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Sábado, 29 de Julio de 2017

Carlos Roque Sánchez

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"AVIDA DOLLARS"

 

 

 

 


Mediante este ocurrente y conocido anagrama hecho con el nombre y apellido de Salvador Dalí, y con su pública expulsión del movimiento surrealista, su líder y fundador André Breton, pretendía saldar algunas de sus viejas deudas con el pintor. Algo que por cierto, sólo consiguió a medias. Verán.


Con el ácido y corrosivo anagrama escrito en un latín macarrónico, Breton definía a la perfección el apego desmedido del artista por el dinero. Y la verdad es que no andaba falto de razón, en esta denuncia de su mercantilismo. Sin embargo, y a pesar de intentarlo con todas sus ganas, no consiguió lo que pretendía. Y es que al pintor le hizo gracia el anagrama, es más, quedó fascinado con él. Tanto, que en su biografía reconoció sin inmutarse: “...se ajusta bastante bien a mis ambiciones”.


Con este guiño al ninguneo, Dalí dejaba claro que en esta vida, no ofende quien quiere sino quien puede. Además, y lo que es peor, que podía quedar uno en evidencia, cuando lo intenta. Después de todo, y a pesar de tener razón con el anagrama, el escritor mostraba también su envidia personal. Su triste deseo de hombre inteligente por tener lo que tiene el hombre original.


Y con su expulsión del movimiento el líder quiere desligarse y desligarlo, tanto de la nueva tendencia onírico-pictórica, del ya delirante y suprarrelista Dalí, como de la cadena de escándalos que protagonizó junto a Gala en los EE.UU. En su opinión ponía en peligro la credibilidad del surrealismo y puede que así fuera.


Sin embargo, el pintor había conseguido, él solo y en pocos meses, lo que el escritor y su grupo no habían logrado en años: hacer del surrealismo algo real y tangible. Y por ahí es por donde sangraba la herida de la expulsión.


Una decisión surrealista sobre el surrealismo que tampoco afectó al genio de Figueras. Y como prueba este botón. Al día siguiente daba la siguiente y cumplida repuesta en prensa: “No me podéis expulsar ¡Yo soy el surrealismo!”. Y lo peor es que puede que fuera así. Genio y figura.


No obstante, con razón o sin ella, Breton no era justo. Dalí fue un artista capacitado para pintar con la técnica de Velázquez, tener tanta creatividad como cualquier maestro clásico y ser el único artista del siglo XX que mostró interés por los avances científicos y tecnológicos de su época. Les hablo de disciplinas como: biología, física, matemáticas, química, etcétera.


No. Una vez más el francés quedaba en evidencia, pues más que otra cosa lo que dejaba entrever eran sus propios celos profesionales. Los que el artista brillante siente cuando está delante del artista genial, y lo reconoce como tal aunque no lo admita. Genial porque no en vano, a lo largo de su vida, el español mostró interés profesional por diferentes campos del conocimiento científico.


Por citar algunos se interesó por las ilusiones ópticas y las imágenes dobles de G. Dou. Por la mecánica cuántica de M. Planck. Por la relatividad de A. Einstein. Por el nacimiento de la energía nuclear y la física de partículas. Por el descubrimiento de la estructura del ADN de Watson y Crick entre otros. Por el desarrollo del láser y los hologramas de D. Gabor. Por las técnicas estereoscópicas de Fresnel. Por la teoría de las catástrofes de R. Thom. Por las implicaciones de la cuarta dimensión de Banchoff.


De todas estas ramas de la ciencia se nutrió Dalí para elaborar buena parte de su obra, que llevó a cabo desde los años treinta hasta el final de sus días en el siglo pasado.


Por cierto que T. Banchoff, el matemático estadounidense investigador de la visualización de la cuarta dimensión, protagonizó una anécdota que refleja muy bien el interés del pintor por la ciencia, a la vez que su codicia por el dinero. Cuenta que en marzo de 1975 recibió una llamada del artista para concertar una cita. Como había sido publicada una entrevista que le había hecho ‘The Washington Post’ a propósito de su trabajo sobre la cuarta dimensión, y le habían fotografiado junto a una reproducción del ‘Corpus hipercubicus’ de Dalí, se temió lo peor.
Conociendo el paño, estaba seguro de que el “divino” le iba a reclamar derechos de autor por la fotografía aparecida en el periódico. Bueno era nuestro ‘Avida dollars’ para sus cosas y pruebas más que suficientes había dado de ello. No obstante, en esta ocasión erró en su vaticinio, no fue así. Sorpresivamente, el artista tan solo deseaba conocerlo e interesarse por sus matemáticas. Desconcertante universo daliniano.


Sobre qué y cuánta ciencia sabía Dalí a la hora de pintarla, o si su obra en el fondo contiene y esconde todo lo que se le quiere atribuir por la forma, es algo que cada uno debe concluir después de una reflexión. Bueno también está el asunto de la pitonisa y supuesta hija. Una cuestión de ADN, mire usted por dónde.

 

CONTACTO : [email protected]
FUENTE: Enroque de ciencia

 

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