Antonio Franco
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MAESTROS DE LA REPÚBLICA (y II)
Para configurar la educación bajo el franquismo, los maestros republicanos tenían que ser eliminados. No sólo desde el inicio de la guerra, acabada esta, las purgas continuaron de forma masiva.
La influencia y el monopolio de la Iglesia Católica sobre la educación española se confirmó, aún más si cabe, con el concordato de 1953 entre el Estado español y el Vaticano. El Estado aseguraba la enseñanza de la religión católica como parte obligatoria de los planes de estudio en todos los centros educativos del país, de cualquier clase y nivel, así como la conformidad de todas las enseñanzas con los principios de la Iglesia Católica. No hace falta decir que esta podía prohibir y retirar libros, publicaciones y material docente contrarios al dogma y a la moral católica.
La Guerra Civil, en el campo de la educación pública, se tradujo en bocas del profesor de la Universidad de Cádiz, Manuel Santander en “una guerra entre cultos e iletrados, entre el maestro y el cura”.
Arximiro Rico, Ceferino Farfante y Balbina Gayo, Bernardo Pérez Manteca, Miguel Castel Barrabés, José María Morante Benlloch, Gerardo Muñoz Muñoz, Severiano Núñez García, Teófilo Azabal Molina, Carmen Lafuente, José Rodríguez Aniceto... Sus vidas, de compromiso con la enseñanza, acabaron, por ser eso, por ser maestros y maestras. ¿Quién canonizará, algún día, a estos otros santos que fueron los maestros republicanos y que nunca entrarán en el santoral ni en la memoria de la Iglesia? ¿Quién hablará de ellos?¿Quiénes les reconocerá la labor generosa y ejemplar que llevaron a cabo con tanto esfuerzo y sacrificio? Se pregunta la autora del libro.
Todos ellos pagaron con su vida su sagrada vocación de repartir cultura y libertad a manos llenas. La ferocidad impune cayó contra unos hombres y mujeres que eran tan sabios como inocentes. Por ser sabios les odiaban las gentes oscuras y mediocres, y por ser inocentes se dejaron cazar como palomas.
El maestro se convirtió durante el periodo de la República en el referente social y político del pueblo. El cura pasó a un segundo plano. Por eso, de nada valió la transparencia de la Verdad de los maestros republicanos. Una Verdad que la Iglesia de la Cruzada logró ocultar y manipular de forma deliberada, consciente, culpable. Porque la Verdad es que la mayoría de los maestros que sirvieron con lealtad a la República desde sus escuelas eran creyentes y, muchos, fervorosos católicos. En contra de las burlas leyendas de la propaganda franquista, nunca adoctrinaron a sus alumnos en contra de la religión. Existe unanimidad entre los testimonios de los que recibieron sus enseñanzas y sus ejemplos.
De nada valdría la Verdad trasparente sobre lo que pensaban y lo que creían los maestros republicanos. Se impuso la gran mentira urdida por los “animadores espirituales”de aquella saña de crucifijo y venganza que dio en llamarse “Cruzada”.
Los incendiarios promotores de la Cruzada decidieron de antemano que los maestros republicanos eran ateos, blasfemos y, sobre todo, enemigos de los curas y de la religión. Y eso decidió fatalmente la suerte de todos ellos.












Rebelderota | Viernes, 05 de Mayo de 2017 a las 20:15:42 horas
Ángel Montesinos era un falangista que vendía el semanarioFe por la calle deFuencarral de Madrid cuando un grupo de comunistas esta vez que siempre pendiente de evitar el libre pensamiento, de ideología o de información se enfrentaron alos falangistas que se defendieron con sus puños en cambio los comunistas sacar pistolas curiosamente que ambien usarían meses después en el golpe de estado de 1934. Y con estas armas dispararon y mataron a Angel Montesinos. Era 8 de marzo de 1934 . Como verán siempre provocando y matando , que mentiras dirán sobre esto los dela demememoria histerica. Son crímenes y no exaltan al franquismo ni ala guerra civil ya que fueron años antes .
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