritas, los numerosos conciertos... Todos los ingredientes nos obsequian un contraste extraordinariamente vivificador. Tenemos la ventura de disfrutar de una ciudad que durante algunas épocas del año languidece como un gato al sol; en otras la vida se mueve con un ritmo más vivo, como en un vals tocado por Café Quijano; y por último, el verano, donde estamos petados y aturdidos como en el centro de Hong Kong. Así que no nos quejemos de las molestias. Disfrutémoslas.