Son las 8.50 de la mañana. Mientras la radio, en varios aparatos vomitan al unísono, las noticias de la cadena SER que, aunque me juré no volver a escucharla por el vergonzoso sesgo que ha tomado en su información, al final me retracto con otros argumentos de escaso peso como aquello del refrán del tuerto en el país de los ciegos.

Ha terminado el bloque nacional del Hoy por Hoy en el que Pepa Bueno ha puesto contra las cuerdas, como en sus mejores tiempos, a Noelia Arroyo, política del PP, portavoz del gobierno de Murcia que se empecina en convencernos que el presidente de su comunidad, Pedro Antonio Sánchez, no está imputado, que lo suyo es otra cosa y todas esas torpes triquiñuelas que utilizan cada vez con menos convencimiento cuando les surge un marrón que es un día sí y otro también, y ha salido la pobre señora con un repaso que le da para llegar al fin de semana.

Merecido rapapolvos por querer confundir. La muestra de cinismo entre la clase política es tema sobradamente conocido, sobre todo si lo relacionamos con temas judiciales.

No se produce declaración de alguien que esté implicado en política, referida a una sentencia judicial, que no lleve incorporada la frase sobre el más escrupuloso respeto a la justicia.

Inmediatamente después, si la resolución favorece a los intereses de la persona referida, suele acompañarse de una alabanza a los valores de la institución; en cambio, si el resultado no es de su gusto, se arremete de la forma más descarada, aunque, eso sí, recalcando lo del respeto, que ya nadie se cree.

Es lógico suponer que es condición humana resistirse a cuanto ocurra que nos perjudique o , incluso, nos desagrade; pero entonces sobra lo del respeto, siempre que no queramos aparecer como mentirosos, si bien esto, por lo acostumbrado, no parece preocupar.

Respeto a la justicia es lo que alegan cuantos critican una decisión de este ámbito y también quienes organizan y manejan los resortes para favorecer su posición y prevenir problemas derivados de su acción institucional o socio-política. Referencia inequívoca a quienes colocan en puestos claves de los tribunales a gente de su cuerda, para asegurarse su apoyo cuando lo necesiten, o a quienes destituyen fiscales porque actúan ante posibles delitos de sus correligionarios en las instituciones, como ocurre en los últimos días.

La justicia lo único que necesita es que se la deje trabajar libremente y se le dote de los medios necesarios, ya está bien de tanto “respeto a las decisiones judiciales” y basta ya de palabras huecas.

Manuel García Mata