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Lunes, 27 de Febrero de 2017

Héroes sin capa

Actualmente, llevamos una vida cotidiana basada en el ajetreo, donde el lema es "metro-currardormir". Añádele el sentir cómo crece el enfado generalizado, el racismo y la intolerancia, que es lo que difunden los medios de comunicación 24 horas al día así como de gran parte de la clase política; cuando compruebas cada día la decadencia de Europa y parte de la Humanidad; cuando sabes que los ecosistemas mundiales se vienen abajo pero la gente sólo se preocupa por seguir comprando tonterías en las que depositan la esperanza de llenar sus vidas vacías; cuando estas sensaciones te llevan a creer que ya sólo nos queda tocar fondo y esperar nuestra extinción como especie, apareció él.  


 
Una carta de desahogo, publicada en Facebook, se hizo viral. Porque supo pararnos unos minutos y obligar al cerebro a reflexionar. Nos abrió los ojos. Un chaval joven, deportista, anónimo, simpático a más no poder y, por qué no decirlo, guapetón, desde un rinconcito de Andalucía, nos invitaba a donar médula, a ser solidarios pero, principalmente, a disfrutar de cada momento. Quizá fue por eso mismo que tantos miles sentimos ese pellizco en el corazón.  


 
Perdemos mucho tiempo jugando con el móvil,  viendo tonterías en la tele, discutiendo con alguien o deprimiéndonos-quejándonos por cosas sin importancia mientras que un chaval, que tendría que tener años de vida por delante, sufría lo inhumano por arañarle horas al reloj y nos pedía que reflexionemos.  


 
Pablo Ráez, un veinteañero marbellí, siempre entrenando y sonriendo, siempre rodeado de gente en las fotos que aparecen en sus perfiles de redes sociales. Un muchacho que nos recordó que estamos en este mundo para algo más que trabajar y pagar facturas.  


 
Aunque un servidor que les escribe, por propia filosofía de vida y por arrastrar aún la pérdida inesperada de una persona muy querida, guarda en su memoria cada momento que vive como paño en oro. Pero esa llamada discreta, ese tironcito en la manga de Pablo me marcó. Por suerte, a muchísima gente también.  
 

Desde entonces, muchos somos los que esperábamos ansiosos noticias suyas. Una foto (sonriendo) con Dani Rovira, donde respirábamos aliviados porque sabíamos que seguía adelante. Otra foto (con cara abatida) donde nos daba noticias regulares por una fiebre que lo dejaba KO pero con ese mensaje positivo que nunca faltaba.

 
 
Desató una ola de solidaridad que seguro ha salvado muchas vidas. Basta con mirar cómo, gracias a su mensaje, el número de donantes de médula en Andalucía se ha disparado. Nos animaba a donar, que no cuesta nada, y a disfrutar de los momentos que la vida nos ofrece y que a él le ha negado.  
 


Un sábado de febrero, este héroe sin capa decidió que había cumplido su objetivo. En un mundo que parece empeorar por momentos, él puso su granito (más bien montaña) de arena para que fuera mejor. Contribuyó a humanizarnos, a que nos relajemos y a que nos disfrutemos. Que seamos felices, pues tenemos mil motivos para sonreír. Curioso que nos dejara el mismo mensaje que me dio mi amigo Piera la última vez que nos vimos.

 
 
Maldita enfermedad. Y malditos aquellos que recortan en sanidad y en investigaciones que pueden curarla. No es justo. Pablo pensaba comerse el mundo y su paso por esta tierra ha sido corto, demasiado corto. Aunque su familia y amigos estén desolados por su pérdida, han de saber que vivieron con un auténtico héroe que ha hecho mucho bien durante el duro camino que tuvo que recorrer. Pese al trágico final, es un ejemplo y una esperanza para todos.  
 


Compañero, te escribo estas líneas después de haber besado a mi bebé antes de que se durmiera. Cada momento será único, te lo prometo, y ayudaré a los demás en todo lo que pueda. De qué otra forma sino podría honrar tu memoria.  


 
¡Hasta siempre, GRANDE!

 

José Alberto Niño Fernández

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  • Manolo A

    Manolo A | Lunes, 06 de Marzo de 2017 a las 20:57:38 horas

    Bello y emotivo homenaje. Gracias por tan sentidas palabras.

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