Quantcast
Sábado, 27 de Mayo de 2017

Carlos Roque Sánchez

[Img #73166]

 

 

 

 

ES LO MISMO

 

 

 

 

Es lo mismo que se alimenten del integrismo religioso o del político, son asesinos. Fanáticos que siembran de dolor y muerte el mundo entero ¿Cuándo eliminan de sus conciencias semejantes actos? Es lo mismo que sean terroristas islámicos o nacionalistas, son monstruos. Productos perversos de ideologías perversas ¿Qué les lleva a anular su moralidad?


Es lo mismo que sean de Al Qaeda, de ETA o de DAESH, son alimañas. Hijos criados en sociedades enfermas ¿Cómo logran vivir con su repulsivo sectarismo? Es lo mismo que ocurra en Madrid, en Nueva York o en Barcelona, son cabrones humanos. Escolandos de sistemas educativos fracasados ¿Qué les permite racionalizar sus sentimientos?


Es lo mismo. Son los mismos asesinos con diferente disfraz, pero con idéntica arma: la irracionalidad del iluminado, la sinrazón del elegido. Están entre nosotros y parecen seres humanos normales, pero no lo son. Son los hijoputas entre los hijoputas. Bestias con las cuales no puede haber ningún diálogo, y a las que sólo cabe perseguir para encerrarlas en jaulas. Son la escoria de la escoria.


Y sin embargo cuentan con simpatizantes entre nosotros, con cómplices de voz y voto tan culpables de sus crímenes como ellos. Se podrá decir que los que llevan a la práctica esas brutales acciones son pocos, sí es cierto, pero los que apoyan a estos criminales son un número mayor, significativo.


De ellos, muchos de ellos, son jóvenes que han pasado recientemente por la escuela, el instituto y hasta por la universidad. Y han caído, sin embargo, en las garras de un fanatismo que les justifica el ataque a bienes y personas, por el mero hecho de disentir de sus ideas. Una clara plasmación del fracaso de una sociedad y su sistema educativo, a la hora de formar buenos ciudadanos.


O lo que es lo mismo, personas que con constante esfuerzo intenten evitar el error. Que, por escrupulosa fidelidad a la verdad, la busquen con rigor. Que, de manera implacable, rechacen la peor perversión de la verdad, la mentira. Que, con una formación racional, crítica y escéptica, no sientan la necesidad de creer en mitos, en héroes. Unos mitos o héroes en cuyos nombres les inculcan que es normal responder a los argumentos del otro con el ataque suicida, el tiro en la nuca, el coche bomba o el vandalismo.


No. No tengo ninguna duda de que el principio del fin del terrorismo está en la educación. Una educación basada en la irrenunciable exigencia de la verdad, a través del desarrollo de un talante crítico, una actitud escéptica, una preparación exigente y una racionalidad irrenunciable. La verdad es el fundamento de la convivencia, lo que la hace posible y asegura su carácter humano.


Si la verdad falta sólo hay degeneración, de forma inevitable. O nos convertimos en manada o lo hacemos en rebaño. En cualquier caso una vida sin libertad, ajena a la condición humana. Una  verdad como pilar en el que se fundamenta la vida humana, pues con ella la gente es libre, y la gente libre no necesita ni héroes ni mitos. Por eso los terroristas no quieren que seamos libres.


Nos quieren hacer esclavos de sus mitos, algunos alimentados por políticos sin escrúpulos que no se manchan las manos de sangre, pero que disparan palabras. Palabras que portan su letal carga de falsedad, de mentira expresa, con la que intentan desplazar y destruir la verdad.


La falsedad es peligrosa, insidiosa y en todos los casos, como mínimo, debe ser reconocida, probada y mostrada como tal. Es del todo necesario, aunque nos requiera un esfuerzo personal especial. Lo es tanto si la falsedad es involuntaria, en cuyo caso deber ser corregida y superada hasta donde sea posible. Como si se trata de la mentira buscada y querida por sí misma, lo que nos debe llevar a su descalificación, a su exclusión de la convivencia.


De modo que ante muchas de las afirmaciones que leemos u oímos, nuestra pregunta no debe ser otra que: “¿Cómo lo sabe?” Si no hay respuesta o ésta no es convincente, lo adecuado es el rechazo de la afirmación pero, si podemos probar su falsedad, entonces el hacerlo, es absolutamente necesario. Aunque nos resulte particularmente penoso y no esté exento de riesgos, por supuesto.


Una espesa red de mentiras no deja de tejerse y amenaza con asfixiar a la verdad en el mundo. Desde distintos puntos cada vez son más las arañas que la tejen, apoyándose unas a otras. Desde los libros, las emisoras de radio, los sistemas educativos, las televisiones, los partidos políticos, los periódicos, etcétera. Una urdimbre de falsedades que hay que poner en evidencia, pues semejante estado de error sólo lleva al fracaso. Y es que, por su carácter incoherente, sobre la falsedad no se puede construir nada.   


 CONTACTO: [email protected]
FUENTE: Enroque de ciencia

 

Comentarios Comentar esta noticia
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.10

Todavía no hay comentarios

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.