Balsa Cirrito
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HIUSTON, TENEMOS UN POBLEMA
Supongo que lo que sigue va a tocar las narices a más de uno, pero, después de todo, y como bien sabemos, eso es lo divertido.
Da cosa decirlo, porque parece ser un asunto que provoca sentimientos intensos, pero las cosas son como son: hablar andaluz con mucho acento es síntoma de incultura. Puede parecer duro, pero es la triste realidad. Especialmente cuando se habla con personas de fuera de Andalucía. El único consuelo de la cuestión es que hablar con un fuerte acento extremeño, canario, asturiano o aragonés o de donde sea, es también indicio de incultura. Cuanto menos acento, mayor cultura.
Por supuesto, eso es algo que vale igualmente para cualquier país del mundo. Tener mucho acento napolitano, normando, bávaro o del Algarve es considerado como un baremo negativo de la educación del individuo (o de la individua) en Italia, Francia, Alemania o Portugal, respectivamente, y solo en España nos empeñamos en una nebulosa contraria.
Parece difícil que se haga necesario repetir esto, pero las lenguas sirven para entenderse (por más que algunos se figuren que es el equivalente sonoro de una camiseta de la selección nacional de donde sea). De tal forma, con cuantas más personas nos podamos entender, mucho mejor. Por ello existe algo que se llama koiné. La koiné es la lengua ideal, que en realidad no se habla comúnmente en ningún lado, pero que sirve como referencia para los usuarios de un idioma. Aproximadamente y para entendernos, viene a ser el idioma que se emplea en los telediarios, una lengua carente de acento local y que parte alguna de España puede decir que sea la suya. En los telediarios no hablan como en Madrid o como en Valladolid o como en Cuenca, pero hablan de forma que todos podamos entender con facilidad lo que se dice. Todos tenemos ese modelo, y todos debemos tratar de acercarnos a él, porque así se evita la dispersión del idioma. Si cada región de España impulsara su dialecto y lo tratara de diferenciar de los demás, nos encontraríamos que en ciento cincuenta años los de Cádiz no se podrían entender con los de Asturias, circunstancia a la que no veo gracia por mucho que la mire. Sin embargo, esa parece ser la ridícula consigna, hacernos diferentes. En vez de universales, ser paletos.
Hay quien pide que los medios de comunicación andaluces hablen andaluz o que el teatro en nuestra región se represente en nuestro dialecto. No estoy de acuerdo. Sobre todo porque no existe esa koiné andaluza. En un telediario andalucificado, ¿se cecearía o se sesearía? ¿Vocales abiertas al estilo oriental o vocales cerradas a nuestro modo andaluz occidental? ¿Se suprime la d en palabras con terminación -udo? Así podríamos seguir un largo rato. Y no digo nada de lo ridícula que resultaría una obra teatral en andaluz, especialmente una tragedia (Valle Inclán o Buero Vallejo a la andaluza provocarían el descojono).
Todo esto se agrava, como suele ocurrir, por el papanatismo y el desconocimiento. Con frecuencia vemos a andaluces que justifican sus incorrecciones a la hora de expresarse con la excusa de “yo es que hablo andaluz”, cuando la mayor parte de las veces lo que les falta es educación lingüística. Hace unos meses un diputado de nuestra región, cuyo nombre no voy a mencionar, provocó cierto cachondeo generalizado entre la prensa nacional por su forma sumamente defectuosa de hablar. En varias entrevistas televisivas pronunciaba repetidamente la palabra “pograma” entre otras lindezas; cuando llegaron las críticas, los compañeros de su partido salieron como fieras de la serranía a proclamar que decir “pograma” no era incultura, sino andalucismo, lo cual demostraba que sus compañeros de partido tampoco andaban sobrados de conocimiento. Es más, recordando el caso me he puesto ahora a buscar en internet las defensas que algunos de sus camaradas realizaron de Diego Cañamero (glups, se me escapó el nombre) y me dan ganas de llorar. La mayoría son auténticas proclamas de ignorancia andaluza. Exhibiciones de falta de instrucción. Catetismo y etnocentrismo de patio de vecinas. Así nos va.
Tengo observado que la mayor parte de las veces que se cachondean de los andaluces por su forma de hablar lo hacen con justicia. Se cachondean de un habla andaluza folklórica, de teatrillo, sumamente incorrecta y frecuentemente ignorante. Hemos hablado antes de un diputado inculto que presume de su incultura y que, lógicamente, provoca la rechifla. Pero no se ríen de él porque sea andaluz, se ríen de él porque es un patán. Sigamos en el parlamento. Probablemente, los dos mayores oradores en la historia de nuestras Cortes hayan sido Emilio Castelar y Felipe González. Andaluces los dos. Ambos con un moderado acento de su tierra. Sin embargo, nadie se reía de ellos ni los tomaba a chirigota; al contrario, cuando subían a la tribuna, sus rivales políticos se acoquinaban y bajaban la cabeza, deseando que no la tomaran con ellos. La razón es que cuando Castelar y González hablaban solían decir cosas inteligentes de forma inteligente, sin que nadie se acordara de si su acento era andaluz o castellano rancio. De los andaluces se ríen solo cuando además de andaluces son incultos y dicen disparates.
Es más, todos esos botarates que utilizan el andaluz para tratar de esconder su ignorancia nos ofenden a nosotros, al resto de los andaluces. Por su culpa y por culpa de los que se empeñan en ser grasiosos a base de hablar andaluz cerrado es por lo que el andaluz goza de tan poca consideración social. ¿Cómo nos vamos a enfadar porque se rían de nosotros cuando pretendemos hacer reír?
Entonces, ¿debemos hablar como los de Valladolid? ¡Ni de coña! Debemos hablar con nuestro acento, pero que sea un acento cuanto más leve mejor, sin excesos y sin folklore, tratando de vocalizar y de resultar inteligibles incluso para quienes no son de aquí y no tienen la dicha de soportar la programación de Canal Sur.












J.M. | Lunes, 05 de Junio de 2017 a las 15:59:27 horas
A mi juicio, Sr. Cirrito, el artículo es buenísimo y en vez de ser tan criticado por los comentaristas, lo que deberían hacer, creo, es tomar conciencia y mejorar; no solamente su habla, también su escritura.
Saludos y enhorabuena.
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