Antonio Franco
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¡QUÉ NO TE DISTRAIGAN!
Cabalgaba un hombre y su hijo a lomos de un pequeño borrico. A esto, se tropiezan en el camino con un labriego y, tras el saludo de rigor, prosiguen su camino. Pero el labriego deja caer una sentencia que llegas a oídos del hombre. “Hay que ver, con lo pequeño que es el rucio y van los dos montados en el pobre animal”.
El hombre se avergüenza de su posición, recapacita y llega a la conclusión de que realmente está mal eso de ir montado los dos, padre e hijo, en el pequeño pollino. Así que, sin más dilación , se baja, echa manos a las riendas y continúa su camino.
Unos cuantos kilómetros más adelante se cruzan con dos aldeanos que, cordialmente, responden al natural saludo. Éstos, por “lo bajini”, comentan: “¡Habrá que ser tonto! ¡Pues no va el tío andando y el niño, que tiene mejores piernas, va montado en el borrico!
El buen hombre, al que le ha llegado el comentario arrastrado por el chivato viento, piensa que, en realidad, aquellos hombres tienen razón. Así que, ni corto ni perezoso, baja al niño de la cabalgadura y se monta él.
Continúan su camino un buen trecho antes de cruzarse con un par de cazadores. Éstos son más descarados que los anteriores y, directamente, le recriminan su actitud. “Pero, bueno, ¿no le a usted vergüenza ir montado en semejante jumento?”.
Este hombre vuelve a cambiar de criterio y llega a la conclusión que aquellos cazadores tenían toda la razón del mundo en su comentario. Se baja del burro y, padre e hijo, prosiguen el camino a pie, acompañando al asno.
A la entrada del pueblo, saluda afectuosamente a un grupo de ancianos que tomaban el sol sentados en un pollete. Uno de ellos se les dirige directamente y pregunta: “¿cómo se te ocurre venir andando con tu hijo teniendo un burro dónde hacerlo?”.
El pobre Faustino, que así se llamaba, al final, acaba confundido del todo.
La moraleja a la anterior historieta es obvia: Actúes como actúes, nunca lo harás al gusto de todos. Eso, en todos los ámbitos.
Llevado al terreno de la Política, el burro, metafóricamente hablando, podría ser algo así como “la ideología”. Está claro que no todo el mundo comulga con la ideología de Faustino. También pudiera ser que el burro fuera “el programa”, o las actuaciones para llevar a cabo ese “programa”. Queda también patente que la forma de llevar a cabo “el programa” nunca es al gusto de todos.
Algunos preferirían que no hubiera “burro” de por medio, en el mismo sentido político. Vamos, que no hubiera ni ideología ni programa. En ese caso, siempre se oirá la voz de algún “opinólogo” que expresará “que cómo es que el padre no lleva a su hijo en brazos”.
La conclusión a la que se puede llegar es también obvia: actúas como crees que debes hacerlo. Pero, eso sí, siempre acompañado de “un burro”.
Salud.












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